luciana
luciana
Luciana Olivares

Cuando era chica, uno de mis momentos favoritos en el recreo era jugar ‘piropo’ con mis amigas. Era el típico juego en el que haces una coreografía con las manos mientras cantas una canción, que en esa época era el pegajoso jingle de un chocolate llamado Piropo. Teníamos clarísimo que, para que nos salga bien, tenía que haber complicidad, confianza pero, sobre todo, sabíamos que para que el juego funcione no tenía que perder una, sino hacerlo bien las dos.

Mientras cuento esto, es imposible que no vuelva a sonar en mi cabeza ese jingle que acompañó casi toda mi infancia: “Un piropo es algo más que palabritas de amor...”. Me pongo a pensar en cómo ese juego de niñas puede ser hoy, en la versión más literal del piropo, una dinámica importantísima para empoderarnos entre mujeres. Porque, cuando otra mujer te dice capa, linda, buena, genia, guerrera o valiente, tu autoconfianza crece (Y LO SABES).

Pero ojo: acuérdate de que un piropo es algo más que palabritas de amor o, dicho de otra forma, más que puro ‘floro’. Tiene que ser real, honesto y desinteresado. No puede convertirse en la muletilla como la que usaría un estilista o tu casera para venderte un corte de pelo o un kilo de naranjas de Chanchamayo. No debes hacerlo por cumplir, para escapar quizás de hacer una recomendación o crítica honesta. Y, por supuesto, no puedes piropear pensando en cuál es tu retorno y qué obtendrás de vuelta. Los piropos cumplen una de las necesidades humanas más básicas: El reconocimiento.

El psicólogo William James observó que el principio más profundo de la naturaleza humana es ser apreciado. Poortvliet, por su lado, explica que “nada estimula y aumenta la productividad y el compromiso más rápido, que la apreciación sincera”. Durante un estudio, científicos japoneses pidieron a 48 sujetos que aprendieran y realizaran ejercicios específicos con los dedos en un teclado, lo más rápido posible. Los sujetos fueron separados en tres grupos. El primero recibió elogios individuales de un evaluador. Un segundo grupo observó a otro participante recibir elogios y el tercero evaluó su propio desempeño en una gráfica. Cuando los participantes volvieron a realizar la secuencia de ejercicios un día después, los que habían sido elogiados tuvieron un desempeño significativamente mejor que cualquiera de los otros dos grupos. El investigador explicó el resultado a través del descubrimiento (previo) de que, al recibir un cumplido, se activa la misma área del cerebro que cuando se recibe dinero, porque es una poderosa recompensa social.

Todos los días en el pasillo, en el baño de la oficina, en el WhatsApp, en la sala de reuniones y hasta en un muro (virtual, claro), tienes la oportunidad de cambiar el día de una mujer con un piropo honesto y generoso. No desestimemos el poder de las palabras, cambiemos la complicidad superficial que nos da el ‘huevona’ por palabras que constituyan shots de autoestima real a la vena para otra mujer. Incorporemos en nuestro vocabulario incluso nuevas, como ‘sororidad’. 

Es una de las palabras más poderosas que debemos aprender, porque se refiere a la hermandad entre mujeres con respecto a temas sociales de género y cuestiona la rivalidad entre nosotras. Pon en práctica la sororidad piropeando a otra mujer, porque para escribir la historia que queremos, tenemos que saber usar bien el poder de las palabras.//

Contenido Sugerido

Contenido GEC