Jaime Bedoya

Esto es lo que se sabe:

Si pasa a la segunda vuelta con un panetón Tottus, gana el panetón Tottus por un margen de 45%.

Si Keiko pasa a la segunda vuelta con el Kam – Lu Wantán del chifa Four Seas, gana el Kam Lu Wantán por un margen de 37%.

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Si Keiko pasa a la segunda vuelta con una mochila de emergencia, gana la mochila de emergencia por un margen de 23.7%.

Si Keiko pasa a la segunda vuelta con resaltador luminoso, gana el resaltador luminoso por un margen de 18 %.

Si Keiko pasa a la segunda vuelta con una colección empastada de Condorito, gana la colección empastada de Condorito por un margen de 14 %.

Si Keiko pasa a la segunda vuelta con un vino en caja, gana el vino en caja por un margen de 11.5%.

Si Keiko pasa a la segunda vuelta con una palta Hass, gana la palta por un margen de 9%.

Si Keiko pasa a la segunda vuelta con una tabla de picar, gana la tabla de picar por un margen de 7%.

Si Keiko pasa a la segunda vuelta con lápiz Mongol # 2, gana el lápiz por un margen de 5.8 %.

Si Keiko pasa a la segunda vuelta con ella misma, queda segunda.

Según la historia reciente todas las anteriores hipótesis tienen un altísimo nivel de verosimilitud y probabilidad. Siendo esto así, constituye un acto atentatorio del sentido común, de la sindéresis y del propio instinto de supervivencia como especie, las últimas declaraciones de connotados líderes de Fuerza Popular, el partido de y para Keiko:

- La postulación de Keiko se verá en su debido momento.

Pensar así escapa a la realidad. Quien dice eso no es de este país ni de este mundo. Proviene de alguien que habita en un metaverso autista y desconectado, estado mental de aquellos que requieren paredes acolchadas para evitar auto lesiones.

Ese debido momento ya no existe. No es una condición futura porque esos debidos momentos ya fueron. Keiko ha tenido 3 debidos momentos – elecciones de 2011, 2016, 2021-, en todos los cuales lo que logró fue hacer ganar a su contrincante, por más modesto que fuera. Keiko, por si no queda claro, no es Messi.

Gran parte de la responsabilidad por la tremenda crisis que vivimos es resultado de su comportamiento político. Una intransigente ambición personal, acompañada de inexistente consideración sobre el efecto de la misma en la salud democrática del país, ha sido el acelerador del agujero negro actual.

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Lo que hizo su padre lo hizo su padre, y por eso está preso. El fujimorismo ya ha demostrado lo mejor y lo peor que pudo hacer, y ahora necesita hacerse a un lado. Keiko utilizó una mayoría congresal para dinamitar las posibilidades funcionales de aquel gobierno que no llevara su nombre. Así lo hizo con Pedro Pablo Kuczynski, hoy con comparecencia bajo restricciones, para no romper la reciente tradición jurídica presidencial.

Le debemos a Keiko la trágicamente exitosa impostura progresista de Martín Vizcarra, que se posicionó como su antítesis. Esta fue una farsa cobijada bajo el miedo pandémico, el cual supo usufructuar tipo Aló Gisela mientras se vacunaba a escondidas. Potenciado por los anticuerpos que genera Keiko, Vizcarra – con solicitud de 15 años de prisión por cohecho pasivo a sus espaldas- ha logrado incomprensible protagonismo en las encuestas.

Le debemos a Keiko el apoyo por descarte que llevó a Castillo a la presidencia. Un sindicalista impostor que también se hacía pasar como agente reivindicatorio de aquello negativo que ella y su organización representaban. Castillo, fiel a la costumbre presidencial peruana contemporánea, ahora pugna prisión preventiva por 18 meses.

Le debemos a Keiko el descrédito de la política partidaria al haber instrumentalizado la mayoría como un rodillo al servicio de intereses personales, así estos supusieran ir contra su propia familia. La acusación del partido de Keiko inició el proceso judicial que ha condenado a su hermano Kenyi a cuatros años y medio de cárcel por tráfico de influencias. La ejecución de la pena está suspendida hasta ser confirmada en segunda instancia.

Le debemos a Keiko el fortalecimiento de una narrativa obsesionada con ella hasta la ceguera, que relativiza valores e incurre entusiastamente en lo indefendible solo en virtud que se trate de algo opuesto a Keiko. El día que aparezca el loro que aprenda a decir no a Keiko tendrá romperá internet en el Perú.

En este estado de enervación antagónica hasta Jesús es instrumental. La polarización galopante lo utiliza como argumento superficial de justificación del vandalismo contra un sistema mortalmente derechista, el orden a balazos que ella presuntamente personifica. Keiko no es la mejor representante de lo que de digno tiene la democracia. Si no se nota esto claramente es porque no asoman alternativas de recambio, pues ella y su estela tóxica ocupan más espacio del que se necesita. Si las alternativas democráticas no se renuevan, estas desaparecerán bajo los radicalismos.

En el año 2013 Julio Cotler le dijo a Alberto Vergara:

- Yo siempre le digo a los empresarios, ustedes le tenían miedo a Ollanta, espérense que venga Antauro.

Sugerir la posibilidad de una nueva candidatura de Keiko sin tener en cuenta las consecuencias de esa temeridad es jugar con fuego. Es morderse la cola, es dispararse al pie, es saltar al vacío con una sonrisa suicida e inconsciente, la felicidad del imbécil.

Es darle a Antauro Humala, o al que aparezca aún más riesgoso que él, una razón para pensar que el 2023 será su año.

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