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Oscar García

A sus 70 años, José Clarke todavía recuerda la vez que vio pasar por Miraflores el que le pareció el auto de sus sueños. Era un muchacho entonces. Sus ojos se emocionan mientras relata la marcha impecable de ese Jaguar negro, modelo MK IX, 1959, con interiores en madera. Un auto digno de la reina de Inglaterra. La anécdota la cuenta con placer mientras nos enseña ese preciso vehículo, que le tomó más de cuarenta años adquirir, luego de una labor de detective. “No es un auto parecido, este es el mismo que vi”, dice Clarke, como quien cuenta una travesura, desde las afueras del Pentagonito, en San Borja.

Es sábado en la mañana y el veterano abogado ha llegado para exhibir al público que circula a esa hora la hermosa joya que suele decorar su garaje. Esto en el marco de una exposición de legendarios carros ingleses, organizada por el Club del Automóvil Antiguo del Perú y el Centro Cultural Británico. “¿Sabes qué es lo que más me gusta de este carro? Esto”, dice y cierra la puerta. El enorme sonido del portazo dispara una insólita nostalgia por un tiempo que ya no existe. Ningún auto nuevo podría producir un sonido así.

Lo que más admiran los coleccionistas de vehículos como este es la personalidad, otra cualidad un poco perdida entre el mar de autos parecidos que circulan por el caótico tráfico limeño. “Los autos antiguos se diseñaban con papel y lápiz, no en una fría computadora. Eran obras de artistas, italianos a veces. Este se dibuja desde el punto de articulación de la cintura del pasajero, hacia afuera. La comodidad era lo más importante”, recuerda Pedro González-Orbegoso Martinto, vicepresidente del Club del Automóvil Antiguo del Perú, una institución fundada en 1975 y que agrupa a más de 150 asociados.

González-Orbegoso es nieto de Pedro Martinto, el ciudadano francés que vino al Perú en 1902, reconocido importador de vehículos y dueño de la Casa Martinto, que tuviera más de 20 sucursales en el Perú. Fue quien promovió por décadas la marca Toyota en el país. Él es propietario de varios autos, entre ellos un Morgan Roadster de color rojo de 1950. Es un auto que se usaba mucho en los rallys y que ha reconstruido en su totalidad. “Lo hemos levantado del sueño con lampa, para que te des una idea del estado en el que estaba. Y la reconstrucción se ha hecho casi desde cero con mano de obra peruana: mecánicos, planchadores, ebanistas, pintores y tapiceros, todo nacional”, dice.

En el Club del Automóvil Antiguo gustan decir que cumplen una valiosa labor pedagógica, pues sus piezas de colecciones son testimonios de tiempos idos. No son piezas de museo, pues estas suelen estar inertes y un auto antiguo necesita ser sacado a la calle al menos dos veces a la semana porque, si no, se empieza a deteriorar y descomponer. Esto es parte del encanto. El gusto de sacar a pasear a estas bellezas y que los ojos de todos se posen en ellos es algo que no cambian por nada del mundo. //

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