"Educación en valores", por Carlos Galdós
"Educación en valores", por Carlos Galdós
Carlos Galdós

Nunca me gustaron las actuaciones de colegio, donde los niños son expuestos por sus padres y profesores a representar roles de adultos. Niños cargándose de información que no corresponde a su edad, entablando roles que ni entienden o, peor aún, interpretando canciones cuyo contenido no hace más que alimentar los prejuicios y estereotipos que tanto daño nos hacen como sociedad.

Esta semana fui testigo, con profunda pena, de cuánto daño le estamos haciendo al futuro del país. Esther me pidió encarecidamente que participara como jurado en la muestra de pequeños talentos del colegio de su hija. Esther es quien nos engríe todos los días en casa con su único e insuperable don para la cocina. “Encantado de la vida, Esthercita. El miércoles voy al colegio de tu hija como jurado del show de talentos”. 

Llegado el día, la directora del colegio me recibió con mucho cariño y una buena cuota de sobonería. “Es un orgullo recibirlo, señor Galdós. Todas las noches vemos su programa, La batería”. Desde ese momento ya sabía que algo iba a salir muy mal. No por la equivocación, sino por la mentira: “Justo anoche lo vimos en su programa y nos hemos muerto de risa”. Como algunos sabrán, yo desde hace exactamente 58 días no aparezco en la televisión. Pero más allá de la mentira, me aterró levantar la mirada y leer en una gigantografía en la fachada del colegio: ‘Educación en valores cristianos’. Cada vez que leo la palabra ‘valores’ como argumento educativo, sé que se trata de otro colegio que está estafando a la gente. 

“Vamos a dar inicio a nuestro show de talentos y, para ello, contamos con la grata presencia del reconocido artista Carlos Galdós, quien destaca todas las mañanas en radio Studio92 y de quien, además, conocemos su sensibilidad y valores cristianos, un reconocido artista peruano de talla internacional quien nos honra con su visita esta mañana...”. Con esas palabras me presentaban y daban inicio a las actuaciones. Es necesario comentar que hace casi un año ya no pertenezco a las filas de la radio antes mencionada y de internacional lo único que tengo es el pasaporte. 

“El primer número de la mañana está a cargo de los alumnos del segundo grado de primaria”. De pronto, aparecen cinco niñas de siete años maquilladas, vestidas de bailarinas eróticas y un niñito disfrazado de Ozuna, uno de los reggaetoneros más despreciables que existen, todos cantando: “yo soy su nene, sé que eres el que la mantiene, pero conmigo es que se viene”, “bájate la falda, quítate el sostén”, “es que ella los prefiere boquisucios”, “quiere que le meta duro con el prepucio”, “se puso en cuatro patas, quiere que lo entre por donde le sale caca, abre esas patas”. 

“Y ahora tenemos un sketch presentado por los niños de quinto y sexto de primaria, titulado ‘¿Quién entiende a las mujeres?’”. Y nuevamente el desfile de niños haciendo de adultos molestos con mujeres, uno disfrazado de policía de tránsito y diciendo: “Si maneja mal, seguro que es mujer”. Otra niña hizo de abuelita y dio el siguiente consejo: “Hijita, a los hombres hay que saber atenderlos, te vas a casar y ni hervir agua sabes”. Mientras tanto, las risotadas de los padres de familia me desconcertaban aún más que las actuaciones de los niñitos. 

A mi derecha estaba la profesora de arte y, a mi izquierda, la presidenta de la APAFA. “Disculpen la molestia, ¿dónde queda el baño?”. Y esa fue la justificación perfecta para huir del colegio con valores cristianos. 

“¿Señor Carlitos, que le pasó? ¡Por qué se fue así, sin decir nada! Me ha dejado usted mal con el director del colegio”. Discúlpame, Esthercita, me sentí un poquito mal.

No hay nada que decir; conclusiones sobran. Así de jodida está la educación en el Perú. 

Esta columna fue publicada el 28 de abril del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

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