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Cambié cuatro veces de pediatra cuando mi hija nació hace tres años. Soy periodista, además, así que previamente había rastreado a todos. Busqué estudios, pasados, opiniones de otros pacientes. Sacamos la citas, pero nada. La verdad es que ninguno había incurrido en una falta grave, solo que el papá y yo no lográbamos empatizar con alguno. Y elegir un doctor de cabecera que se ocupe de la salud de la bendición los próximos 10 o 12 años, creo yo, es una decisión tan clave como elegir el colegio. Para nosotros era menester que este (a) profesional cumpliera tres requisitos no negociables. Uno: que no medicara por gusto. Dos: que pudiera ser costeado por nuestro seguro. Y, tres: que contestara el WhatsApp. ¿Por qué tan vital este último punto? Porque los padres primerizos no sabemos nada de la vida.

Sirva toda esa introducción para dejar sentado que no es una mamá que se deja ir con el viento, específicamente en cuestiones de salud, la que escribe estas líneas. Estoy atenta y trato de evitar que los males se eleven a la categoría de peores. Que no se pasen las fechas de las vacunas, que tome vitaminas si es necesario reforzar algo. Pero, y aquí viene una importantísima salvedad, tampoco soy una enferma con el tema – en el sentido literal y figurado-. No estoy colgada de Internet (que algunas veces puede ser el diablo porque solo mete terror) para tratar de averiguar por qué al bebe le salió un solo grano en la frente, o por qué, de la nada, vomitó en la madrugada. Ni tampoco estoy pregunta que pregunta a las mamás amigas porque sus hijos son seres totalmente distintos al que yo a di a luz, con otros metabolismos, otras genéticas y otros tiempos. Y, como ya se puede ir infiriendo hasta aquí, mucho menos, transcurro mi destino atormentado al pediatra por el Whatsapp a las 12:04 am al menor achís.

Entonces, sí, soy una mamá que necesita un pediatra que atienda el WhatsApp. Pero no una que empieza a teclear esa pantallita para cualquier cosa.

Vamos por partes. Responder el WhatsApp, en principio, no es obligación del médico. Lo que solía ocurrir habitualmente, antes de que el ucraniano Jan Koum inventara la red de mensajería celular de ícono verde en el 2009, era que el doctor te daba su número de teléfono solo para casos de emergencia. He tenido la oportunidad de entrevistar más de una vez a , reconocido pediatra, investigador y payaso hospitalario, y nuestros encuentros siempre han sido interrumpidos por mensajes de pacientes que le llegan al teléfono. Él cuenta que al día recibe entre 50 y 60 ‘whatsApps’, la mayoría con consultas o comentarios a los que no se les puede considerar una urgencia o de seguimiento de algún tratamiento dado en consulta. La jornada que su aparato sumó más de 90 interrogatorios de padres, en menos de 24 horas, escribió un post en su cuenta pública de Facebook haciendo su descargo. ¿Tenía razón de estar enojado? Por supuesto. Sus pacientes, a los que amorosamente quiere ayudar, estaban abusando.

¿Qué califica como ‘whatsApps’ que no son importantes y que pueden esperar cita cara a cara en el consultorio?: “Doctor, ha salido el sol. ¿Es necesario que le ponga bloqueador para ir al parque?”; “Doc, lo que tuvo Eduardito en el verano... ¿no habrá sido boca, mano, pie...?”; “Hay una fiesta en la tarde y sigue mal del estómago, ¿lo debería llevar?”; “Estoy llegando 45 minutos tarde, pero llego. ¡No se vaya, por favor!”; “Tiene una ampolla en el pie por el zapato nuevo, ¿la reviento?”. Eso, sin contar, audios interminables de niños tosiendo o un sinnúmero fotos de pañales sucios o vómitos que ni siquiera están bien tomadas.

¿Eliminaste una foto, conversación o video de WhatsApp de casualidad y no sabes cómo volver a tenerlo en tu smartphone? (Foto: WhatsApp)
¿Eliminaste una foto, conversación o video de WhatsApp de casualidad y no sabes cómo volver a tenerlo en tu smartphone? (Foto: WhatsApp)

El usar el WhatsApp con el pediatra de manera tan informal es una práctica muy latinoamericana, además. Según me explicaba Rivara, en Estados Unidos o Europa casi no se produce, no al menos como en países como el Perú. Desde hace pocos años, la Sociedad Argentina de Pediatría comenzó a tratar en congresos esta problemática que se ha convertido en un dolor de cabeza para los médicos, según un artículo publicado por Infobae. Sucede que hay muchas aristas a considerar dada que esta comunicación queda fuera del sistema de salud. Están las cuestiones de seguridad y confidencialidad relacionadas a la transmisión de imágenes de menores de edad (a veces de sus partes íntimas). Asimismo consultas que no se registran en una historia clínica. Y que, por otro lado, tampoco se pagan.

Creo, pues, en el respeto a la profesión y los tiempos del pediatra. Pero, también, a que si tengo una real urgencia o una duda respecto de un tratamiento que ya empecé en el consultorio, esta pueda ser absuelta brevemente en el WhatsApp, muchas veces más veloz que una llamada telefónica. ¿Dónde está el equilibrio, entonces?

En el sentido común.

Basta con analizar un poco. Si los chicos tienen síntomas que nos preocupan demasiado (una fiebre alta, vómitos continuos, una caída de cabeza), lo que hay que hacer es ver al pediatra cara a cara, buscar a otro o ir a Emergencias. Los diagnósticos no se pueden hacer por teléfono, ni mandando fotos. El profesional tiene que auscultar, escuchar el pecho, sacar placas o análisis, ver la alergia “en vivo” para que su conclusión pueda ser la más acertada posible. Cuántos malos entendidos pueden producirse por un texto que la mamá redactó mal o apurada o por una imagen tomada sin buena luz que confunda granitos blancos con rosados. Todos queremos que nuestros hijos se curen de cualquiera sea la cosa que padezcan, que se sientan bien pronto. No obstante, para eso se requiere una atención presencial, no remota. Ya revisado el niño, puede haber una comunicación breve por WhatsApp para ver cómo está respondiendo al tratamiento (que era lo que se hacía antes por teléfono). Si no lo está o si mi hija es alérgica al medicamento que le prescribió, obviamente tengo que comunicarme con él (ella) a la velocidad del rayo. El WhatsApp, como herramienta en esos casos, es enormemente útil.

Acepta y trata de entender los miedos de tus niños. (Foto: Getty Images)
Acepta y trata de entender los miedos de tus niños. (Foto: Getty Images)

Todos las demás dudas o consultas pueden esperar a la siguiente visita al consultorio.

Sobre las horas. El pediatra de mi hija, en quien confiamos y al que estimamos (y que no es el doctor Rivara, por si acaso) fue claro la primera cita. Solo consultas desde las 8 am y hasta las 10 pm y evitar los domingos, a menos que sean súper urgencias. Hemos cumplido a la fecha porque tiene toda la lógica del mundo. Cuando ella ha tenido 40 de fiebre con meses de nacida, de madrugada, lo que hemos hecho es ir directo a Emergencias (además, ¿qué más me iba a decir el doctor a esa hora y sin poder verla? “Anda a Emergencias....”). Lo que después concretamos sí, vía WhatsApp, es cruzar con él el diagnóstico y tratamiento que otro profesional le dio. Porque él es su pediatra y conoce su historia clínica desde siempre. Sabe qué le cae bien o qué puede resultar mejor. Creemos en casa que aprecia nuestro proceder porque en alguna ocasión es él mismo quien nos ha llamado con insistencia para aclarar alguna indicación. Amor con amor se paga. //

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