"Novedades bajo el volcán", por Renato Cisneros.
"Novedades bajo el volcán", por Renato Cisneros.
Renato Cisneros

Aprendí que la palabra ‘México’ está compuesta de tres voces del idioma náhuatl (‘metztli’, ‘luna’; ‘xictli’, ‘ombligo’; y ‘co’, ‘lugar’) y que su significado vendría a ser algo así como ‘en el centro del lago de la luna’. El mismo didáctico taxista que me alcanzó tan valiosa pastilla cultural no dudó en proporcionarme un dato extra: el origen de la palabra ‘aguacate’. Aprendí que proviene de otro término náhuatl, ‘ahuacatl’, que significa ‘testículo del árbol’ debido a la forma glandular del fruto que los peruanos conocemos tradicionalmente como ‘palta’. Felizmente uno no anda pensado en la etimología de todo lo que se come.

Aprendí que, pese a la indudable fama intercontinental que en los últimos años alcanzó nuestra gastronomía, en México existe un producto peruano que sigue siendo más popular que el ceviche: Laura Bozzo. La infeliz arenga ‘¡qué pase el desgraciado!’ ha calado muy profundamente en el inconsciente colectivo azteca. Eso sí, la referencia al personaje es inmediata pero la valoración es negativa. Más de un chilango me preguntó si era posible repatriarla. En cada uno de los casos mi respuesta fue siempre igual de diplomática: “No mames, güey”. 

Aprendí que los sicarios de la droga siguen perpetrando crímenes espantosos. Durante los cuatro días de mi estancia no se hablaba de otra cosa que no fuera el asesinato de tres estudiantes de cine, Salomón, Jesús y Marco, a manos de miembros del cártel Nueva Generación, una de las bandas delictivas más sanguinarias de Jalisco. Los muchachos se instalaron en una cabaña para rodar una película y en el camino de regreso fueron interceptados, secuestrados y posteriormente torturados y asesinados por los narcos, que los creyeron espías. Para no dejar huellas, los criminales disolvieron los cuerpos de los jóvenes en ácido sulfúrico. “En México”, oí decir a alguien, “estar en el lugar incorrecto, a la hora incorrecta, puede costarte la vida”.  

Aprendí que las próximas elecciones presidenciales no gozan precisamente del entusiasmo de la colectividad. Lo único que parecen querer unánimemente los mexicanos es que se vaya Enrique Peña Nieto, quien no ha podido hacer absolutamente nada para detener la ola de asesinatos que empezó en el 2011, desde el inicio oficial de la lucha contra el narcotráfico. Solo bajo su mandato se llevan cometidos 104 mil homicidios, récord que convierte al gobierno de Peña Nieto en el más violento de la historia mexicana reciente.  

Aprendí que el hotel donde pernocté, el Camino Real de Polanco, tiene una larga lista de huéspedes famosos, desde el rey Juan Carlos y la reina Sofía hasta el hiperactivo Chayanne, pasando por Sophia Loren, Denzel Washington, Rod Stewart, Pelé, Maradona, Leonardo DiCaprio y Mel Gibson. Según el simpático botones que arrastró mi maleta hasta la habitación 1642, dicha recámara era la favorita de la cubana Úrsula Hilaria Caridad Alfonso, inmortalizada bajo el nombre de Celia Cruz. Al enterarme de que dormiría en la misma cama que alguna vez acogió el cuerpo sandunguero de la ‘Reina del Guaguancó’, sospeché que tal vez despertaría una noche, de golpe, poseído, gritando “¡Azúcar!”. No sucedió.  

Aprendí que los hinchas andan muy pendientes de la suerte del Rafa Márquez, “el estandarte de la selección”, “el símbolo del fútbol mexicano”, “el Faro del Tri”, “el Káiser de Michoacán”. Con 39 años, Márquez se retiró hace una semana a nivel de clubes defendiendo a su equipo, el Atlas, pero espera ser convocado para jugar en Rusia. Sería su quinta Copa del Mundo. El problema es que en agosto de 2017, acusado de tener nexos con el ‘Chapo’ Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa, el jugador sufrió el congelamiento de sus cuentas y bienes en Estados Unidos.  

Por último, aprendí a devorar el bife de chorizo de El Rincón Argentino, los ravioles de cerdo de El Rosetta de Colonia Roma, el risotto de verduras del Ivoire y las tortas de jamón con chipotle de la lonchería Eno. Todo acompañado de una sobria copa de merlot que, al cabo de unas horas, era reemplazada por incontables chupitos de mezcal, destilado que favorece el sonoro pregón del visitante: “Viva México, cabrones”. 

Esta columna fue publicada el 05 de mayo del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

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