"Sobredosis de amor", por Carlos Galdós
"Sobredosis de amor", por Carlos Galdós
Carlos Galdós

Carla tiene 18 años, cabellos negros larguísimos, ojos grandotes redondos y una de esas miradas que te calatean de tan profundas que son. Es muy probable que tras verla por primera vez le digas de entrada que se parece a Pocahontas. Menudita como un cuarto de pollo, yo le digo que es una sexy alita de pollo. Todos los que la conocemos vemos en ella lo que un buen día alguien decidió arrebatarle en el colegio. Alguien con el corazón tan lleno de dolor que equivocadamente encontró alivio dañando a los demás. Nos hemos juntado 50 personas para decirle una y otra vez una verdad absoluta: que es hermosa, que es inteligente (porque lo es), que tiene una risa linda, que se le ve mejor con el pelo suelto, que cuando mira a los ojos sin titubeos nos llena de amor, que no debe ocultarse en esa mirada cabizbaja donde encontró alivio cuando su maltratadora la hostigaba. Hemos abrazado a Carla, la hemos llenado de besos, la hemos mirado una y otra vez a los ojos y mágicamente ha vuelto a ser quien nunca debió dejar de ser, esa chica bonita, llena de sueños que va a cumplir uno a uno en la vida. Carla en verdad es hermosa como ella sola porque no hay en el mundo persona más hermosa que uno mismo. Carla es libre, ha dejado ir todos esos horribles recuerdos de maltrato, ha perdonado el dolor que le tiraron encima. Carla, el mundo es tuyo. Ve por él. Mientras esto ocurre, los otros 49 seguimos sosteniéndola para que nunca más alguien ose robarle la alegría. De hoy en adelante aquí estamos, contigo.

Alfonso, cuando te mira, no te mira, te muerde, te ataca, te despedaza. Sus puños siempre están cerrados, no aguanta pulgas y las pulgas tampoco lo aguantan a él. Me ha dado un abrazo de saludo con rotura de costillas incluido. ¿Y tú qué quieres en la vida, Alfonso? ¿Te atreves a decirlo? Así se lo hemos preguntado una y otra vez hasta quebrarlo, porque hasta el más macho se desarma cuando exploras en su corazón. “Quiero ser yoooooooo”, ha gritado desde sus entrañas. Y ser yo para él significa algo tan liberador como dejar de actuar como Rambo, porque así cree él que se le ve mejor. ¿Por qué? Porque hay mucha gente en el mundo que no acepta lo que es y que decide hacer de los demás su tacho de basura. Entonces como yo no puedo ser, tú tampoco serás. Debajo de ese Rambo hay un hombre amoroso, que puede besar a otro hombre sin prejuicios, que abraza suave sin romper espaldas, que se atreve a tomarte de la mano y escucharte, que baila como le nace del forro y al que su sexualidad no le pesa porque no es un delito ni pecado amar. El amor es simplemente eso: AMOR. El que ama puede amar a una mujer o a un hombre. Alfonso, no sabes lo hermoso que se te ve cuando bailas al son de tu corazón. Aquí estamos tu grupo 53 para ti, bello Alfonso, suave y precioso. 

Carlos, es un hombre amoroso, sensible, vulnerable y que siente. Sin embargo, la rabia se lo fue comiendo. El odio y la ira de no tener lo que otros niños tenían: papá. Y como su mejor manera de desenvolverse en el mundo es actuando, decidió un buen día que nada ni nadie nunca más le harían sentir dolor. Entonces se puso su armadura, pero, para no caer mal, la acompaño de una mascarita de ironía y sarcasmo, esas que uno cree que lo hacen más interesante. Y de yapa decidió convertirse en señalador profesional para que todos sepan que ‘eres tú y no soy yo’. Lo cierto es que lo único que cura es el amor. Entonces que venga su sobredosis de amor. Lo han besado y abrazado tanto que se ha desarmado. Las caricias más dulces en la cara hasta el infinito lo han puesto al día. Carlos soy yo, Carlos Galdós. Y por primera vez estoy experimentando lo que es ser libre. Soy libre y tengo mucho amor para dar. Gracias, gente del 53. 

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