“Una de las principales razones por las que vine a Lima fue porque no había oculistas en Mollendo”. Juan Carlos Oblitas empieza así a recordar con humor el periplo de una vida en la que ha dedicado al menos 54 de sus 71 años al fútbol. Adjudica su educación a unos padres que siempre le dieron libertad de pensamiento, a las conversaciones con los mayores en las plazas de aquel tradicional pueblo costero y a la cuidadosa observación que hace de las gentes y de las situaciones, convirtiendo en paradoja su tradicional apodo: “Ciego”.

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