Jaime Bedoya

Escrito está: la llegada al Congreso de los israelitas hará recordar los tornillos de Rosa Bartra como el Siglo de las Luces de la política peruana. Hemos pasado del Opus Dei al Antiguo Testamento. De la cucufatería al fundamentalismo. Del Wimbledon a Las Cucardas.

Digerir la doctrina impartida por el Pastor de Pastores, don Ezequiel Ataucusi Gamonal requiere virtud espiritual, amplitud mental o vodka, según personal requerimiento. Don Ezequiel, forma carnal del Espíritu Santo nacida en Arequipa, contaba que una vez en un río un pez le salvó la vida. Dada la contextura del profeta el pez debe haber sido un paiche. De ahí habría surgido el pescadito que los apóstoles de su propio ombligo reprochan a los politólogos no haber anticipado.

Ataucusi interpretó que el nombre de nuestra patria estaba camuflado en las Santas Escrituras bajo el código Jerú(Perú)salem, teoría creíble al lado del asunto del pez salvavidas. Como nuevo mesías debía haber resucitado al tercer día de su fallecimiento sucedido en el 2000. Para la eternidad- y para el tango- un atraso de 20 años no es nada.

Su última profecía era la del Apocalipsis. Un juicio de mil años, a lo Carhuancho, tras el cual carros de fuego recogerían a los israelitas hacia otros mundos más seguros. Todo encaja. Andrés Hurtado sería el gran transportista de este éxodo galáctico.

Pero antes del fin del mundo hay un factor disruptivo que podría fungir de efecto mariposa alterándolo todo: Nos referimos a David Chauca, el Hincha israelita.

Posicionado como el rostro amable de lo pintoresco, David Chauca hizo el crossover del templo al estadio a propósito de otra señal del fin de los tiempos, el resurgimiento de la selección peruana de fútbol. Construyó una sólida reputación de entusiasta incondicional desde los techos próximos a La Videna. Cerca al cielo, cerca a Dios.

Dios proveyó: un alcalde oportunista le regaló un pasaje al Mundial de Rusia. Un hombre Santo, Ricardo Gareca, lo apoyó con 200 dólares. Y un pecador, Edwin Oviedo Pichotito, le facilitó entradas populares que los hermanitos de los Cuellos Blancos deben haber rechazado.

El Hincha Israelita regresó al Perú convertido en cábala humana, mototaxista puntual e insospechado influencer tecnológico. Hay un video suyo realizando el unboxing de un iPhone, publicidad con referencias religiosas que es lo que la gelatina a la cocina de autor, siendo la gelatina una deliciosa simpleza.

Lo diabólico quiso tentarlo en la Copa América Brasil 2019. Trascendieron fotos suyas rodeado de féminas, que es como la policía llama a las mujeres peligrosas. Su esposa le pidió explicaciones a larga distancia, siempre las más enérgicas. El delicado tema del hilo dental propio de Copacabana se sugirió maliciosamente en la prensa. El israelita salió jugando con una frase galante:

- Mi única amante es la selección.

La trayectoria vital del Hincha Israelita demuestra que cumple una misión atribuible a un encargo superior. El Hincha israelita es religioso, pero es mundano. Es creyente, pero es farandulero. Es fiel a las Escrituras, pero es fiel a Apple. En resumen, es israelita, pero es hincha.

¿Se trata de un topo del Antiguo Testamento infiltrado en las tentaciones de la modernidad? ¿O es un outsider de subordinación divina emprendido en una misión urgente?

Vamos por lo segundo. El Hincha Israelita evidencia en su humana imperfección, que es la nuestra, la distancia que nos separa de estar a la imagen y semejanza del creador.

Eso convierte al Hincha Israelita en potente alegato para postergar el Fin del Mundo: aún no somos dignos de que Andrés Hurtado Chibolín nos conduzca de la mano a un mejor planeta.

Gracias a ambos por su servicio a la humanidad.

Perú, país inacabable:

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