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Gordon Banks
Jaime Bedoya

Hay algo hermosamente absurdo en que una de las profesiones más generosamente pagadas del mundo (1) consista en que un hombre adulto se vista de corto para impedir que un balón ingrese en el interior de un umbral imaginario. Es una jornada laboral simple aunque humanamente inabarcable según las leyes de la biomecánica lo que hace la tarea digna de héroes. Esa es una de las razones por la que los arqueros vuelan.

Es en la portería que empieza y termina el fútbol. Y es en el arquero que se define, por antítesis, la doble esencia del más bello deporte: no solo hay que anotar goles, hay que impedirlos.

Esta singularidad determina que la naturaleza propia del juego colectivo haga del gol una felicidad común. Pero cuando el gol es en contra la tragedia adquiere dimensiones individuales: el arquero es siempre el primer sospechoso común de la tragedia.

Históricamente aparecen los diferentes, los porteros emblemáticos que hacen creíble la posibilidad de que exista alguien capaz de atajar absolutamente todo.

Es lo que parecía hacer el robusto y carismático inglés Gordon Banks (1937). Su proeza máxima es haberle atajado un cabezazo con pasaporte de gol al más grande del mundo, Pelé, en el Mundial de México 70. Banks atajó hasta los 35 años. Tuvo un accidente de moto que le hizo perder un ojo. Y con él su carrera.

El Hombre Araña en ruso
El satélite soviético Sputnik, ‘compañero de viaje’ en ruso, fue el que llevó de la mano a Lev Ivanovich Yashin (1929-1990) al estrellato deportivo mundial. Fue durante el Mundial de Suecia 1958, el primero en ser transmitido por televisión gracias al vehículo espacial soviético orbitando en torno a la Tierra.

La proeza múltiple de Yashin con sus miembros superiores parecía emular las potencialidades de los cuatro pares de patas de un arácnido. Si a esto se le sumaba que Yashin vestía de riguroso negro, quedaba claro que el apelativo de La Araña Negra sería su nuevo nombre.

En 1963 La Araña Negra se adjudicó el Balón de Oro al mejor futbolista de Europa, trofeo que ahora se disputa monocordemente el binomio Ronaldo-Messi. No hay otro arquero que haya logrado ese trofeo. Yashin se retiró a los 42 años con la Orden de Lenin en el pecho y compartiendo cancha con Pelé, Eusebio y Beckenbauer en un partido ante cien mil llorosos espectadores.

Mi mamá tapa
El periodista y doctor en ciencias sociales Vicente Verdú ha escrito uno de los libros más inteligentes respecto al fútbol. Se trata de “El fútbol. Mitos, ritos y símbolos”, conciso revelador de códigos futboleros que logran iluminar el gris horizonte, matemáticamente traumatizado, del hincha peruano.

Verdú relaciona el arco como dintel, símbolo de entrada a la santidad del hogar. Ese umbral es al mismo tiempo puerta tácita hacia la pureza doméstica representada en virginidad hecha de redes, himen a destiempo que el portero defiende con cuerpo y alma.

Si bien fuera de la cancha los jugadores de un equipo tienen un solo padre en común, el entrenador, dice Verdú que dentro del gramado están bajo el amparo de una gran madre simbólica: el portero.
Esta madre simbólica ejerce su esencia femenina al ser el único que puede tocar la pelota con las manos, gesticulando a mansalva dentro de ese espacio femenil que suponen sus dominios, el área chica, antesala al orificio que el adversario no ha de penetrar.

De Zoff A Buffon
Apoyado en la correspondiente argumentación estadística Verdú recuerda que los guardametas, como corresponde a su sexo simbólico, suelen ser longevos. Es el caso de Dino Zoff, inacabable arquero italiano que participó en cuatro mundiales antes de retirarse a una edad en la que otros ya empiezan a tomar Ensure.

Cuando más del 60% de la población actual peruana aún no había nacido, Mundial de España 82, la selección del Perú se enfrentó a Italia capitaneada por Zoff. El partido acabó en triunfo moral peruano, empate a uno. Anotó por el Perú un tiro libre de Rubén Panadero Díaz que tras hacer un extraño, eufemismo de autogol, desubicó al golero italiano. Por entonces Zoff ya tenía 40 años, seis más que el recientemente noqueado Jonathan Maicelo. En ese Mundial, liderando a su equipo se convirtió en el jugador más longevo en ser campeón del mundo.

Hasta el 2006 el premio al mejor arquero en un Mundial llevaba el nombre del arácnido Lev Yashin. Ese año lo ganó el arquero de Italia Gianluigi Buffon, campeón mundial.

Carta de amor al arco
Esto lo escribió un arquero: “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Salió del puño y letra del filósofo, periodista y escritor francés Albert Camus, que honrosamente defendiera porterías universitarias hasta que la tuberculosis lo sacara de las canchas. Se dedicó a otras cosas, como ganar el Premio Nobel de Literatura en 1957, hasta que un árbol se interpusiera en el camino de su auto y muriera sin llegar a los 48 años.

La profundidad de campo que da la mirada de largo alcance influye no solo en el raciocinio del guardameta, sino también en su sentimentalidad. Así, cuando se enamora, suele hacerlo desde la perspectiva de quien ve pasar la vida entre tres maderos.

Cuando en 2016 Gianluigi Buffon alcanzara la semiinmortalidad al vencer el récord italiano de 974 minutos sin que le pudieran hacer un gol, escribió una carta de amor pública.

Él y su pareja, la presentadora de televisión Ilaria D’Amico, eran ya pintorescamente célebres desde que sus vecinos se quejaran de los ruidos amatorios que hacían, alegando que eran “como conejos”. El arquero decía cosas como esta:

Justo el día en que dejé de mirarte a la cara empecé a amarte.

Lo notable es que la declaración de amor no era para su novia. Estaba dedicada a su portería.

(1) Manuel Neuer, excepcional portero alemán, gana 1,4 millones de dólares al mes. El crédito nacional y arquero de nuestra selección Pedro Gallese está alrededor de los 60 mil dólares mensuales. La estimación es del periodista Pedro Canelo, lo que lo hace penalmente responsable de la misma.

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