(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Ana Núñez

¿Qué diría el escritor y periodista (1924-1965) si supiera que en el 2016 se produjeron en nuestra capital unos 50 mil accidentes de tránsito? Él, que hace 62 años escribía horrorizado sobre los 7 mil siniestros que hubo durante 1953 en las pistas de esta ciudad sin ley. Él, que para entonces ya llamaba a Lima “la horrible”. Él, que ya entonces hablaba de caos.

El también poeta y dramaturgo de la Generación del 50 tomó la frase que se ha convertido en una expresión del desencanto de los habitantes por su ciudad (Lima la horrible) de César Moro, quien la incluye en uno de sus poemas al momento de fecharlo. Pero esa es otra historia. 

Volviendo a lo central de este artículo, el caos no es algo nuevo para Lima. Lima siempre fue caos. Y así lo contaba Salazar Bondy en los artículos periodísticos que escribía a mediados de los años 50 en los principales diarios de nuestro país. 

En un texto publicado el 1 de febrero de 1956 en el diario La Prensa, el hombre alto de pluma prodigiosa alertaba que el último folleto de la Oficina Nacional de Planeamiento y Urbanismo determinaba que Lima tenía problemas “muy agudos de tránsito”. 

Es curioso porque la actualidad del artículo –escrito hace más de 60 años– es total, salvo que las estadísticas son aún más críticas ahora. 

“El folleto [...] señala el fuerte incremento de vehículos de los últimos diez años y da a conocer las nefastas consecuencias de un mal encaramiento del régimen urbano respectivo. 3.900 automóviles más, como promedio anual, se añaden a los que ya existen regularmente en Lima; de tal manera que el volumen de circulación, en un corto período, se ha convertido en francamente gigantesco”, escribía Salazar Bondy. 

Volviendo al presente, según revelaron las autoridades en el Plan Estratégico Nacional de Seguridad Vial 2017-2021, en un período de siete años el parque automotor del Perú sufrió un incremento indiscriminado: pasó de tener 2’286.000 vehículos, en el 2009, a 5’244.000, en el 2015. Este, según el documento, se duplicó sobre todo por la entrada al país de una mayor cantidad de motocicletas, mototaxis y camionetas rurales (combis y minivanes).

Hoy, como a mediados del siglo pasado, “el tránsito urbano está en permanente situación de crisis”, con lo cual Lima se ha convertido en “la sede predilecta del caos”. 

CRIMINALES DEL TRÁNSITO

En otro de sus artículos, publicado en 1959, Sebastián Salazar Bondy se refiere a la cultura (o más bien incultura) vial. “La autoridad respectiva [del tránsito] ha resultado impotente para impedir que calles, avenidas y plazas sean aquí el reino de la prepotencia y la arbitrariedad de unos cuantos. A los infernales ruidos callejeros –especialmente de las bocinas, que ciertos sádicos manejan como una terrible arma psicológica– se añade el desorden en el desplazamiento, la burla de las disposiciones y reglas, la violencia y la agresión desatadas sin respeto a los demás”, escribe. 

El periodista también se refiere a la imprudencia e irresponsabilidad de algunos conductores que propician que los accidentes de tránsito se incrementen sin freno. “Muy distinto es aquel que choca por una falla mecánica, un error en la conducción, una distracción o una causa imprevisible o fortuita, que el que provoca la catástrofe porque cree que la luz roja no rige con su persona y su vehículo, porque le molesta que la velocidad se limite a cuarentaicinco kilómetros por hora o porque se considera un as del volante [...]. Este último es un delincuente”, señala. ¿No suena todo esto muy familiar y peligrosamente actual? Qué diría Salazar Bondy...

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