Se despertó, como todos los días, cerca de las ocho y media de la mañana, con el cambio de turno de las enfermeras que la asisten. “Me tocaron la puerta del cuarto y me dijeron que ponga el noticiero –cuenta Ana Estrada–. Pero cuando prendí la tele, solo vi a Forsyth (risas)”.
Recién al rato se enteró por redes sociales la noticia que la emocionó: la Corte Superior de Justicia emitió su sentencia que ordena al Ministerio de Salud y a Essalud respetar el pedido de Estrada Ugarte de decidir terminar con su vida a través de la eutanasia.
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Se trata de una sentencia histórica para el Perú, que llega trata la larga y complicada lucha de Ana frente a la justicia. Ella, quien padece una polimiositis degenerativa que la obliga a vivir postrada, consiguió ser escuchada hace un mes y medio en una audiencia pública. Y hoy el juez Jorge Ramírez le ha dado la razón.
“Estoy llorando”, nos dice Ana, que se anima a responder por Zoom, antes de contestar la infinidad de mensajes que le vienen llegando luego de publicada la resolución. Su emoción es lógicamente desbordante.
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- Una pregunta casi tonta: ¿cómo te has sentido con la noticia?
Estoy recordando todo lo que había pensado que iba a sentir cuando esto pasara. Y está pasando exactamente como lo imaginé. Prendí la tablet y todo el mundo me había escrito. Y me alegra porque quiero que este triunfo no solo sea mío, sino de todas las personas que estuvieron acompañándome desde el principio. Estoy muy emocionada...
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- ¿Y la reacción en casa cómo ha sido?
Me escribió mi hermano y me dijo “lo lograste”. Me siguen llegando mensajes de mis amigas. Escuché el grupo de mi papá como si hubieran metido un gol. Todavía no lo veo porque sigo en mi cuarto. Él es quien ha estado más pendiente de todo. También me envió un audio el doctor Gonzalo Gianella, el único médico que se atrevió a escribirme y a apoyarme cuando empecé mi lucha, y que ha formado parte del comité que ve mi caso en la Defensoría del Pueblo.
- ¿Pero también pensaste que podría haber ocurrido de otra manera?
Sí, también. Pensaba en los dos escenarios. Aunque si la sentencia hubiese sido desfavorable, igual hubiera sentido que no iba a perder, que íbamos a seguir. Creo que este tipo de luchas son así, largas. En España demoró 30 años. Y justo ayer veía que en Italia seguían culpando a un diputado que apoyó a una persona que buscaba la muerte digna. Si en Europa era así, pensé que aquí en Perú iba a ser mucho más difícil. Siento que he tenido mucha suerte.
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- Has dicho en varias oportunidades que tú no quieres morir, sino que quiere la libertad para elegir cuándo hacerlo. ¿Te animarías a decir que en ese momento te sientes más viva que nunca?
Sí, eso también pensé. Esto era lo que yo necesitaba para dejar de vivir con miedo. Como decía Nina Simone cuando lo preguntaban lo que es la libertad: la libertad es poder vivir sin miedo. Eso a mí se me quedó clavado. Y siempre en esta lucha buscaba eso, dejar de tener miedo. Ahora mismo he tenido una sensación plena de que ya no tengo miedo. Y me siento más libre. Porque en el camino, las pequeñas conquistas y las alegrías ya me iban haciendo el camino hacia la libertad. Solo que ahora es como si hubiéramos llegado a la meta. Y no quiero llegar sola. Me siento acompañada y eso lo hace aún más lindo y potente todo.
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- ¿Eres consciente que esta decisión es histórica y abre un camino muy importante?
Sí lo sé. Para un país como el Perú, donde hay tantas injusticias sobre los derechos humanos, quiero que esto quede como un precedente. Y que se potencie, que este derecho que hemos logrado, llegue y salpique a todas las otras luchas. Pienso mucho, por ejemplo, en Gisella Ortiz, la hermana de uno de los fallecidos de La Cantuta. Una mujer incansable, con una fuerza indescriptible. Entonces esto no solo tiene que ver con la eutanasia, sino con la libertad de luchar por justicia. Por una justicia que durante mucho tiempo muchas personas han perseguido.
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