(Foto: AFP)
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Jerónimo Pimentel

No será esta una defensa de Manuel Burga. No es función del periodismo juzgar, sentenciar ni absolver. Sí opinar. Decir por ejemplo: la gestión de Burga fue un desastre. 

Pero eso no bastaría. Lo que se exige del periodismo es que la valoración esté sustentada en hechos. Y que la argumentación borre la casualidad y pruebe causalidad. Decir por ejemplo: su programa de menores, 'Creciendo con el fútbol', fue un fracaso; amnistió al Sport Ancash de Mallqui de manera vergonzosa; favoreció a la Copa Perú empoderando un sistema futbolístico paralelo cuyo único fin era congraciarse con los presidentes regionales que lo votaban; durante sus 12 años la liga peruana fue un festión de sobornos, dopajes e irregularidades que tienen en su haber noticias tan lúgubres como el fallecimiento de un hincha (Oyarce) y un futbolista (Clavijo), ambos dentro de estadios; sus controles fueron tan laxos que permitieron que un ecuatoriano recorrido juagara como peruano sub 20 bajo el nombre de “Max Barrios”; etc. 

Ahora, mucho más urgentes son los argumentos cuando se da ya no una valoración, sino una condena pública. No ha habido un dirigente de Burga más ejecutado por la prensa que él. Pero ocurre que la justicia norteamericana no ha podido probar que el esquema de coimas de la Conmebol, el llamado FIFAgate, lo haya beneficiado personalmente. Ha sido el único absuelto de más de 40 miembros de una mafia que se alimentó del fútbol sudamericano durante más de una década. Pero su inocencia, consignada brevemente y con sorpresa por los medios locales, no ha tenido la repercusión que tuvo cuando partió a la extradición. 

Uno puede imaginar que Manuel Burga está cansado de juicios y reyertas legales, pero es más o menos claro que si se encuentra de ánimo podría ganar una decena de juicios por difamación en el Perú. Sus detractores, sin embargo, no han tenido la grandeza de rectificar, ni el esfuerzo por probar aquello que el FBI no pudo. 

El lugar en la historia de Burga está parcialmente a salvo de la infamia. Que la clasificación al mundial haya ocurrido solo después de su salida de la federación debería ser un síntoma suficiente de su mediocridad. El hombre fue un desastre, sí, pero hasta que se pruebe lo contrario, un desastre libre de culpa.

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