Alan García siente que el partido está afectado por la presencia de lobistas o políticos que ceden ante el primer coqueteo del poder. (Foto: Mario Zapata)
Alan García siente que el partido está afectado por la presencia de lobistas o políticos que ceden ante el primer coqueteo del poder. (Foto: Mario Zapata)
Juan Carlos Tafur

El martes en la noche se celebró el cumpleaños de José Antonio Saldaña, viejo militante aprista, de la promoción de Agustín Mantilla, en su casa en Pueblo Libre, cercana al emblemático local del APRA en el distrito. El domicilio de Saldaña es siempre lugar de encuentro de apristas y supuestamente iba a ser, en esta ocasión, punto de conciliación entre Barreda y los llamados ‘cuarentones’. 

El gran valor político de la reunión era que estaba invitado nada menos que Javier Barreda, recientemente expulsado por haber aceptado sumarse al gabinete de Mercedes Aráoz como ministro de Trabajo. Junto a él se suponía que iban a estar presentes los ‘cuarentones’, quienes hasta el momento no se han pronunciado sobre la decisión de Barreda y sobre la del partido de expulsarlo (forman parte de este grupo líderes como Carlos Arana, Omar Quesada, Víctor López y Nidia Vílchez). 

Al final, no fueron ni Barreda ni los ‘cuarentones’. Llegó alrededor de las 10 de la noche un grupo de avanzada de Barreda y al notar la ausencia de los ‘anfitriones políticos’, habría informado a Barreda, quien probablemente decidió no acudir para evitar el desaire. Ausencia significativa, en todo caso, para reflejar que internamente nadie se la está jugando por nadie. 

Gran parte de la crisis interna del aprismo se debe a la enorme debilidad que se ha asentado sobre sus distintas facciones: la de Alan García, los ‘cuarentones’, los del grupo de Del Castillo y los jóvenes. Ninguno tiene predominio y eso explica, en alguna medida, sus afanes de beligerancia y discordia. 

Para Alan García ha sido infinitamente más doloroso lo sucedido con Barreda que con Jorge del Castillo (por su voto contra la vacancia de PPK, desacatando una instrucción partidaria). Con Del Castillo las querellas vienen de mucho tiempo atrás y el resultado del último congreso nacional supuso un duro revés para el ex premier. En gran medida, tal desenlace se debió a la salida de Enrique Cornejo del APRA, alfil de Del Castillo, quien, además, se llevó buena cantidad de dirigentes de mediano rango u operadores partidarios (es el caso de Luis Jiménez, por ejemplo). 

Se recuerda cómo el 2 de agosto del año pasado, cuando se celebró la tradicional misa en la iglesia San Francisco, conmemorando la muerte de Víctor Raúl Haya de la Torre, y que contó con la presencia de Alan García, Del Castillo y su grupo organizaron otra, en paralelo, a la misma hora y fecha. Así de fuerte era la pugna entre ambos. 

Caso contrario es el de Barreda, quien era considerado alguien del entorno de Alan y enemigo histórico de Del Castillo. Por su cercanía con Alan, inclusive, Barreda no era tan bien visto en el círculo de los ‘cuarentones’. 

Alan García se suele comunicar por mail con sus bases y con la militancia. Se ha esmerado en repetir “Paciencia, compañeros. Que se vayan todos los traidores”. Ese es su talante en esta crisis. Acumular fuerzas, esperar que pase la tormenta y discernir los buenos de los malos apristas. Y en comunicaciones con los ‘cuarentones’ ha aludido a los “peseteros” y “olvidados de la historia”. Genuinamente siente que el partido está afectado por la presencia de lobistas o políticos que ceden ante el primer coqueteo del poder. 

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