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(Foto: Somos)
Oscar García

Wendy Sulca no tiene un recuerdo bueno ni malo de su último día de colegio. No lo tiene porque no fue. Cuando estaba en quinto de secundaria, la cantante estaba bastante curtida en maltratos verbales, chismes maliciosos y de exclusiones por parte de sus compañeros de clase. Igual, es una situación a la que uno jamás se acostumbra. En primaria, recién becada en un colegio privado en Lima, un niño la insultó en el recreo por su color de piel y porque cantaba música andina. En la secundaria la cosa se hizo menos directa, pero más psicológica y sistemática. No dolía menos. Ahora la excluían, la botaban de su asiento o la mandaban al fondo del salón, mientras hacían circular chismes y bromas que aún hoy le cuesta revisitar.

El amor propio le demandó un gesto final para ese último día de clase: ¿por qué tendría ella que ir y despedirse de esos que la habían tratado tan mal? “Iba a ser una farsa si iba. Saber que ese día todos se iban a abrazar y decirse adiós, como amigos. Mi peor año en el colegio fue ese. Por mi agenda, me tocaba trabajar los fines de semana, luego en las madrugadas hacía mis tareas y de ahí al colegio, a tener que escuchar esos comentarios que me hacían llorar. Era muy duro. Yo así nomás no lloro”. Aunque agradece que muchos profesores la ayudaran en esos días difíciles, con asesoría y consejos, confiesa que llegó a sentir aversión a las clases.

Wendy fue víctima de bullying, no solo en la escuela, sino también en las redes sociales (ciberacoso). Como recuerda la psicóloga Vivian Landázuri, directora de Arcade, centro especializado en terapias para niños y adolescentes, el bullying es el maltrato que se produce entre pares, en este caso colegiales, y por definición debe tener ciertas características. El acoso debe ser sistemático y no un episodio aislado, y tiene que demostrarse que hay una intencionalidad clara o voluntad de molestar. El acoso también está muy relacionado con el desequilibrio de poder y la perpetuación de los patrones de dominación-sumisión. Es la vieja mecánica del más fuerte, al que antes se le llamaba ‘el matón’, que desea hacer sentir su poder sobre el más indefenso, el que es distinto.

UN CÍRCULO DE VIOLENCIA
En un caso típico de bullying escolar suele haber tres actores: el agresor, la víctima y el espectador. El último, con su pasividad ante la violencia o su abierta participación en el acoso, valida los actos del agresor con su conducta y los recompensa –con risas o aplausos–, creándose así un círculo bastante pernicioso, en que el que agrede se convierte de alguna forma en el popular de la clase. “Tenemos a padres que quieren enseñar a sus hijos a ser violentos, a que se peleen. Con el bullying se aprende, además, a ser pasivos frente a esta violencia, a no actuar. Es el clásico ‘no te metas’ y eso es terrible. El espectador de bullying se insensibiliza y pierde la empatía con el otro”, añade Landázuri.

Las consecuencias para la víctima de bullying son igual o peor de malas: llegado a la vida adulta, quien ha sido acosado de esta manera puede presentar cuadros de depresión y baja autoestima, ideas suicidas, inseguridad y ataques de ansiedad, así como una pobre socialización que no lo va a ayudar mucho en la vida. En algunos casos, las heridas emocionales pueden dificultarle encontrar un trabajo o conservarlo.

Por el lado del agresor, hay muchos factores que intentan explicar por qué un niño adquiere este comportamiento. Una manera común de verlo es decir que ha sido víctima de violencia en casa, pero eso no explica todo el panorama. El psicólogo social Jorge Yamamoto ha encontrado en la literatura que existe sobre el tema que existen dos tipos de agresores en el caso de bullying. El primero es el acosador dominante, que es aceptado por el grupo y de alguna forma dirige la presión social, y también está el acosador marginal. “Este es un individuo matón que acosa pero que no es aceptado por el grupo. Se trata del protagonista que tendría efectos más nocivos tanto para el grupo como para sí mismo. Entre sus características se presentan historial de abuso, relaciones desadaptadas de los padres, impulsividad e incluso síntomas de psicopatía”, sostiene Yamamoto.

NO QUIERO IR A CLASES
“En el colegio, yo no llegaba ni a ser el lorna del salón. Simplemente no existía para mis compañeros”, recuerda el actor y conductor de Radio Capital Junior Silva cuando Somos lo interroga por su pasado escolar. Confiesa que muchos lo miraban y lo ignoraban, por razones que hasta ahora no se explica bien. “Antes de conocer el teatro era una persona bien tímida, y sí la pase muy mal. Pero nadie se juntaba conmigo ni querían ser mis amigos. Era duro. No me consideraban para nada. Y a veces me utilizaban para que haga cosas que a otras personas no les pedían, y yo no me daba cuenta de lo que estaba pasando. Luego lo entiendes y es difícil. No te sientes bien contigo mismo”. Como con Wendy Sulca, había días en que Junior no tenía ganas de ir al colegio porque no sabía si le iba a pasar algo. Era vivir en una incertidumbre que no se la desea a nadie. “Simplemente, al no querer ir al colegio quería evitar que existiera la posibilidad siquiera de que se generara algo malo que me haga daño. Afortunadamente me fue mejor después. En los últimos años hice amigos y lo malo quedó en el colegio. Ahora tenemos un grupo de chat con mi promoción y ya no hay diferencias como antes”, dice.

Quien tampoco la pasó bien en esos días estelares de la adolescencia fue la cantante nacional Mia Mont, víctima de la consabida crueldad infantil. “Yo solía ser muy gordita de chiquita hasta parte de mi adolescencia y sufrí mucho de bullying. Recuerdo que me hacían comentarios acerca de mi peso y eso me afectaba mucho, a tal punto que en un momento estuve por cruzar la línea y convertirme en bulímica”. Para su suerte, reconoce, su familia fue su apoyo en esos días y le enseñaron a empoderarse y quererse.

“Estoy en un medio en el cual se critica mucho por cómo te ves, si muy flaca o si muy gorda, y eso puede generar mucha presión y estrés. Yo creo que deberíamos enseñarles a todos que se deben querer como son, que una vida saludable es importante, pero sobre todo entender que venimos en cuerpos distintos y que eso está bien”.

EL BULLYING EN EL PERÚ
En el Ministerio de Educación, el acoso lo trabajan a través la Dirección de Calidad en la Gestión Escolar. Su director general, Daniel Anavitarte, recuerda que desde el año pasado se consiguió un hito en la lucha contra el bullying. Se trata del Decreto Supremo 004-2018, que involucra al Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y al Minedu, y que establece protocolos de acción ante casos de violencia en las escuelas, como el acoso. Asimismo, desde el año pasado se logró que haya un psicólogo asignado en cada una de las más de 200 Unidades de Gestión Educativa Local (UGEL) en todo el país.

Según datos de la plataforma virtual del Minedu, SíSeVe (www.siseve.pe), que permite a alumnos, padres o profesores denunciar de forma confidencial hechos de violencia escolar, se han registrado a la fecha 26.403 casos desde su año de fundación, el 2013. De ellos, 5.198 son específicamente de bullying. El número de casos en el 2018 se incrementó en un 70% con respecto al año 2017, pero ello no significa que haya más violencia en los colegios del Perú, recuerda Anavitarte, sino que la plataforma del Minedu se está promocionando mejor, a tal punto que ya está por inaugurarse su siguiente fase: la línea telefónica SíSeVe. Esta permitirá que la ayuda llegue a las zonas en donde no hay Internet. El SíSeVe funcionará como un call center, en donde se podrá reportar casos a una línea (0-800-76888). Habrá personas que atenderán las llamadas en castellano o quechua y que escucharán a las víctimas, algo que en la plataforma virtual no se podía.

Como recuerda Yamamoto, el bullying es una pequeña parte de algo mucho más grande. Se habla de mecanismos sociales complejos de competencia social y la necesidad de los seres humanos de formar jerarquías, entre otras cosas. Una forma de abordar eficientemente el problema es con un adecuado soporte de los padres. “Un estudio revela que fue suficiente que los padres cenen cuatro veces a la semana con sus hijos para reducir el acoso”, dice el experto. Promover la vigilancia escolar y una cultura de integración en lugar de una de hostigamiento, trabajar en la detección de acosadores marginales y terapia cognitiva con los protagonistas del bullying (acosadores y acosados) podrían ser pautas de desarrollo para enfrentar un problema que muchos niños, y antiguas víctimas de bullying aún con cicatrices por curar, demandan con urgencia. //

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