Cristiano Ronaldo deja el Real Madrid por la Juventus. Estas son algunas razones que lo hacen imprescindible. (Foto: AFP / Video: EFE)
Angel Hugo Pilares

Pocas veces se ha visto que un futbolista candidatee a mejor jugador del Mundial solo con un partido. No lo hizo Maradona con el 2-1 a Inglaterra, porque México 86 fue absolutamente suyo. No lo hizo Oleg Salenko luego de anotar cinco goles a Camerún en 1994. Ni siquiera Zidane con sus brillantes finales de 1998 (cuando el premio se decantó hacia Ronaldo mucho antes) y el 2006 (tan golpeado por el cabezazo). Pero después de que marcó el tercer gol ante España en el debut de su selección, muchos empezaron a decir que si Messi no campeona en Rusia 2018, el Balón de Oro podía ser suyo. Al final Portugal quedó fuera, pero la marca del genio que ha dejado la casa blanca del  por la vieja señora de la está presente en cada balón que se patea en Rusia.

Tiene que ver con ello el desempeño de su equipo en uno de sus mejores partidos del Mundial, ante España: Portugal era una escuadra inconexa que iba ganando y fue destrozada con la versión del tiki taka español que Fernando Hierro no ha ordenado descontinuar. Y que fue incapaz de definir más opciones de las que el propio Ronaldo había generado. Porque entonces y luego, ante Marruecos, fue Cristiano contra los leones y salió airoso de pruebas imposibles.

Es también, parte de la virtud de Cristiano: que en su equipo él es una estrella pero también un líder. Permítanme la comparación, pero hay un tipo de jugadas que hacen futbolistas que tienen la sangre más caliente que el resto. Ante Colombia, Paolo Guerrero tomó un balón en los últimos minutos y lanzó un tiro libre lleno de convicción. Lo mismo que hizo CR7 ante España. Es esa facultad de tirarse el equipo al hombro lo que hace a los elegidos. Y es algo de lo que solo se le ha visto algunos atisbos a Lionel.

Esto no podría ser posible si no fuera un tipo ególatra que quiere todos los balones, pero que no espera que todos jueguen para él. Cristiano Ronaldo ha decidido ponerse al servicio de la colectividad porque sabe que la gloria viene en grupo. Es ese el mismo ego que crecía al ritmo en que, recibiendo el respetuoso saludo de todos sus compañeros, hacía gestos como diciendo que siempre había que luchar hasta el minuto final.

Es por eso que a Cristiano hay que seguirlo todos los partidos: desde la TV y desde el campo de juego. Porque cada una de sus acciones parece también una declaración de principios. Como lo fue su casi anuncio de salida en la final de la Champions, cuando dejó ver las brechas entre él y Florentino Pérez. Como fueron estos tres goles, otro golpe al orgullo del poderoso madridista que no quería pagarle lo que a otras estrellas. Como fueron esos tres gritos furiosos que resuenan en Sochi, y anuncian que el genio ególatra dejó una marca. O como es ahora, que se va de Real Madrid luego de 9 temporadas de lujo, 438 partidos oficiales (y 42 amistosos), 451 goles oficiales (y 21 en amistosos), 115 asistencias y 44 hat-tricks (récord del fútbol español). Esas y otras cifras pertenecen más a un Baldor que a una cancha de fútbol. Esa, señores, será su importancia siempre.

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