Nora Sugobono

Claudia Vidaurrázaga no sabe mucho sobre quien fuera su bisabuelo, un vasco de nombre Vicente que solía hacer viajes de ida y vuelta al Perú a finales del siglo XIX. En aquel entonces, padres e hijos no compartían sus historias, sus vivencias, como lo hacen hoy. Sí sabe, sin embargo, que cuando la embarcación de Vicente sufrió algunos desperfectos en , no le quedó más opción que quedarse allí hasta que la pudiesen arreglar.

Una vez que estuvo lista, no tuvo mucho sentido volver a subirse a aquel navío: tanto él como su esposa se habían enamorado perdidamente de Arequipa, y fue allí donde decidieron instalarse y formar una numerosa familia. Al nacer su primer hijo –bisabuelo de Claudia–, la pareja optó por enviarlo a estudiar a Bilbao, capital del País Vasco, en España. En esas coincidencias extrañas, mágicas acaso, que suele tener la vida, su compañero de carpeta durante esos años tenía una fábrica de chocolate.

MIRA: Crepería D’Antuan: la verdadera experiencia francesa se encuentra en Magdalena

El resto de la historia más o menos se cuenta sola. Vuelve el hijo a Arequipa con una idea revolucionaria y la familia apuesta por un nicho interesante, una oportunidad no solo de negocio, sino también de investigación: desde la primera década del siglo XX los Vidaurrázaga trabajan con cacao chuncho, antes menospreciado e incluso desconocido.

Claudia Vidaurrázaga es la cuarta generación de una familia chocolatera que fue pionera en la puesta en valor del cacao chuncho. Actualmente, la ibérica posee 108 presentaciones de distintos productos. Vidaurrázaga posa dentro del BAP Unión. Foto: Alessandro Currarino.
Claudia Vidaurrázaga es la cuarta generación de una familia chocolatera que fue pionera en la puesta en valor del cacao chuncho. Actualmente, la ibérica posee 108 presentaciones de distintos productos. Vidaurrázaga posa dentro del BAP Unión. Foto: Alessandro Currarino.
/ ALESSANDRO CURRARINO

La empresa familiar (que ya lleva cuatro generaciones) mantiene su compromiso con dicha consigna: la de difundir el chocolate peruano a los rincones más lejanos del mundo. De don Vicente Vidaurrázaga se sabe poco, como decíamos al inicio, pero cuenta su bisnieta que fue un hombre austero, generoso en silencio y religioso hasta el día de su muerte, que fue temprana. Un visionario que arrancó un emprendimiento que hoy comprende más de un centenar de productos consumidos dentro y fuera de nuestras fronteras.

Si fue un barco el que lo trajo a las costas peruanas y significó el comienzo de La Ibérica, hacía tiempo que quedaba pendiente un merecido homenaje, esta vez a la Marina de Guerra del Perú. Pero llegó la pandemia y, como les pasara a muchos, algunas cosas buenas simplemente tuvieron que hacerse esperar.

MIRA: Pollada con barrio: los consejos para cocinarla con el sabor tradicional

Alta mar

“Esto había nacido mucho antes, pero la pandemia nos frenó el proyecto”, indica Claudia sobre la reproducción de la imagen del B. A. P. Unión, el buque escuela a vela de la Marina de Guerra que recorre el mundo. “Para nosotros era muy importante difundir el cacao, sobre todo cuando nos enteramos de que lo consumían en el barco y que en ocasiones incluso lo regalaban a las autoridades de otros puertos cuando llegaban”, explica Vidaurrázaga.

Bernardo Suárez, gerente general de la marca, conocía del colegio y la vida a muchos de los marinos encargados del funcionamiento del barco, entre ellos el comandante general de la Marina, el almirante Alberto García Luna. “Para la institución, es muy relevante que una empresa nacional tan reconocida y representativa como La Ibérica lleve en sus envases la figura del buque escuela y embajador patrio”, indicó. “Esto nos permite fortalecer el rol que desempeñamos difundiendo la imagen del país a nivel nacional e internacional. Ya lo había dicho el almirante Grau: las Marinas unen al mundo; cada vez que un barco llega a un puerto, lleva cultura y desarrollo”.

Qué mejor que chocolate peruano de alta calidad para presentarnos con aquello que más nos hace sentir orgullosos en mar, tierra o aire: nuestra rica biodiversidad.

La historia de La Ibérica nace -y persiste al día de hoy- en Arequipa, con la llegada de un vasco marino mercante, quien se enamoró de la ciudad y decidió establecer allí su residencia. Llevan más de cien años fabricando chocolates. En la foto, oficiales del BAP Unión prueban algunas pastillas de chocolate el pasado 21 de junio, fecha del lanzamiento de las nuevas presentaciones. Foto: Alessandro Currarino.
La historia de La Ibérica nace -y persiste al día de hoy- en Arequipa, con la llegada de un vasco marino mercante, quien se enamoró de la ciudad y decidió establecer allí su residencia. Llevan más de cien años fabricando chocolates. En la foto, oficiales del BAP Unión prueban algunas pastillas de chocolate el pasado 21 de junio, fecha del lanzamiento de las nuevas presentaciones. Foto: Alessandro Currarino.
/ ALESSANDRO CURRARINO

Más información:

  • La Ibérica comenzó como un pequeño negocio chocolatero en 1909, y hoy es considerada la fábrica de chocolates más antigua del país.
  • Aproximadamente entre 4 y 5 toneladas de productos se fabrican a diario en Arequipa, entre todo el catálogo de La Ibérica: no solo chocolate, sino también toffees, turrones, mazapanes y bombones.
  • Entre los próximos lanzamientos de la marca se encuentran una caja de bombones especiales rellenos de pisco, de edición limitada (cuya venta es exclusiva solo en las tiendas de La Ibérica) y una barra de chocolate al 82% por ciento de cacao, el máximo contenido de este insumo jamás usado en uno de sus productos.
  • Los envases especiales que La Ibérica lanzará con la imagen del B. A. P. Unión (toffees y chocolates, ambos en su presentación de 150 gramos) son productos de edición limitada que serán vendidos solo hasta agosto. Podrán encontrarse en las tiendas de La Ibérica, supermercados y otras tiendas a nivel nacional.

Contenido Sugerido

Contenido GEC