Horas de lucha: la actualidad bajo la lupa del incombustible González Prada, por Renato Cisneros
Horas de lucha: la actualidad bajo la lupa del incombustible González Prada, por Renato Cisneros
Renato Cisneros

Hace 175 años, un 5 de enero como hoy, nació Manuel González Prada (MGP). El dato podría pasar por una efeméride aburrida si no fuera porque se trata de uno de los hombres más influyentes en la literatura y política peruanas de los últimos dos siglos. El predicamento de MGP como ensayista, poeta y pensador goza de tanta vigencia que muchas de las ideas que expuso en su día sirven hoy para comprender aspectos de nuestra aspaventosa coyuntura. A las pruebas nos remitimos.

“Los presidentes cambian, las Cámaras se suceden: solo es inmutable la corrupción política. Moralmente somos una tierra de ruinas y de muertos. Estamos en completa bancarrota moral” (El tonel de Diógenes, 1945).

Aunque las cuatro secciones de El tonel de Diógenes recopilan textos escritos entre 1844 y 1918 –muchos de los cuales hacen referencia al estado en que quedó el país luego de la Guerra con Chile–, hay párrafos enteros que parecen diagnosticar al Perú del siglo veintiuno. Hoy seguimos padeciendo esa volatilidad de autoridades, y tras lo vivido esta semana con el fiscal de la Nación, no creo que haya expresiones más precisas para definir el desaguisado de Chávarry que “corrupción inmutable” y “bancarrota moral”.

“Los viejos deben temblar ante los niños, porque la generación que se levanta es siempre acusadora y juez de la generación que desciende. De aquí, de estos grupos alegres y bulliciosos, saldrá el pensador austero y taciturno; de aquí, el poeta que fulmine las estrofas de acero retemplado; de aquí, el historiador que marque la frente del culpable con un sello de indeleble ignominia” (“Discurso en el Politeama”, 1888).

La velocidad con que se suceden los eventos que determinan el curso de la vida nacional quizá no permite ver que estamos ante un inminente recambio generacional político. Ya los resultados de las últimas elecciones municipales-regionales y los del referéndum son una muestra palpable de los niveles de hastío hacia quienes encarnan la política convencional. Las elecciones generales siguientes tendrían que confirmar esa indignación y catapultar a líderes nuevos, con experiencia pero sin historial.

“Se diría que la parte más noble y más generosa de la humanidad viene al mundo con la intuición de que la tierra ha de engrandecerse, no por los vaivenes apacibles, sino por las sacudidas violentas. La comparación de las tempestades (que purifican el ambiente) con las revoluciones (que bonifican a un pueblo) carece de novedad, pero no de exactitud” (Prosa menuda, 1941).

Lo vivido en las calles de diferentes ciudades a inicios de esta semana, después de que el fiscal de la Nación, en pleno Año Nuevo, retirara a los fiscales Vela y Pérez del equipo especial Lava Jato, es una prueba fiable de que la calle está dispuesta a ejercer su rol fiscalizador a cualquier costo. Mientras con Chávarry queda la sensación de que estamos frente a un muñeco manejado por un ventrílocuo nervioso que fuerza a su criatura a caer en bochornosas contradicciones, del lado de la ciudadanía vemos coherencia, ganas de sacudir y refundar una de nuestras instituciones más importantes para que nunca más caiga en manos de un títere tan pálido.

“Hoy el camino está llano para todos, hoy la imprenta se abre para todos, todos pueden hablar y mostrarse como son. Si hay sabios ocultos, que nos descubran su sabiduría; si hay literatos eminentes, que nos enseñen sus producciones; si hay políticos de amplio vuelo, que nos desenvuelvan sus planes; si hay guerreros invencibles, que nos desarrollen su táctica y estrategia; si hay industriales ingeniosos, que nos patenticen sus descubrimientos o aplicaciones. No creamos en genios mudos ni en modestias sobrehumanas: quien no alza la voz en el certamen del Siglo, es porque nada tiene que decir” (Pájinas libres, 1894).

La mejor prueba de que el Perú vive en democracia es la libertad de expresión que rige en el país. Ahí es donde se cae el burdo intento de querer comparar a Vizcarra con Fujimori. Para lo que debe servir hoy esa libertad, tal como proponía MGP hace más de un siglo, es para aportar las ideas que a menudo escasean entre la clase dirigente. Es momento de alzar la voz, no solo para protestar, sino para recomponer el extenso camino perdido. //

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