MDN
Ivan Noguera
Miguel Villegas

Ahora que nadie se habla y la vida ocurre dentro del celular, era obvio que, luego de un sencillo mecanismo de interceptación telefónica, una sofisticada técnica que aquí hace llamar chuponeo, caiga cualquier personaje en evidencia. Caigan, pues, los 'hermanitos'. Ni el psicólogo, ni el psiquiatra, ni Hayimi. Dime cuántos contactos de Whatsapp tienes y te diré quién eres. Caras vemos, inbox no sabemos.

En ese país que no vemos hasta que se hackean los smartphones, existe hoy un lenguaje que pronto merecerá enciclopedia. Una jerga de diminutivos que ocultan faenones. En el Perú que no vemos, los abogados que firman las mejores resoluciones no son doctores ni licenciados, son “doctitos”. Un torneo competitivo, en el que el play de honor lo puede dar, no sé, un monstruo como César Cueto, puede que ni siquiera lleve su nombre. Puede llamarse “Copa Máster Varones César Hinostroza Pariachi”. De la misma manera en que, para los amigos, es decir, los amigos que facilitan accesos al palco para ver a la selección, Edwin puede ser “Edwincito”.

En ese país que no vemos hasta que se bajan los audios del Call Recorder, hay peruanos que nunca pasan por el necesario proceso de conocerse. De frente son “hermanos” o, cuánto mejor, “hermanitos”. Han inventado, incluso, una nueva forma de saludo, un nuevo y más elegante “Qué hay, causa”. Se dice: “Lo saluda su modesto amigo”. Es una forma de cercanía, una alianza de cochinos, un pacto de traidores.

En ese Perú que no vemos se invita “un champancito”, no se brinda. No se habla de sueldos, bonificaciones justas o grati: son “10 verdecitos”. Finalmente, los méritos sirven de poco sino se tiene un contacto, una tarjeta, el famoso celular de dios: o mejor dicho, un “puentesazo”.

El problema es que, después, los perseguidos son los que hacen públicos y tratan de explicar estos maravillosos nuevos peruanismos para entender al Perú de hoy.

Un especial sobre peruanismos y corrupción, este sábado en Somos. 

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