Edwin Oviedo ha logrado lo increíble: convertir una estupenda noticia deportiva en una vulgar lavada de cara. No se lo vamos a agradecer
Edwin Oviedo ha logrado lo increíble: convertir una estupenda noticia deportiva en una vulgar lavada de cara. No se lo vamos a agradecer
Jerónimo Pimentel

El nuevo ciclo de Ricardo Gareca tiene todos los indicadores positivos desde el punto de vista futbolístico. Quién mejor que él para liderar la transición de un equipo atrevido que reclamó un lugar entre los 32 mejores del mundo a otro, ojalá pronto maduro, que consolide el crecimiento y no reduzca lo ya ha hecho a una anécdota o un favor de la casualidad. La competitividad no es un hipo, es una meseta. Es un premio que se otorga a la constancia y no al repentismo o el azar. 

Los retos en esta etapa son mayores, más aun si se cuenta con que el Tigre no posee ya el factor sorpresa y que la clasificación a un mundial ya no es una utopía para los peruanos, sino una obligación que reclama el aficionado. Las tareas se acumulan: preparar el recambio de quienes, por edad, no estarán ya en Catar, como Guerrero, Farfán y Rodríguez; convertir a las promesas en cracks consolidados, como debería ocurrir con Tapia, Flores, Araujo y Santamaría; y consolidar la idea futbolística, que salió un tanto chamuscada en los partidos contra Dinamarca y Francia. Para ello se necesita estabilidad y gestión. El problema es que ambos factores están en duda. 

La pelota se mancha
La Federación Peruana de Fútbol está en crisis por culpa de Edwin Oviedo, quien ha sido incapaz de entender la altura de su cargo. El empresario azucarero ha manchado el puesto con acusaciones de homicidio, la crisis social de Tumán y el repudiable intercambio de favores que se desprende de los audios propalados por IDL Reporteros. Los miembros que quedaban en la Comisión de Ética de la FPF -Francisco Dongo, Camilo Maruy y Fernando Carpio- renunciaron, así como el íntegro del Comité Consultivo. La posición de Oblitas, a cargo de la gestión deportiva hasta fin de año, es precaria, pues su periodo no solo tiene fecha de caducidad, sino que él ha asumido el pasivo de Oviedo bajo la idea, cuestionable, de que es posible sacrificar el prestigio de la institución en pos de un objetivo (en este caso, la renovación del DT). Lo cierto es que esta operación no es plausible. Solo cuando los medios y los fines están alineados en un mismo marco ético es posible hablar de crecimiento, institucionalidad y proceso. 

La permanencia de Gareca, como se ve, está instrumentalizada para disfrazar propósitos subalternos. Este es el peso que el argentino deberá soportar en su nuevo ciclo. Está a merced de un personaje cuestionable que necesita a la federación para limpiarse mediáticamente y, por tanto, sufrirá la presión del éxito que Oviedo requiere a toda costa. No es el mejor contexto para volver a trabajar. Quizás Gareca pueda utilizar esa fragilidad dirigencial para aislarse y negociar condiciones privilegiadas, amparado también en su enorme popularidad. Pero eso implica distraer la concentración deportiva y emplearse en una estrategia política, un campo para el que no está negado. Se sabrá pronto cuál es el espíritu que alienta sus primeras decisiones. 

¿Hay margen para el optimismo? Solo una noticia podría servir de bálsamo: que Oviedo recapacite y pida licencia de tal forma que no involucre a la FPF en sus variados problemas judiciales. En tanto, la salida planteada por el DT es compleja, aunque no impracticable: la tesis de las cuerdas separadas. “Estamos comprometidos con la FPF y el país, no con alguna persona en particular... Nuestros compromiso es con la gente”, aseguró Gareca en conferencia en prensa. Es un esfuerzo válido que se puede sostener con los resultados en la cancha o hasta que aparezca un nuevo audio. 

Hablemos de fútbol
Luego está la herencia futbolística propiamente dicha, que no es especialmente abundante. Como ya se vio en el mercado de fichajes, el entusiasmo del hincha peruano no está ratificado en las valoraciones de los agentes europeos que operan en el mercado de transferencias. Ello ha obligado a que Carrillo y Ramos marchen a Arabia Saudita, Cueva se exilie en el Krasnodar ruso y Advíncula recale en el encantador pero pintoresco Rayo Vallecano. Antes, Gareca ha tenido reparos cuando los peruanos privilegiaron el metálico por encima del nivel del país, como lo sabe bien Farfán, quien fue ignorado cuando optó por un semirretiro con petrodólares. Otro ejemplo: en agosto de 2016, el entrenador se refirió críticamente al torneo donde hasta el cierre de esta nota juega Flores: “Veo más competitiva la liga peruana que la de Dinamarca”. Está por ver cuál será su análisis de los fichajes recientes y las consecuencias que ello tendrá en las próximas convocatorias. 

Ya en los terrenos de la esperanza, hay algunos prospectos con miras a la Copa América que se celebrará el próximo año en Brasil. Abram, Peña, Aquino, Sandoval, Loyola, Polo, Cartagena y Manzaneda conforman una galería de jugadores perfectamente convocables y con edad para soñar con crecimientos. También hay interrogantes: ¿Yordy Reyna es un jugador recuperable para la Blanquirroja? ¿Benavente tendrá una nueva oportunidad de incorporarse plenamente al grupo? 

Lo que queda claro a primera vista es que en la defensa y en el mediocampo existen opciones para suplir y compensar a quienes fueron titulares en Rusia. Lo que no es tan evidente es que Bulos, Siucho y Da Silva puedan compensar la cuota de gol que, en algún momento, dejarán las estrellas de la promoción 84 cuando se retiren. Perú, como todo equipo chico, es un conjunto que sufre especialmente los cambios generacionales. Otra misión del comando técnico es hacer una transición suave, poco traumática, que no resienta la pegada del equipo. No es un propósito sencillo. De hecho, no existe recuerdo de que ello haya ocurrido alguna vez en Perú.

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