Diego del Río es un ciclista y fotógrafo de viajes que vive en Cusco. Por deporte y profesión está en contacto con la naturaleza. Una constante es que en todos lados ve basura. Hace poco observó a un campesino arrojando su botella al río Urubamba. Detuvo su bicicleta para preguntarle por qué lo hacía. “Botadero es”, fue la lacónica respuesta que quedó taladrando su mente.
Duilio Vellutino es un deportista extremo, campeón nacional de kayak. De su pasión por los viajes nació Experiencia Munaycha, empresa con la que organiza travesías por el lago Titicaca, el Amazonas y las costas de Arequipa. Remar 55 kilómetros entre Matarani y Quilca es su expedición estrella. “La primera vez que vine en kayak fue en el 2004. En el 2007 traje a mi primer grupo de pasajeros con un bote a motor acompañándonos. Desde entonces he venido todos los años”, cuenta Duilio.
LEE TAMBIÉN: la marca de chocolate que honra el cacao de Ucayali en el mundo y la historia de la joven detrás de su éxito
El documental que busca crear conciencia sobre el cuidado de playas
En el año 2019, uno de los pasajeros de Munaycha fue Diego del Río. Se embarcó en los kayaks sin imaginar los paisajes costeros que lo esperaban. Imponentes farallones, dunas y blanca ceniza volcánica contrastando con desechos varados por el mar. “Me impresionó que en caletas tan chiquitas y supuestamente vírgenes se acumulara tanto. Ese fue el detonante”. Con la pandemia en retirada, “¡Vamos pa’lante!” se dijeron los amigos, presentando el proyecto a empresas de Arequipa y Cusco. Requerían un barco para cargar la basura que recogieran, sacos donde acopiarla, camiones para transportarla y documentalistas profesionales con ganas de filmar, remar y recoger desperdicios. La respuesta fue positiva. “La unión hace la fuerza. Es la bola de nieve que me encantaría comenzar a crear”, comenta Diego.
Quebrada Honda fue la primera playa a la que llegamos. Una trocha de tierra que se bifurca de la nueva carretera Costanera, vía que corre paralela a la costa uniendo Arequipa, Moquegua y Tacna, nos condujo a lo alto de un acantilado. Al descender por empinadas escaleras descubrimos un muladar. Un grupo de trabajadores de Tisur, aliados del proyecto, metían en sacos lo dejado por veraneantes. Juntos llenamos 40 bultos con un total de 255 kilos de peso, solo de esa playa. Botellas, latas, cubiertos descartables, bolsas, envases de tecnopor... “La gente llega con comida y bebidas, pero no se llevan sus restos. Es una mentalidad cortoplacista, no piensan qué pasa después”, dice Duilio. Quebrada Honda queda impecable. El lugar ideal donde armar nuestras carpas.
“CALETAS DOCUMENTAL”
Al día siguiente nos embarcamos rumbo a Difuntos 2. Tiene ese nombre porque las corrientes vararon cuerpos de un naufragio. En la época de El Niño, aparecían lobos marinos muertos. Ahora, cientos de cadáveres de botellas vomita el mar. Capas y capas de plástico de años enterrado en la arena. Entre las botellas transparentes destacan unas azules. Son envases del aceite de dos tiempos que usan los pescadores en sus motores. Después de tres horas de trabajo bajo el sol, remamos hacia Honoratos, donde acamparíamos.
COMPARTE: Quién es la ingeniera forestal que pide adoptar árboles para salvar la Amazonía
Diego Ibáñez y Duilio hacen de guías. Vamos en grupo, evitando acercarnos a las peligrosas aguas blancas de las rompientes. Entramos a grutas, un lobo de mar saca su enorme cabeza asustándonos. Vemos pingüinos, bandadas de pelícanos nos sobrevuelan. En una de las cuevas descubrimos un nido de guanay hecho con jirones de bolsas y redes. Pasamos los días limpiando pequeñas entradas de mar en rocosos acantilados. El contraste entre la belleza de la geografía volcánica y la basura acumulada duele.
En Caleta San José nos recibe Mauricio Mendoza del Solar. Ha construido un ecolodge donde vive al cuidado del desierto costero; es su propósito de vida. ¿Has hablado con los pescadores para que reflexionen, preguntamos. “No hay eco. El mar es su basurero. Es como si recolectaras frutas tirándote abajo el árbol. Una vez le pregunté a un pescador qué va a ser del futuro de sus hijos, y me contestó: ¿acaso mis hijos van a ser pescadores?”. Mauricio se preguntó si ser pescador no es acaso una labor digna.
Caleta Arantas es nuestra última parada. El ‘falucho’ que nos acompaña tiene sus tres bodegas y cubierta rebosando de sacos de basura. En total, 720 kilos parten en camiones al depósito municipal de Mollendo. Solo una parte podrá ser reciclada; el plástico podrido por el sol no sirve.
Toca editar Caletas documental para crear conciencia de la urgencia de cambiar nuestros hábitos. Tener filtros de agua, separar lo reciclable, hacer compost con restos de frutas y verduras. “¡Qué importante es segregar para que no acabe todo tirado!”, enfatiza Diego del Río, tranquilo de haber dejado una huella de impacto positivo en las Fabulosas costas de Arequipa. //
VIDEO RECOMENDADO
TE PUEDE INTERESAR
- De He-Man a The Mandalorian: el coleccionista peruano que sabe todas las historias detrás de los juguetes
- Lima: ¿cómo es la capital hoy, qué sabor la define, qué personaje o avenida la representa?
- Andrés Salcedo, el hombre que convirtió la Bundesliga en una novela de García Márquez
- Antonella Caballero: la niña de ocho años que hoy es la nueva gran promesa del surf peruano
Contenido Sugerido
Contenido GEC