María José Osorio

Ah, la crisis de la mediana edad. Un rito de iniciación para muchos, pero a medida que los ‘millennials’ (también conocidos como la generación que los ‘boomers’ culpan por todo lo que está mal en el mundo y los de la gen Z se refieren como “nuestros antepasados”) comienzan a llegar a los 40, se hace evidente que su (nuestra) crisis de la mediana edad se ve muy diferente a la de los anteriores.

Primero está el tema de los hitos atrasados, es decir, todas esas maneras en que estamos decepcionando a nuestros padres: nos casamos más tarde o no del todo, tenemos hijos más tarde o no del todo. Según el Pew Research Center, en 2020, solo el 44% de ‘millennials’ estaban casados, en comparación con el 53% de la generación X en esa misma edad. Además, la tasa de natalidad es más baja que la de cualquier generación anterior. A diferencia de sus padres, la mediana edad no solo no agarra a los ‘millennials’ con familias formadas, sino que muchos todavía están tratando de descubrir qué quieren ser cuando sean grandes.

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Por otro lado, están las presiones financieras. “Crisis económica” es nuestro segundo nombre y ni hablar de las elevadas tasas de interés, la inflación y los costos de vivienda. Entonces, si bien nuestros padres a nuestra edad ya tenían una casa y dos autos en la cochera, la mayor parte de nosotros solo estamos tratando de pagar el alquiler y tal vez derrochando en ‘avocado toasts’ de vez en cuando.

También somos la generación a la que se le dijo que podía ser cualquier cosa que quisiera ser. Entonces, a medida que llegamos a la mediana edad, no sorprende que estemos cuestionando si nuestro camino actual nos está conduciendo hacia el futuro deseado. Algunos han sacrificado estabilidad financiera y laboral apostando por algo propio, otros han decidido gastar todo su retiro de AFP en intentar ser ‘travel influencers’, y otros, una buena cantidad, están sentados, celular en mano, viendo pasar las vidas perfectas de los demás en Instagram y cuestionándose si realmente fueron auténticos con ellos mismos y eligieron el camino que deseaban. Es como aquella vez que todos pensamos que queríamos ser abogados después de ver “Legalmente rubia”, pero nos dimos cuenta de que era un montón de papeleo, y se nos pasó.

Además, y esto es un poco más complejo, a diferencia de las generaciones anteriores, los ‘millennials’ nos preocupamos por envejecer con gracia y aceptar el proceso. Pero esto choca con nuestra propia autopercepción porque no sentimos que estamos envejeciendo. Muchos treintañeros viven la vida que hace algunas décadas estaba reservada para los veinteañeros: independencia, soltería, noches de fiesta y la libertad para ir descubriendo quién eres y qué te gusta. Esto con el beneficio adicional de estar más maduros emocionalmente y con mayores recursos económicos. Si la crisis de la mediana edad en generaciones anteriores se trató sobre intentar reconectar con la juventud, para los ‘millennials’ cuenta más el vernos forzados a dejar nuestra juventud que el hecho de que se haga innegable la sensación de que por fin debemos entregarnos de lleno a la adultez.

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Así que nos aproximamos a la base cuatro con un mundo cada vez más inhabitable, cuestionando nuestra identidad y propósito, lidiando con el trauma generacional e intentando entender qué ya no es ‘cool’ mientras miramos tiktoks de gente que nació después de la caída de las Torres Gemelas. Pero bueno, al menos no estamos comprando autos deportivos y teniendo amoríos con personas a las que les doblamos la edad. Nos conformamos con un nuevo iPhone y 12 cuotas sin intereses en Despegar. //


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