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(Foto: Somos)

"Contrata un detective. Diré que las fotos me las dejó alguien de la oficina”. Patricia Simon ha visto un poco de todo en sus casi tres décadas como abogada. Pero, principalmente, ha visto infieles. Cada año revisa de 300 a 400 divorcios. Eso es mucho papeleo.

¿Las cosas se pueden poner feas? Sí, y la mayoría de veces es lo que ocurre (adivinó: la infidelidad es la causa más común). Pero hay un camino menos tortuoso, sobre todo si no hay mayor agravio que el final del amor. “En el caso de dos personas maduras que se dan cuenta de que la relación ya no va, que son más amigos que pareja, suelen ser los dos quienes se acercan a pedir el divorcio de mutuo disenso”, indica. “El proceso se realiza entre la notaría y la municipalidad. El gasto total –contando al abogado– no debería pasar los 800 soles”, dice Simon. Por supuesto, hay casos y casos: de 5 mil a 50 mil dólares es la cifra que se maneja en el caso de los divorcios por causal (ajá, la infidelidad sale cara).

Con la modificación del procedimiento legal en 2008, el trámite de los divorcios de mutuo disenso pasó a realizarse de la vía judicial a la notarial; solo en los casos por causal el proceso debe realizarse ante un juez. Esto se traduce en un enorme ahorro de tiempo. Si ambos esposos así lo desean, y han estado casados un mínimo de dos años, el divorcio (que antes demoraba otros dos años en salir o más) ahora está listo en unos tres meses. ¿Firmaron separación de bienes? Incluso más sencillo. Pero los peruanos no somos precisamente expertos en la prevención.

CÓMO REPARTIMOS LOS RECUERDOS
“Hay que admitirlo”, explica la abogada de familia Jessica León, “así querramos hacerlo en los mejores términos posibles, cuando se habla de divorcio se habla de un matrimonio fracasado donde ambos son responsables, pero cada una de las partes se siente víctima en algún momento”, añade. No existe una lista de reglas: ni siquiera cuando las parejas conversan previamente. Lo que se acuerda en un momento, insiste León, puede cambiar radicalmente poco después. “‘Si nos separamos, yo seguiré ocupándome de tal o cual cosa’ es una de las frases más típicas, pero en la práctica no sucede así y las mujeres usualmente son las más afectadas”, explica. Si hay hijos, la situación se complica más: todas las responsabilidades se deben replantear. “Uno cuida, otro mantiene: esa suele ser la ecuación”, finaliza la abogada. Si quieres conocer a alguien de verdad, divórciate, dicen por ahí.

Tatiana (50) tiene dos hijas adolescentes. Estuvo casada más de diez años y hoy mantiene una saludable relación con su ex. “Uno tiene que pensar sobre todo en los hijos antes que en el resentimiento”, cuenta. La amistad y confianza que hay –y hubo– entre ella y su ex esposo es algo que intenta transmitir a sus hijas siempre que puede. Eso, afirma, es su manera de hacerlas sentir seguras y protegidas. “Cuando cada uno tomó su camino, lo conversamos entre todos. Papá y mamá vivirían en lugares separados, pero eso es todo. En mi caso no tuve necesidad de poner restricciones ni horarios de visita”. Hoy su ex no solo le da ‘me gusta’ a sus publicaciones en Facebook: también le cuenta de sus nuevas novias y mantiene una relación cordial con su actual pareja. “Yo también celebro su felicidad: la merece. Una relación de pareja puede acabarse, pero el cariño y los años vividos juntos no fueron por gusto. Uno debe recordar los buenos momentos; de esa unión nacieron tus hijos”.

La situación de Tatiana puede sonar utópica, pero no es la única. Renzo (51) comparte esa misma manera de entender las cosas. Lo curioso es que estuvo casado –casi 20 años– con una abogada. “Mis amigos me hacían bromas: ‘te va a dejar en la calle’, pero nosotros nos separamos amigablemente. Llegó un momento en el que más que pareja, éramos amigos y padres”, cuenta el administrador de empresas. “Conciliamos ahí mismo y decidimos compartir todos los gastos. Ahora yo no tengo pareja ni quiero tenerla, pero ella sí. De vez en cuando todavía salimos a comer los dos con nuestros hijos, sobre todo cuando hay algo importante por festejar o conversar”, cuenta por su parte. Decir adiós es difícil, sí, pero a veces solo hay que decirlo.

KRAMER VS. KRAMER
La pregunta más importante en todo proceso de divorcio puede resumirse en una: ¿qué le toca a quién? Para la abogada María Murillo, la separación de patrimonios es clave. “Generalmente, de acuerdo con ley se reparten el 50% de los bienes. Estos incluyen inmuebles comprados durante el matrimonio, acciones de empresas (que puedan exitir), utilidades o rentas respecto de los bienes propios. Pero también las deudas: a veces se desconoce de estos temas y algunos cónyuges solo piensan en los ingresos”, explica.

Lo que más conviene, en cualquier caso, es firmar una separación de bienes (el famoso prenup). Sin embargo, durante el proceso de divorcio se puede pactar lo que los ex cónyuges deseen. “A la mujer, que normalmente se queda con los hijos, se le asigna la casa. Las mezclas y las posibilidades son infinitas en cuanto a acuerdos. Aquí lo que queremos es llegar al mejor arreglo posible”, afirma. Todo dependerá de la cantidad de dinero en juego o de quién tenga más ingresos, pero –están de acuerdo las especialistas–también de los valores que cada persona tenga. ¿Quién tiene las de ganar? “A veces, el que tenga mejor abogado”, bromea Murillo. Tampoco está muy lejos de la realidad. //

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