MDN
Miss Emilia

Facebook tiene entre sus grupos locales más populares uno llamado ‘Busco colegio’. El espacio, que reúne al cierre de esta edición a 20.903 miembros, es utilizado por madres y padres de niños pequeños para intercambiar información y experiencias respecto de nidos y escuelas, pensiones, exámenes de ingreso y metodologías de enseñanza. El tráfico durante los dos primeros meses del año, naturalmente, es agitado, y uno de los temas de mayor consulta es el último en mención. Por lo que puede leerse, la gran mayoría está interesado en que sus hijos sean conducidos bajo planteamientos transformadores a lo habitualmente establecido, como son los esgrimidos por los pedagogos Friedrich Fröebel, Édouard Claparède y Maria Montessori. Aquellos que, a muy grandes rasgos, privilegian la interacción cercana del maestro y el alumno; así como el aprendizaje a través del juego, las artes, el contacto con la naturaleza y la exploración de los afectos. Lo curioso es que muchos creen que estas corrientes son ‘lo último’ en cuanto a propuestas educativas, cuando en realidad una visionaria y extraordinaria maestra loretana ya las aplicaba, en medio de la selva, desde 1920.

La que sigue, pues, es la historia de Emilia Barcia Boniffatti (1899-1986), la mujer que revolucionó la educación inicial en el país, no solo organizando el primer jardín de infancia estatal, sino instaurando otros 330 y formando decenas de generaciones de profesoras. Esta es contada por su sobrino, el escritor Rafael Otero Mutin, quien ha investigado su vida y obra en Los jardines de Emilia (Fondo Editorial del Congreso del Perú), una biografía novelada publicada recientemente, de cuyas páginas brota un sentimiento tan urgido en estos tiempos indiferentes y sin paciencia: pura inspiración.

A la maestra, con cariño
Otero (Iquitos, 1940) ya había escrito Fitzcarrald, pionero y depredador de la Amazonía, cuando un primo le sugirió ahondar en la vida de Emilia. Las dudas iniciales, por carecer de fuentes, se despejarían al hallar, en el último departamento en el que ella vivió, memorias manuscritas de su puño y letra, además de fotos, documentos y demás tesoros. “En casa sabíamos que había sido una mujer grande, pero no de este nivel . Recorrer con la investigación su camino hace que cada vez que la recuerde me quite el sombrero. Yo, además, la quería bastante”, detalla el autor.

SE HACE CAMINO AL ANDAR
El valor de su legado se comprende indiscutiblemente conociendo los más sobresalientes pasajes de su vida. La senda, entonces, comienza con su nacimiento en Loreto, solo faltando un año para que arranque el siglo XX. Ella era hija de un gallego llegado a la selva peruana con el fin de hacer fortuna durante la fiebre del caucho. Tenía dos hermanas: Victoria, quien luego sería su gran socia en la conquista, y Bacilia. Criadas junto al río y en el monte, su padre decide enviar a todas a España para que recibieran una mejor educación. Emilia tenía 12. Allí, luego del colegio, ella saltaría de la filosofía a la danza y a cuanta materia la llevara su espíritu libre. No terminaría graduándose de nada, mas Victoria sí, de maestra. Es en 1920 que su padre, ante la imposibilidad de continuar manteniéndolas por estar en la bancarrota, las hace regresar a Iquitos.  

Ya en tierra peruana, ninguna tenía idea de qué hacer para ganarse el pan, hasta que a Emilia se le ocurre montar un jardín de infancia. Ella no tenía título, pero su hermana poseía uno. “Victoria era tímida, temerosa; sin embargo, tenía un mar de conocimientos. No sabía si aceptar, pero Emilia era un huracán. La convenció y le pidió que la instruyera en pedagogía. La idea era desarrollar las propuestas innovadoras de Fröebel, de Montessori. Pronto fundarían en Iquitos el Kindergarden Moderno, en 1921”, narra Otero. No lo sabían entonces, pero se trataba del segundo privado que se instalaba en el Perú, después del de la profesora Elvira García y García en Lima (otros estudiosos mencionan también como precursora de la época a Juana Alarco de Dammert).  

El kínder de las hermanas Barcia era un suceso fantástico y así lo entendió un inspector suizo que visitó el lugar a fines de la década del 20. Él viajaba por todo el país, enviado por el gobierno de Augusto B. Leguía para hacer un informe de la situación de la educación en el Perú. No pasaría mucho para que el presidente se entrevistara con Emilia y le pidiera que sea ella la que se encargue del desarrollo de la educación preescolar a nivel nacional. No obstante, mientras ella se preparaba para fundar, siempre junto a su hermana, el primer jardín de infancia público, Sánchez Cerro sacaba a Leguía del poder. Era agosto de 1930.  

“Un mes después estaba Emilia en Palacio, como una ciudadana común y corriente, preguntándole a Sánchez Cerro si deseaba continuar con el plan. ‘Porque si no quiere, me da mi pasaje y me regreso a la selva sin problemas’, le dijo. Él aceptó a regañadientes. Estaba interesado, pero la creía un sirviente de su enemigo. Eso no duraría mucho. Rafael Larco Herrera era amigo de Emilia y él le recomendó hablar con altos mandos militares cercanos a la vida en Iquitos para que le contaran sobre su trabajo con el kindergarden de allá. Ellos lo hicieron y, con el tiempo, Sánchez Cerro se volvió un fan de la obra de Emilia”, explica Otero.  

Así, el Jardín de Infancia n.º 1 se fundaría en lo que es hoy el Parque de la Reserva, el 25 de mayo de 1931. Funcionaría con más de 100 niños durante un año y medio al aire libre, dado que tardaba mucho la construcción del local que después se erigiría cerca del Estadio Nacional. Sánchez Cerro le pidió, a continuación, abrir nidos por todo el país. Ella aceptó, pero el segundo no podía ser en otro lugar que en su tierra. El Jardín de Infancia n.º 2 , pues, se alzó, pero con recursos recabados por ella (en la galería de fotos puede ver el documento que hizo circular por Iquitos para tal fin). Hay que decir que por la emblemática institución han transitado en mandil y zapatos blancos decenas de generaciones de iquiteños hasta el año pasado, antes de que el Gobierno regional la mandara demoler sin dar explicaciones a la población.  

Emilia dedicó 25 años de su existencia a coordinar la apertura y el funcionamiento de 329 más a lo largo y ancho del país. También a crear instituciones de enseñanza y a formar a las primeras profesoras de educación inicial. Y, como si fuera poco, su vocación de servicio a la comunidad se extendió a la par a otros ámbitos. Porque formó, además, el Patronato Departamental de Leprosos de Loreto, donde interactuó con el padre del presidente Kuczynski; y la Junta de Defensa de la Infancia de Iquitos, que creó el programa Gota de Leche, precursor del Vaso de Leche. Lo cierto es que poco es el espacio aquí para dar más cuenta de su permanente y noble preocupación por el otro. Queda en el tintero, asimismo, la juventud en España, sus amores, la tragedia y un hijo que no era suyo. Todos pasajes que terminan siendo, para cualquiera, hermosas lecciones de vida. 

Contenido Sugerido

Contenido GEC