"Esta es la vida", por Carlos Galdós. (Ilustración: Carlos Galdós)
"Esta es la vida", por Carlos Galdós. (Ilustración: Carlos Galdós)
Carlos Galdós

Sam Mizrahi es un hombre de largos 80 años que describe la vida como un maravilloso camino. Hijo de inmigrantes llegados de Egipto, nació en Buenos Aires y cuenta que desde chico tuvo esa inquietud de los que cuestionan todo. Encontró en sus padres lo mejor que uno puede hallar: el ejemplo de un padre trabajador, que no se tiraba para atrás frente al fracaso, pero sobre todo con valores éticos muy marcados. Un hombre generoso haciendo todo lo que estuviera al alcance para ayudar a los demás. A los 20 años viaja a EE.UU., busca trabajo de lo que sea, con una fórmula que lo llevaría a desarrollar luego su fundación: trabajar y estudiar a la vez. Se casó muy joven con Eva, a quien reconoce como la mujer de la cual sigue enamorado y con quien ha forjado lo más importante que tiene la vida: los afectos, en ellos están obviamente sus tres hijos, ocho nietos y pocos pero muy buenos amigos. Desarrolló una importante carrera en el mundo corporativo, ha recorrido el mundo desde el éxito empresarial y cuenta que las cosas nunca fueron fáciles, pero eso es lo más lindo porque son desafiantes. 

Es una historia de emprendimiento la que este señor cuenta. Recalca todo el tiempo que, en su ejercicio, uno de los pilares siempre ha sido que sus grupos de trabajo estén llenos de seres humanos felices y contentos y que tengan el propósito de hacer el bien a los demás. A los 70 años tomó la decisión de hacer un cambio radical: salir de sus empresas, el lucro y cuanto emprendimiento ocupó su tiempo. Cuenta, además, que al menos en su caso el negocio no se vino abajo al abandonarlo. “Al contrario, hicimos un proceso de transición bien planeado; las compañías andan mucho mejor que cuando yo las manejaba”. Donó a sus socios sus acciones y quedó libre y contento sin mochila, o con mochila vacía para llenarla de sueños e ilusiones. En ese momento se preguntó: ‘¿Qué me hizo feliz?’. Y la respuesta inmediata fue el trabajo y el estudio, así que decidió crear la Fundación Forge, desde lo que a él lo hizo feliz y lo hizo ser quien es en el mundo. 

La idea fundamental de Forge es poner énfasis en los valores humanos, los valores éticos, y así funciona en muchos países, entre ellos el nuestro. Forge busca jóvenes con actitud frente a la vida que se sepan dueños de un potencial por desarrollar y que necesiten el impulso económico para estudiar y trabajar a la vez, tal cual lo hizo su fundador. Así las cosas, hoy contamos en nuestro país con una serie de jóvenes insertados en el mercado laboral, siempre con el compromiso de no abandonar sus estudios, de manera tal que logran desarrollar una línea de carrera.  

¿El objetivo de contarles esta historia? Ojalá los empresarios peruanos tomen este modelo y aprendan a ser seres humanos interesados en el bien común. Crear conciencia. Este hombre cuenta que su fórmula de longevidad es tener la meta no alcanzada y reflexiona diciendo que hay que hacer todo con amor, en todo lo que se haga, en el aquí y el ahora, recordando siempre que lo que uno le da a la vida, la vida se lo devuelve con creces. Dar, dar, dar. La fórmula de la felicidad para él es hacer felices a los demás.  

Toma acción de tu vida hoy, involúcrate con tu entorno, cambia lo que no te guste, enamórate de lo que haces, no hagas nada a media caña, impacta en los demás desde tu propia vida, vive en responsabilidad absoluta de tus acciones y decisiones, no te autoflageles cuando fracases, encuentra una nueva oportunidad cuando te cierren la puerta, agradece la crítica, no te pares en tu razón, cultiva una familia todos los días (si no la tienes, constrúyela; si la tienes y está dañada, sánala). Vale la pena de vez en cuando parar y rediseñarnos. No lo dejes pasar. Que el ‘hoy’ sea ‘ahora’ y el ‘ahora’, en este instante. 

Esta columna fue publicada el 26 de mayo del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

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