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Bosque seco Marañón
Jack Lo Lau

En la frontera entre Amazonas y Cajamarca, donde las montañas son cortadas por el imponente río Marañón, todo está seco. Las noches más frías superan largamente los 20 grados centígrados y durante el día se podría cocinar un churrasco bajo el sol. En el restaurante de Mariana Marín, en la entrada de Balsas, el lugar más poblado en esta zona, todas las mesas piden cerveza para aplacar el calor y algunas lagartijas buscan camuflarse en los orificios de las paredes. En las únicas cuatro cuadras que tiene este pueblo de unos 300 habitantes, todos ponen sus sillas en las puertas de sus casas, para que los fuertes vientos del Marañón los refresquen. Desde la una de la tarde hasta casi las cuatro, todo se paraliza, ya que es imposible trabajar en un horno. A 800 metros sobre el nivel del mar, a pesar de este sol que no conoce feriados, la gente vive en paz. 

Como en cada pueblo de Perú, todos nos saludan, en especial los niños. Cuenta Mariana Marín que no ha conocido lugar en el Perú más tranquilo que Balsas. Por eso se quedó ahí. Aprendió a convivir y a sorprenderse de este bosque único en el mundo, comparable con las islas Galápagos por el nivel de endemismo.

A pesar de que falta mucho por investigar y analizar en este rincón del nororiente peruano, las cifras que se tienen hasta ahora son sorprendentes. El 33% de las plantas, cactus y flores que encontramos en lo que han llamado Bosques Secos del Marañón no existen en otro lugar del mundo. Se encuentran 54 especies de reptiles. Catorce de anfibios. Y la mitad de ellas solo pueden ser vistas en el Marañón. Además, se han registrado 22 especies y 11 subespecies de aves endémicas. Y tanta es su importancia, que ha sido catalogada por ornitólogos internacionales como un Área de Endemismo para Aves o EBA (Endemic Bird Area). El Camp Nou o la Bombonera para birdwatchers. 

Para llegar acá, ya sea por Cajamarca o Amazonas, nos esperan al menos cinco horas de precipicios y curvas que marean. Pero lo que cruzaremos es impresionante. Altas montañas repletas de cactus de todas las formas y tamaños, árboles aparentemente secos pero con hojas verde brillante y una vista del río Marañón, que Ciro Alegría bautizó como la Serpiente de Oro, por la fertilidad de este valle y el material preciado que se puede encontrar en las orillas de este río. Los Bosques Secos del Marañón se ubican entre los 600 y 1.200 metros sobre el nivel del mar y se encuentran en Áncash, Huánuco, La Libertad, Amazonas y Cajamarca. Tienen una extensión de 2 293.610,4 hectáreas, de las cuales solo el 0,1 % tiene una categoría de conservación, en una pequeña porción del Parque Nacional Huascarán en Áncash. Es por ello que el Gobierno Regional de Amazonas, con la ayuda de la ONG Naturaleza y Cultura Internacional (NCI), busca desde el 2012 el reconocimiento de esta zona como Área de Conservación Regional (ACR) Bosques Tropicales Estacionalmente Secos del Marañón y conservar 13.929 hectáreas, ubicadas en las provincias de Chachapoyas y Luya, específicamente en los distritos de Providencia, Pisuquia, Cochabamba y Balsas, en el departamento de Amazonas. El expediente ha sido aprobado por el Servicio Nacional de Áreas Protegidas del Perú (Sernanp), pero todavía faltan varios pasos, como la venia del Ministerio del Ambiente (MINAM) y la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM), para finalmente recibir el reconocimiento con la firma del presidente de la República. Engorroso, burocrático, pero una firma necesaria. 

En busca de la paz total
Mariana Marín, la misma del restaurante, también se dedica a la agricultura, como todos sus vecinos. Cultiva mango y limón, dos símbolos de esta parte del Marañón, famosa por sus jugosas frutas. Aprendió a la fuerza, por un terreno heredado de su abuelo. Y 10 años después, le agradece por haberla traído a este su paraíso. Señala lo alto del bosque y nos presenta al canaquil (Parkinsonia peruviana), un árbol de ramas delgadas, flores amarillas y hojas verde limón que solo se encuentra en este pequeño rincón del mundo. “Desde que llegué, hemos defendido la naturaleza. Gracias a ella podemos respirar aire puro. Viví 14 años en Lima y no vuelvo más. Acá vivo feliz. Saco mi agua, riego mi chacra y luego voy a ver mi restaurante. Acá todo es hermoso, las plantas me sorprenden porque no pierden su belleza así no tengan agua. Y muchas nos sirven como medicina. Una de mis plantas favoritas es el canaquil, de donde sale una goma marroncita, que la aprovechamos”, cuenta Mariana, sin saber que este árbol que tanto le gusta está considerado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en peligro crítico de conservación.

El actual gobernador regional de Amazonas también se muestra impaciente por el reconocimiento. “Es necesario y urgente establecer el Área de Conservación Regional para poder realizar proyectos de gran envergadura que logren la puesta en valor de este recurso turístico, como es el Cañón del Marañón, y se convierta en una oportunidad de desarrollo sostenible para Amazonas”. Y no es para menos, este pedazo de tierra y las personas que dependen de ella necesitan el apoyo del Estado. Y nombrar esta zona como ACR es una oportunidad en busca del desarrollo ordenado del nororiente peruano. “Tenemos que pensar en las poblaciones. Todos los que viven en este valle dependen económicamente del río Marañón. Tenemos que conservarlo. Y todavía hay mucho por hacer y estudiar. No solo su valor endémico, sino también cultural, ya que podemos encontrar en la zona restos de culturas preincaicas que no han sido estudiados”, resaltó Manuel Roncal Rabanal, ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Cajamarca.  

Alternativas
Con el reconocimiento de esta parte de los Bosques Secos del Marañón se espera que se reactive económicamente el lugar. Con la investigación, el avistamiento de aves, el turismo de aventura y vivencial, y más. “Acá existe una gran diversidad de flora y fauna, de especies endémicas, y que al mismo tiempo provee de condiciones adecuadas para el cultivo agrícola y para el manejo forestal de esta zona. Y en temas turísticos, con la observación de aves, el canotaje en el río, los circuitos de ecoturismo, el potencial para trabajar agroturismo y turismo rural comunitario, todo esto es muy atractivo pero necesita trabajarse. Estamos en una etapa muy inicial. Todavía hay mucho por hacer. Una vez que reconozcan al ACR Bosques Tropicales Estacionalmente Secos del Marañón, hay que empezar planificando el desarrollo turístico. Y a partir de esto, capacitar a la población, promover la inversión privada y generar inversión directa. Todos los esfuerzos no servirán de nada si es que no trabajamos con una mirada planificada”, sentencia Óscar Gamarra Domínguez, director ejecutivo del Centro de Investigación en Turismo y Desarrollo Sostenible. 

“El potencial es enorme. El clima es bastante rico, hay buen sol y vientos refrescantes. El río es bastante amigable para la familia, personas mayores, chicos. Todos, en especial turistas extranjeros, se quedan sorprendidos por el clima, los animales, las aves, las comunidades que visitamos. Es toda una experiencia de vida. Lo que te permite este río es hacer recorridos de varios días, de una semana a más”, declara Luigi Marmanillo, uno de los promotores de la conservación del río Marañón con la organización Marañon Waterkeeper y uno de los guías más experimentados en esta ruta. Con su agencia Marañón Experience busca impulsar el desarrollo de este deporte en los bosques secos y promover la conservación como una alternativa viable.

Basta darse una vuelta por acá para sentir toda la energía positiva que se genera alrededor de este bosque. La gente está expectante. Ahora solo faltan algunos pasos más... y la firma de PPK. 

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