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El periplo está llegando a su fin y, como un padre orgulloso, Pedro Pablo Alayza quiere registrar el momento en fotografías. “Matrimonios de Martín de Loyola con Beatriz Ñusta y de Juan de Borja con Lorenza Ñusta de Loyola” es el nombre completo del cuadro que habitualmente mora en el Museo Pedro de Osma, en Barranco, pero que de febrero a abril estuvo de visita en la capital española. Ahí, la obra durmió bajo el techo de una de las pinacotecas más prestigiosas del mundo, el Museo del Prado, pues el Perú fue el país invitado en la última edición de la feria de arte ARCOMadrid. La estadía del lienzo anónimo cusqueño de 1718, en el célebre recinto ibérico, ya había estado en boca de todos para cuando el director del espacio limeño solicitó luz verde para la toma de imágenes. Incluso en la de The New York Times, que dio cuenta del hecho sin precedentes: aquella fue la primera vez que una pieza colonial se exponía en el mismo lugar que cobija pinturas de Velázquez, Goya, Murillo. Algunas de las joyas más importantes de la historia del arte universal.

La idea, explica Alayza ya en Lima, era que “La Ñusta”, como también se le conoce ‘en corto’ al cuadro, “se despidiera de quienes fueran sus ilustres vecinos” durante su permanencia allí. “En su salida del Museo del Prado, “La Ñusta” le dijo adiós a “Las Meninas”, de Velázquez (aquella foto abre este artículo); al “Descendimiento de la Cruz”, de Rogier van der Weyden; a “El jardín de las delicias”, de El Bosco, y otras. Por supuesto, el trasfondo era otro. Nos parecía importante evidenciar claramente en el Perú lo que allá había pasado”, explica la cabeza del Museo de Osma. Lo que había pasado era que se rompió el axioma que dictaba que el arte virreinal era solo etnográfico, exótico, lejano. De segunda. Indigno.

¿Qué habría motivado, entonces, la decisión de que “La Ñusta” ingresara al Museo del Prado? Alayza detalla: “Afortunadamente, mucho está cambiando a nivel mundial. Investigadores han hecho una nueva lectura de la pintura virreinal en los últimos años. Todos coinciden hoy en que en realidad se trata de arte mestizo, una expresión por sí misma y no un remedo de manifestaciones europeas, que es lo que siempre se había pensado. Los valores y significados nativos e indígenas constituyen una iconografía propia”. Lo que había pasado, pues, era que el arte mestizo había sido reconocido.

RELATOS  PARALELOS
“La Ñusta” tenía el afecto ganado de Alayza desde hacía tiempo atrás, valgan verdades. En el 2015, cuando asumió la dirección del Museo de Osma, a él se le encargó inaugurar una sala que reuniera arte precolombino. El reto estaba en ligar esta temática con el arte virreinal, en el que se centra toda la colección del sitio. “Me pareció que tres cuadros podían marcar el derrotero para ello. Los anónimos “Procesión del Corpus Christi”, “Genealogía de los incas” y “La Ñusta”. La última es la protagonista de la sala”, rememora. De ahí que se mostrara deleitado cuando la Cancillería peruana le ofreciera al Museo del Prado llevarle una obra colonial en el contexto de ARCOMadrid.

El lienzo se pintó en el siglo XVIII, pero en realidad se refiere a dos acontecimientos sucedidos en el XVI. Uno es el matrimonio, en 1572, de Beatriz Ñusta con Martín de Loyola, sobrino nieto de San Ignacio de Loyola. Y el otro, celebrado en 1611, es el de Lorenza Ñusta, hija de los primeros, con Juan de Borja, a su vez, bisnieto de San Francisco de Borja. Entre uno y otro acontecimiento mediaron casi 40 años, además de una enorme distancia geográfica –uno ocurre en Cusco; otro, en Madrid–, pero en la pieza son representados simultáneamente y en el mismo espacio con un propósito propagandístico: la alianza entre la descendencia real incaica (Beatriz era sobrina de Túpac Amaru I) con la de los dos patriarcas de la Compañía de Jesús, sugiriendo el sello de un pacto político de convivencia armoniosa entre las ‘repúblicas’ de indios y españoles.

LO QUE SE VIENE
“Miguel Falomir, director del Museo del Prado, quedó impresionado y agradecido con la visita de “La Ñusta”. Y la verdad es que allá la trataron muy bien. Hubo una conferencia sobre ella, una mesa redonda, varias actividades con escolares, en fin, un esfuerzo muy grande por llegar a comunidades allá. El museo, de hecho, nos ofreció, sin costo alguno, un estudio que se llama espectografía y radiografía de imágenes, que se aplicó al lienzo para ver qué hay debajo (trazos borrados, etc.)”, continúa Alayza. A partir de esto, agrega, hay toda una intención de firmar un convenio de colaboración entre el Museo del Prado y el Museo de Osma. “En principio, se podrían resolver proyectos específicos, pasantías e intercambio de especialistas y, más adelante quizá, una gran muestra de arte peruano allá.

“'La Ñusta' nos ha abierto una infinidad de puertas. Pero, sobre todo, al debate: ¿Qué es el arte? ¿Quién dice qué lo es y qué no? Este reconocimiento a la obra, en verdad, va más allá. Mucho más allá”, concluye. Así sea. //

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