"La llegada de un tren a la estación" es una de las películas más famosas de los hermanos Lumiere. Dura apenas unos segundos. (Foto: Lumiere Hnos).
"La llegada de un tren a la estación" es una de las películas más famosas de los hermanos Lumiere. Dura apenas unos segundos. (Foto: Lumiere Hnos).
Oscar García

Se le considera el primer susto en la historia del y ocurrió hace 125 años en un pequeño café de Paris. Esa noche, , los padres del cinematógrafo y del cine como espectáculo, estrenaban un corto muy sencillo ante un auditorio curioso. Se trataba del arribo de un tren. Se diría que no era nada del otro mundo pero en su tiempo el cine era una ilusión que deslumbraba como la magia. Los espectadores de ese café, poco preparados para captar la ciencia detrás de las imágenes en movimiento, habrían pensado que la locomotora se les venía encima. La leyenda dice que se asustaron y corrieron.

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El sétimo arte tenía dos meses de creado y ya regalaba el primer jump scare, como si fuera una involuntaria película de terror. En su libro Esculpir en el tiempo, el cineasta ruso Andrei Tarkovski escribe sobre ese pasaje de la historia así: “A medida que el tren se acercaba empezó el pánico en el teatro: la gente saltaba y corría. Ese fue el momento en el que nació el cine; no fue simplemente cuestión de técnica o de una nueva forma de reproducir el mundo. Lo que resultó fue un nuevo principio estético”.

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La llegada del tren a la estación de Ciotat fue una de las primeras películas que exhibieron los Lumiere, que hacía solo pocas semanas, un 28 de diciembre de 1895, habían inventado el cine como espectáculo público con la primera función pagada de películas. Era un programa de diez cortos muy sencillos a los que se sumó luego La Llegada del Tren, ya en 1896. La pregunta que se hacen algunos estudiosos e historiadores es “¿En verdad se asustó la gente?”. Parece un mito resonante pero no muy sencillo de demostrar.

En la película La Invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011), por ejemplo, se puede ver la escena en cuestión recreada. El mago George Méliès entra a una función de cinematógrafo de los Lumiere y ve cómo la gente se asusta al ver el tren avanzando hacia la pantalla. Gritan pero luego se echan a reír al notar la ilusión. En la película es esa reacción de pánico la que divierte y convence a Méliès de dejar la magia, vender todas sus posesiones y crear un estudio con la intención de convertirse en un cineasta. Méliès sería en los años siguientes un pionero de los efectos especiales en el sétimo arte.

Algunos teóricos duden de la verosimilitud de la anécdota asociada a La llegada del tren, al tomar en cuenta que el público en Paris ya debería estar capacitado para decodificar la ilusión del cine sin sustos de por medio. Igual no es difícil de imaginar que el corto en cuestión debe haber causado, cuando menos, una gran impresión en la audiencia, sobre todo por su tiro de cámara completamente inusual por esa época. Esa es la principal innovación.

Al ubicarse justo al lado de las vías del tren, la cámara de cine de los Lumiere jugaba por primera vez con el concepto de profundidad de campo. Esto quiere decir que el movimiento interno del encuadre iba del fondo hacia “adelante” y hasta fuera del cuadro, cuando lo normal para la época era que los personajes se muevan de lado a lado, como atrapados en un mundo de dos dimensiones. Sin querer, los Lumiere rompieron una pared ilusoria que permitiría en el futuro, de la mano de cineastas mas autoconscientes como D. W. Griffith, sentar las bases del lenguaje narrativo que nos gobiernan hasta hoy. //

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