Si sientes que necesitas ayuda, pídela, por Lorena Salmón. ILUSTRACIÓN: Nadia Santos
Si sientes que necesitas ayuda, pídela, por Lorena Salmón. ILUSTRACIÓN: Nadia Santos
Lorena Salmón

Les perdonamos casi todo a todos, pero pobre de nosotros mismos si cometemos un error o si lo volvemos a cometer, porque no encontraremos la forma adecuada de hacernos sentir lo suficientemente mal.

Cargar con culpa es un modo natural de operar.
Somos todo lo malo que podamos imaginar.
Malos hijos, malas parejas, malas personas.
Bajo nuestra mirada, lo peor.

Quizá nuestros padres nos hicieron creer que no éramos suficientemente dignos de su amor; quizá nuestro entorno nos repitió tantas veces el mismo mensaje: no vales nada; quizá nuestro físico no hizo match exacto con los estándares de belleza tradicionales; quizá fuimos objeto de burla; quizás, también, la raíz de nuestro caso no tenga que ver con un trauma; quizás simplemente no nos queremos, sin tanto misterio de por medio.

Pero qué difícil quererse. Al menos, para mí, ha sido un trabajo interminable. Aún sigo en el camino. Cuando no hemos tomado el valor de darnos la oportunidad de realmente conocernos y entendernos y aceptarnos con las fallas de fábrica y las oportunidades de mejoría, entonces la tarea es compleja: nos sentimos víctimas, constantemente nos reprochamos por cada decisión que tomamos, accionamos equivocadamente, nos refugiamos en busca de amor en brazos incorrectos, nos hacemos daño.

El secreto del asunto está en conocernos para aceptarnos tal y como somos. Para identificar patrones y dinámicas, para poder tomar distancia, para no dejar que las emociones nos sobrepasen y nuestra vida responda a una serie de caprichos, para equivocarnos y aprender de las equivocaciones y no acomodarnos sobre ellas y echarle la culpa al destino o a la excusa ‘es que soy así’.

Precisamente porque soy así puedo hacer algo para mejorar o cambiar. Y cambiar todo aquello que no me gusta de la versión de mí misma.

Nadie más lo hará por nosotros y no necesitamos más razón que querer ser mejores.

Tienes que creer que puedes ser mejor, que está en tus manos, mente, corazón poder dirigir pensamientos y energía hacia esa transformación: donde estés en el centro de las prioridades, donde los límites hayan sido bien puestos, donde cada decisión que se tome sea en aras de seguir avanzando, con todos los retrocesos que eso implica.
Claro que hay esperanza, porque la esperanza reside en uno mismo, en los pequeños actos de amor que podemos darnos todos los días: al despertar, agradecer porque abriste los ojos y viste el día, tener en la mente cuál es el objetivo de tu día (quizá puede ser solo convivir con tu soledad en calma), engriéndote con comida que te alimente, tomando una pausa para darles al cuerpo y la mente un relajo, rodearte de gente que te quiere; dejarte querer.

El otro día recibí un correo alarmante: en sus líneas solo había desesperanza y ganas de que todo acabe. Por eso: si estás leyéndome y sientes que necesitas ayuda, ¡pídela! Si crees que no puedes contigo mismo, busca a quienes puedan tenderte una mano.

Dejemos de subestimar a nuestra salud mental porque, como bien leía el otro día: si uno no puede hacer su día normal cuando tiene fiebre o dolor de cabeza, ¿por qué creemos que podemos llevar una vida sana si la ansiedad nos vuelve locos o nuestra mente se estanca con pensamientos negativos? //

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