Izquierda: el señor Wilfredo, con quien el dibujante compartía habitación y le llamaba la atención por su aire a Julio Ramón Ribeyro. Derecha: desde una de las torres de la Villa Panamericana, Renso podía ver las minúsculas casas de un cerro de Villa el Salvador.
Izquierda: el señor Wilfredo, con quien el dibujante compartía habitación y le llamaba la atención por su aire a Julio Ramón Ribeyro. Derecha: desde una de las torres de la Villa Panamericana, Renso podía ver las minúsculas casas de un cerro de Villa el Salvador.
Rafaella León

Los dibujos son azules. Fueron hechos con la tinta del lapicero que Renso Gonzáles guardó rápidamente entre las cosas que llevó al centro de aislamiento, en la Villa Panamericana de Villa el Salvador. Es dibujante desde que tiene memoria, su modo de entender la vida y de andar por este mundo es dibujándolo todo: desconocidos con los que debe compartir el mismo espacio; enfermos como él, quizá más solos y preocupados, a los que oye sollozar y toser; la comida de la mañana, la de la noche; todo lo que su vista alcanza a ver desde una alta ventana, lejos de todo. Incluso las conversaciones de otros pacientes, la angustia detrás de las puertas, el apuro de los médicos y enfermeras en los pasadizos. Y su propio retrato convaleciente.

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