MDN
Pedro Suárez Vértiz
Pedro Suárez Vértiz

Se cree que todos los hombres pasamos por la crisis de la mediana edad. Por ello el nombre ‘crisis de los 50’. La verdad es que este problema no siempre se va a dar. También se hablaba de la ‘crisis de los 40’ en mi juventud, pero cuando llegué a esa edad no sufrí ningún transtorno físico ni psicológico.

Elliott Jaques fue un psicoanalista canadiense que en 1965 popularizó el término midlife crisis, o ‘crisis de la mediana edad’. Luego este fue utilizado en libros y otros medios. El estudio de Jaques se resume en que los hombres se vuelven miserables una vez que se percatan de que han vivido más de la mitad de su vida. Este estudio recae específicamente sobre los hombres, ya que en el caso de las mujeres se relaciona con la menopausia.

Jaques demostraba los resultados de sus análisis en la vida de genios de la historia como Mozart, Bach y Shakespeare. Según su teoría, luego de cumplir los 30 años se volvían frugales por el hecho de no sentir que habían cumplido con todo lo que querían en la vida. Cabe recalcar que en aquella época la esperanza de vida era menor, por lo que una crisis de mediana edad se daría un poco después de cumplir 30. En el siglo XX, era muy común asombrarse de cumplir los 33 años, también llamada la ‘edad de Cristo’.

El sentido común indica que esta crisis es el resultado de sentir que ya se ha vivido la irrepetible primera mitad de la vida. Aquella que contiene juventud y energía. La que hace a los sabios decir ‘juventud, divino tesoro’. También el hecho de descubrir que quizá no estamos donde nos proyectamos estar cuando éramos jóvenes. Fenómeno hermosamente plasmado en la línea “Hijo, estarás aquí mañana pero tus sueños quizás no”, de la canción de Cat Stevens Father and Son.
La aparición de canas en abundancia, dolores de espalda y la clara disminución de la energía deportiva hace imposible negar que ya no somos los mismos. Todo parece alinearse para generar una innegable ‘crisis’ digna de su nombre. Pero no siempre es así.

Daniel Levinson, un psicoanalista neoyorquino –famoso por su influencia en el estudio del desarrollo de los adultos–, expone una teoría acerca de las fases transicionales en la vida. Él cree que entre fase y fase existe una especie de hoyo con el cual hay que lidiar para continuar con nuestra existencia. Estas fases vendrían a ser las etapas estables de nuestras vidas, mientras que las transiciones, las crisis.
Es así como explica que el mismo fenómeno ocurre en la adolescencia. Asimismo, en la transición de la temprana adultez –a mediados de los 40 años– a la adultez tardía, cuando uno ya se encuentra en la edad de jubilación. Aunque en los últimos 30 años la palabra jubilación es ya obsoleta.

El estratega de marca Pash Pashkow, en una sesión de TED Talks en la Universidad de California, dio a entender que esta crisis puede ocurrir en cualquier momento de nuestras vidas. Él puede claramente diferenciar entre lo que algo es y lo que se percibe que es. En otras palabras, la crisis de mediana edad necesitaría un cambio de ‘marca’. Él utiliza de ejemplo a las damas chinas, que en realidad tienen origen alemán. Aferrarnos a una realidad equivocada es la base de todo. Así seas un niño.

Puede ser que alguien en sus 23 años, en el auge de su juventud, esté pasando por una crisis y ni se dé cuenta. Entonces ¿por qué habría que afrontarlo de manera negativa y sin esperanza cuando creemos que en realidad estamos atravesando una? Pues porque el mismo nombre nos prepara inconscientemente para ponernos míseros al instante cuando lleguen los –supuestamente críticos– 50 años.

Cumplir cualquier edad después de los 17 años tiene una connotación pesimista porque siempre aparecen generaciones menores que nosotros. Ese espejismo golpea a todos.

Los 50 años son la edad de oro y no la de crisis. Hace 2 mil años la expectativa de vida era de 40 años por las guerras, la falta de penicilina, vacunas y el auge de las pestes. Pronto la medicina preventiva pondrá la expectativa de vida en los 100 años. Así que todo mito de crisis desaparecerá. Yo, particularmente, cumplo 50 este febrero y, gracias a los Rolling Stones, me siento un bebé. //

Contenido Sugerido

Contenido GEC