Derecha: Cuadro de castas que surgieron durante la Colonia. La pintura se conserva en el  Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, México. Izquierda: El historiador Carlos Aguirre de sangre africana, árabe y vasca (Foto: Hugo Pérez).
Derecha: Cuadro de castas que surgieron durante la Colonia. La pintura se conserva en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, México. Izquierda: El historiador Carlos Aguirre de sangre africana, árabe y vasca (Foto: Hugo Pérez).
Teresina Muñoz-Najar

A pocas semanas del Censo de Población 2017, el historiador Carlos Aguirre reflexiona en torno a la novedosa pregunta sobre etnicidad que incluye la encuesta y que nos reclama, a todos, un examen de conciencia.

- La autoidentificación es importante pero también complicada, ¿verdad?

Lo que ocurre es que en todas las discusiones sobre temas raciales, étnicos e identitarios no hay manera de llegar a un consenso sobre quién es qué o cómo se autoidentifica y si esa autoidentificación corresponde o no a cómo uno es identificado por otros. Por ejemplo, alguien que se cree blanco aquí, puede no ser considerado blanco en otro lugar, sino hispano o árabe y viceversa.

- ¿Pasa incluso con los indígenas originarios?

Sí, y es que al factor cultural y étnico hay que agregarle la percepción sobre el lugar que tiene la persona en la sociedad. Alguien para quien sería muy fácil identificarse como indígena, de pronto va a preferir ser mestizo a fin de librarse del estigma. Desde la Colonia, los indios quieren ser mestizos y los mestizos, blancos. Si nos fijamos en censos anteriores, el 55 o 56% de la población peruana está conformado por mestizos. Es imposible saber cuántos que pudieron autoidentificarse como indígenas o afrodescendientes, prefirieron ser mestizos.

- ¿Hasta qué generación se puede sentir uno perteneciente o no a determinada etnia?

No es problema de generaciones, sino de hasta qué punto se han mantenido ciertas tradiciones, costumbre, rituales, celebraciones, estilos de vida y lenguaje. Y hasta qué punto las personas se sienten más identificadas con esas variables que con otras.

- ¿Hemos eliminado la palabra ‘negro’ de nuestro vocabulario para reemplazarla por ‘afrodescendiente’ solo porque es políticamente correcto?

Es una cuestión estratégica y política. En primer lugar, se trata de quitarle el estigma a la palabra ‘negro’, que muchas veces se usa peyorativamente, para darle un contenido políticamente correcto y que permita aglutinar a una serie de comunidades que de otra manera no se reconocerían. Al respecto, no obstante, hay datos curiosos. Cuando Martin Luther King estuvo en Puerto Rico tratando de convocar a los negros detrás del movimiento de derechos civiles no tuvo éxito. ¿Por qué? Pues porque los puertorriqueños no se consideraban negros, sino caribeños, latinos o hispanos. Es curioso. Ahora bien, en Estados Unidos la cosa es muy clara, si tienes una gota de sangre africana, ya eres negro. En América Latina es al revés: si tienes una gota de sangre no africana, ya pasaste a otra categoría. Ya eres un poquito más blanco. Y eso se entiende, pues hay razones históricas de discriminación. Todos queremos ser tratados un poquito mejor.

- Hay otra palabra que también es impronunciable: ‘raza’.

Esto porque hay un consenso, que yo comparto, de que las razas no existen. La raza es una invención, una ficción, pero es muy poderosa. No hay nada, biológicamente hablando, que nos permita limitar el número de razas. La raza no tiene nada que ver con la genética ni con la biología, es una construcción mental que responde a un criterio de poder y de dominación. Entonces, la noción de raza como grupo de personas que responden a ciertos rasgos físicos está totalmente desprestigiada.

Lee la entrevista completa mañana en la edición impresa de la revista Somos

Contenido Sugerido

Contenido GEC