"No toleramos lidiar con dolor, huimos de la tristeza, de la nostalgia, de la pena, cuando de esos sentimientos también nacen cosas hermosas", explica Lorena Salmón.
"No toleramos lidiar con dolor, huimos de la tristeza, de la nostalgia, de la pena, cuando de esos sentimientos también nacen cosas hermosas", explica Lorena Salmón.
Lorena Salmón

La felicidad es una forma de ver la vida desde la perspectiva de la gratitud. Cuando comenzamos a cultivar el agradecimiento incondicional –la capacidad de sentirse agradecido por todo y nada–, ya no hay víctimas ni dramas ni episodios malos, sino de aprendizajes. También es un estado de la mente. Sin duda, una mente sin bulla, en control, nos permite un estado de ánimo más plácido y menos angustiante. 

Se puede ser feliz siempre y cuando uno pueda cumplir sus necesidades básicas primarias: alimentarse, tener un techo donde refugiarse, poder sobrevivir. Una vez que esas necesidades se cumplen, independientemente del escenario geográfico y la coyuntura social en la que nos encontremos, podemos ser felices. Nuevamente, tenemos que resetear nuestra mente y comenzar a sentirnos agradecidos de cosas tan simples como abrir los ojos cada mañana.  

Tendemos a corrernos de las emociones negativas como si fueran monstruos, no toleramos lidiar con dolor, huimos de la tristeza, de la nostalgia, de la pena, cuando de esos sentimientos también nacen cosas hermosas. Sin duda, no hay alegría sin tristeza, como tampoco apreciación del silencio sin ruido. Esa frase la leía hace poco por ahí y me pareció absolutamente certera.  

¿Es posible aprender a ser feliz? Claro. Puede ser feliz solo respirando. La respiración, otra actividad innata que damos por sentada, es el camino. Si aprendemos a respirar con presencia, si controlamos la respiración y traemos la atención hacia ella, calmamos la mente y eso es un logro total. 

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