Tomado del Twitter de André Carrillo.
Tomado del Twitter de André Carrillo.

Esto está pasando todos los días en todas las redes sociales en todas las ciudades a todas horas donde existe un 'hincha' de la , luego del 5-0 con Brasil.

Escucho una voz que me dice:
- ¿Tío Chávarri?
- Dígame.
- ¿Quiere escuchar el último audio de whatsApp de Oblitas contando todo lo que ocurre con los jugadores?
- No...

Estaba a punto de salir al aire en uno de los enlaces para Movistar Deportes y me encontraba en la puerta del hotel de concentración del equipo peruano, en Sao Paulo, Brasil. El desconocido era un hombre pequeño, no más de 1.60m, pelo largo, pinta de cantante de música chicha, con anteojos; su mirada de protagonista al hacerme la pregunta era sorprendente.

Lo que este hombre no consideraba era que mientras que él me hacía tan interesante oferta, detrás suyo, a escasos 5 metros, Juan Carlos Oblitas y el gran Ramón Quiroga -con quien yo hacía el enlace- se daban un cariñoso abrazo de reencuentro y bromeaban sobre alguna anécdota juntos con la selección.

Me negué a escuchar el audio, obviamente, porque tengo intolerancia a la ignorancia, aquella que proviene de lo que asumimos sin cuestionar, sin razonar.

Luego de aquella anécdota reflexioné mucho, tratando de entender

No ha pasado mucho de ese 15 de noviembre del 2017, cuando las calles del Perú estaban tomadas por gente que celebraba la clasificación de Perú a un mundial de fútbol, después de 36 años de interminable espera. Ese día me volví incondicional y recuperé la fe en mi selección, aquella que perdí cuando, en un destierro voluntario, decidí emigrar a otro continente en busca de nuevos horizontes, allí por los 90's.

Y los responsables de esa conversión casi religiosa fueron los futbolistas de la selección peruana, dirigidos por un comando técnico a cargo del argentino Ricardo Gareca, aquel que me había hecho sufrir hacía poco más de 32 años atrás, cuando anotó el 2-2 para su país, que nos obligaría a jugar el repechaje que terminaríamos perdiendo con Chile, quedando fuera del mundial de México 1986.

Pero regresemos a esa vorágine que se apoderó de Perú a finales del 2017, convirtiendo al Tigre Gareca en héroe nacional y, probablemente, uno de los personajes más queridos por el pueblo peruano en nuestra historia futbolera. Los memes inundaron las redes postulando al Argentino para presidente; sí, tan grande era nuestro agradecimiento hacia este hombre garboso de melena larga que abrazó a un Cueva en llanto, como un padre lo hace con su hijo.

Y así como los peruanos nos enamoramos del Flaco, menos de 2 años después, a raíz de un desastroso 5-0 con Brasil en la Copa América, lo tildamos de milonguero, de estafador. Porque así de poco dura nuestro amor, así de corta es nuestra paciencia, así de pobre nuestra capacidad de discernimiento... porque algunos de nosotros no conocemos la perseverancia, no entendemos que lo que este hombre, su CT y nuestros futbolistas lograron fue un milagro.

A pesar de su poder de convencimiento y la clasificación al mundial, decidimos que nuestro amor no sería más incondicional y se convertiría en un inefable odio, aquel que permite a infelices derramar su frustración sobre quienes nos dieron  uno de los momentos más felices de nuestras vidas. Adjetivos como cobardes, borrachos y la fabricación de audios nos pintan como sociedad.
Aquellos que proceden de esa manera manchan honras y mueven a otros que no hacen más que viralizar dicho contenido desde la ignorancia y el desinterés por la verdadera información. Las redes pueden salvar vidas pero también destruirlas.

Que quede claro que rechazo cualquier tipo de indisciplina o inconducta de un deportista profesional, sobre todo si representa a un país, pero jamás me dejaré llevar por el imaginario colectivo.

Algo está profundamente mal en nuestra sociedad; la carencia de valores y el extremismo están ganando terreno.

Seamos más, pero no sólo en cantidad, sino en inteligencia y demostremos que podemos criticar desde el respeto, desde la molestia si quieren, pero no desde la cobardía y la infamia.

Nadie te obliga a que alientes a una selección en la que no crees pero, tampoco, te obligan a sacar lo peor de ti.

No nos confundamos, esto no tiene que ver con educación o preparación académica. Hay gente con diplomas que me escribe buscando confirmación a los audios que ha recibido.

Y todo esto viene de casa, formemos personas pensantes y no obedientes, estas últimas siguen órdenes, las primeras razonan, cuestionan, tienen criterio, ese que nos falta para saber que no debemos creer todo lo que escuchamos ni leemos.

Ya es hora de que apelemos a la buena y no a la mala... a la memoria me refiero.

Pensá.

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