Mile Jedinak (el capitán) tiene tres Mundiales encima y juega de mediocampista en el Aston Villa de la FL Championship de Inglaterra. Pura experiencia. Aaron Mooy (el mejor ante Francia) Mooy ha sido internacional con la selección de Australia en tres partidos. Hoy es figura en Rusia 2018.
Mile Jedinak (el capitán) tiene tres Mundiales encima y juega de mediocampista en el Aston Villa de la FL Championship de Inglaterra. Pura experiencia. Aaron Mooy (el mejor ante Francia) Mooy ha sido internacional con la selección de Australia en tres partidos. Hoy es figura en Rusia 2018.
Jerónimo Pimentel

Para que el fútbol se instale en Australia –una isla-continente que ha hecho de su actividad deportiva un orgullo nacional– ha tenido que batallar bastante: primero contra las otras disciplinas heredadas del imperio británico, como el cricket, las carreras de caballos o el tenis, todas prácticas de gran implantación; y luego contra las variantes del balompié que se practican ahí, como el rugby en sus dos modalidades y el fútbol australiano o footy, otro derivado altamente popular. 

Pero el fútbol lo ha conseguido. Generalmente lo hace, aunque esta vez le tomó un tiempo. Hasta los setenta era un deporte semiprofesional y salvo la participación en Alemania 74, donde Australia clasificó luego de dejar atrás a Irak, Irán y Corea del Sur en una Eliminatoria que unió a las confederaciones de Asia y Oceanía, los ‘Socceroos’ no habían asomado cabeza. La lejanía de la isla respecto al centro futbolístico (el eje UEFA-Conmebol) marginó a los canguros de distintas formas: o relegándolos a competir con pequeñas islas del Pacífico u obligándolos a medirse con países políticamente resistidos por sus vecinos (Israel, Taiwán) o asignándoles medio –o incluso un cuarto de– cupo para que se midan con el quinto de Sudamérica, una dudosa oportunidad que solo les permitió llegar a la élite una vez. 

La hazaña la realizó una generación que emergió a inicios del 2000 y que se consolidó con la clasificación a Alemania 2006 luego de eliminar a Uruguay. De esa promoción, quizás la mejor selección en la historia australiana, se recuerdan talentos magníficos como el arquero Schwarzer, el back Lucas Neill, el mediocentro Mark Bresciano, el genio creativo Harry Kewell (el ‘Maradona australiano’) y el letal Mark ‘Bazooka’ Viduka. Australia, dirigido por un lúcido Guus Huddink, superó la fase de grupos y cayó en octavos de final ante el futuro campeón, Italia, solo por culpa de un penal dudoso cobrado en el minuto 95 por el réferi español Medina Cantalejo, un exponente inolvidable del pésimo arbitraje ibérico. 

Uno de los protagonistas de esa gesta se mantiene en el equipo auriverde. Se trata de Tim Cahill, quien logró algunos hitos en su selección: anotó el primer gol de sus colores en un , contra Japón en el 2006; cuatro años después, en Sudáfrica, celebró dos goles más, aunque no bastaron para que Australia sea eliminado en fase de grupos por diferencia de goles; y en Brasil 2014 se dio el gusto de marcar ante Chile y Holanda, aunque de poco serviría el aporte, pues la campaña de su selección fue desastrosa.  

En Rusia, aunque suplente, Cahill es el símbolo vivo de un equipo que busca reinventarse en un grupo durísimo. Tiene algunos acompañantes de cuidado. El más importante es Mile Jedinak, un medio mixto con gol, capitán del equipo, que a sus 33 años es el motor de un conjunto atlético que tiene en el orden táctico su principal recurso. Junto a él está Aaron Mooy, un habilidoso pasador, notable en el armado ofensivo, al que Gareca deberá neutralizar sí o sí con Tapia o Aquino; y un poco más adelante, Daniel Arzani, a quien no se vio bien ante Francia pero que a sus 19 años es la promesa de gol de Australia. En el arco, Mathew Ryan, continúa la interesante tradición de guardametas oceánicos formada por el propio Schwarzer, Bosnick o Vukovic. 

El reto de Perú no será menor: el tercer partido, urgente desde el sentido del honor, implicará que la blanquirroja logre desordenar a su rival sin perder orden. La responsabilidad la tienen los dirigidos por el ‘Tigre’ pero, normalmente, les ha costado asumir ese protagonismo ante oponentes, en teoría, de menor jerarquía. Contra Nueva Zelanda, en territorio ajeno, se sufrió demasiado; y Australia es una versión bastante más seria. Por biotipo, será clave mantener la paz en las pelotas paradas. ¿La clave? Hacerse del mediocampo y presionar a los laterales para atravesar líneas. 

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