CAMBIO DE HÁBITOS. El padre Omar (Lima, 1967) dejó de estudiar Derecho en la Universidad de Lima y la vida típica de un joven de 25 años proveniente de una familia acomodada cuando acudió al llamado de Dios entrando al seminario. (FOTO: Omar Lucas)
CAMBIO DE HÁBITOS. El padre Omar (Lima, 1967) dejó de estudiar Derecho en la Universidad de Lima y la vida típica de un joven de 25 años proveniente de una familia acomodada cuando acudió al llamado de Dios entrando al seminario. (FOTO: Omar Lucas)

Ninguno de los 17 tatuajes que tiene en el cuerpo es motivo de arrepentimiento para el padre Omar Sánchez. No el que lleva en un brazo y que dice en latín Vine, vi, vencí. Tampoco el de la espalda, en el que se lee el nombre de una ex novia con la que vivió en Nueva York cuando era joven. Menos aquel con el número de una ley que dictó Hitler para encarcelar homosexuales y mandarlos a los campos de concentración. Ese, sellado en el otro brazo, le sirve para recordar que algo así no puede volver a ocurrir. Todos ellos son parte de su historia, dice, una que volvería a recorrer sin saltarse ninguna etapa porque es la que lo ha terminado anclando donde está hoy. Es decir, en Villa María del Triunfo, a la cabeza desde hace 13 años de la Asociación de las Bienaventuranzas, una obra que alberga a 262 personas, todas ellas marginadas por la sociedad (niños y ancianos abandonados, grandes y adultos con discapacidades físicas e intelectuales, personas con adicciones, entre otros), y que ya ha traspasado los muros de sus locales en beneficio de las comunidades de esa zona de Lima Sur.

Su arduo trabajo al servicio del prójimo –y no tanto la tinta en su piel– ha convertido al padre Omar en un rockstar de la solidaridad. En una figura cuya dedicación para con el otro es digna de admiración para muchos. Lejos están los días en que, a los 25 años y estudiando Derecho en la Universidad de Lima, él salía de las discotecas atribulado, cuestionándose qué es lo que hacía ahí; cuál era su misión en la vida. La repuesta a la eterna pregunta que por años le taladró la cabeza: “¿Y después qué?” acabó callándose cuando entró al seminario, hace ya dos décadas.

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Ocupado como nadie, es difícil que concrete una cita para conversar o tomarse fotos, pero se consigue. Si no está afinando su nuevo proyecto Ollas Vecinales SOS, anda repartiendo víveres entre los vecinos o supervisando la instalación de una planta de oxígeno dentro del hogar. El esfuerzo de él y su equipo por dar la mano durante la pandemia ha ido desde adoptar a cuatro recién nacidos que le dejaron en la puerta –en canastas y con notas, como en las películas– hasta organizar talleres para empoderar a las mujeres y ayudarlas a ser emprendedoras. Está cansado, pero está bien. Dios es su copiloto. Nada le falta.

La obra que dirige combate la cultura del descarte. ¿Qué significa eso?

Hoy se cree que aquel que no cumple con ciertos parámetros de belleza, inteligencia o capacidades no sirve. Al viejo se le descarta, al niño con síndrome de Down, también. ¿Sabías que el año pasado no nació ni uno solo en la comunidad de Madrid? Todos son abortados. Esta práctica también se vive en el Perú. Nosotros hemos encontrado en la basura a un chico de 22 años que acababa de salir de la cárcel. Fue arrojado allí por su familia porque tenía sida, sífilis y era consumidor de droga. Aquí, en el hogar, vivió cuatro días. Pero murió abrazado, limpio, con los sacramentos que él mismo pidió. Se fue con dignidad. Por eso queremos luchar. Presentamos realidades que no se quieren ver porque es necesario. Siguiendo el ejemplo de Teresa de Calcuta, denme a mí a los que no quieren.

¿Cuántos recién nacidos han dejado en el hogar en la pandemia?

Cuatro. Suelen dejar uno al año.

¿Cuáles han sido las principales acciones de la asociación en estos últimos meses?

En primer lugar, hemos armado más de 257 mil canastas de víveres que no solo hemos repartido en Lima Sur. También en el Rímac, San Juan de Lurigancho, Comas e incluso en otras regiones del Perú. Pero ahora estamos empezando, más allá del hogar, en la comunidad, un proyecto diferente que busca contribuir a la solución de los problemas de siempre: la desnutrición, la malnutrición, la TBC. Ya no queremos solo dar la canasta, sino organizarlos para que ellos mismos se autogestionen a través de un nuevo proyecto que se llama Ollas Vecinales SOS.

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A la manera de los comedores populares…

Sí, usamos todo el expertise de los comedores populares, pero hemos agregado dos ingredientes: uno, la bioseguridad. Cada olla da para 100 personas; por lo tanto, van a recoger la comida 25. Estas representan a sus familias. El otro ingrediente es el cuidado del medio ambiente. Estamos enseñándoles a clasificar la basura, a hacer biohuertos, a usar paneles solares. La idea es ayudar a la gente a ser protagonista de la solución de su problemática.

Iban a implementar una planta de oxígeno…

Está lista. Está lista. Mientras, hemos estado repartiendo tanques gratis para las personas enfermas de la zona...

En ese ínterin, los estafaron.

Así es. Nos estafaron con 10 tanques, pero al día siguiente nos donaron 20. Igualmente, tenemos un proyecto de medicinas gratuitas con la Diócesis de Lurín. Hemos invertido una gran cantidad de dinero en ellas para que a la gente pobre se le pueda dar el kit para tratar el COVID-19. Además, tenemos alquilados 77 espacios para familias que han sido desalojadas por no poder pagar el alquiler de sus hogares al quedarse sin trabajo.

¿Alguien se enfermó de COVID-19 en el hogar hasta el momento?

Se contagiaron 240.

¡De los 262!

Sí. Y todos absolutamente asintomáticos.

¿Qué pasó?

El caso cero fue un adulto mayor que recibimos. Él contagió a la enfermera, que tiene contacto directo con el 80% de la casa. Pero que el 100% de contagiados haya sido asintomático es un milagro. Además porque aquí tenemos personas muy frágiles y vulnerables. Aquí hay gente que usa oxígeno por otros motivos, diabéticos.. y nada. Todos han pasado el covid sin mayor cuadro de gravedad, gracias a Dios.

¿Usted se ha enfermado?

No. Unos 18 no nos hemos contagiado. Y curiosamente somos los que hemos estado más en contacto con gente de afuera. Los que hemos estado organizando las ollas vecinales, repartiendo canastas de víveres por todo Lima. Yo si me contagio me muero. Tengo diabetes, un problema cardiaco y obesidad, así que me sacado la lotería en el tema. Hay confianza a Dios y también nos cuidamos. Yo le pido ayuda y él lo hace dándome la inteligencia para ser precavido.

Carolina Primo, tutora venezolana, carga a un niño que llora en el área de bebes del hogar. Ella, junto a su compatriota Isabel Ruíz, trabajan cuidando a los más pequeños. (Foto: Omar Lucas)
Carolina Primo, tutora venezolana, carga a un niño que llora en el área de bebes del hogar. Ella, junto a su compatriota Isabel Ruíz, trabajan cuidando a los más pequeños. (Foto: Omar Lucas)
/ Omar Lucas

La obra es cada vez más grande y tiene mucha ayuda. ¿Es verdad que precisan un presupuesto mensual de 70 mil dólares?

Nosotros necesitamos mensualmente 55 mil dólares. Mantenemos la casa y tres guarderías. De ese monto, el 57% está cubierto por personas o empresas que donan cada mes en efectivo o con productos. Hay un grupo brasilero que no permite que falte pollo; hay otra persona que dona arroz y aceite; otra que nos paga la luz; otra, el agua. El 43% restante es providencia. Es lo que llega todos los días en donaciones.

Pareciera que están cubiertos. ¿Por qué siguen necesitando de la mano del resto?

Porque esto no para de crecer. El año pasado éramos 180; ahora, 262. Es cierto, recibo ayuda, pero eso me permite asistir a más gente. Ahora pondremos talleres para empoderar a mujeres de Villa. Queremos poner uno de heladería, que se prepare Häagen-Dazs... otro de confecciones y otro de zapatería. La clave para ayudar está en los emprendimientos sociales.

Padre, ¿cómo se siente usted con todo lo que ha pasado este año?

Conmovido con los gestos de solidaridad de la gente y de las instituciones. No he tenido tiempo para sentirme deprimido, aislado. Veo maravillas todos los días. Hay un salmo que repito siempre: “El Señor ha estado con nosotros y estamos alegres”.

¿Qué reflexiones sobre la pandemia deberían hacerse los creyentes y los no creyentes?

A los creyentes les diría que Dios nos está llamando a voltear la mirada hacia él. Y a los no creyentes, que habría que desarrollar habilidades que se han perdido, como trabajar más en equipo, ser más resiliente y empatizar con el otro.

¿Cómo ve el futuro?

Con muchísima esperanza. Será difícil, habrá lucha y dolor, pero creo en la bondad y la capacidad de compartir del ser humano. Eso va a prevalecer. //


PURA VOCACIÓN

  • El padre Omar Sánchez Portillo es limeño y tiene 53 años. Estudió Derecho en la Universidad de Lima.
  • Abandonó los estudios en 1985 para irse a vivir tres años a Nueva York. Allí vivió con una novia, disfrutó la movida cultural de la ciudad –a la que considera “la más bonita del mundo”– y fue voluntario en un albergue de la Madre Teresa de Calcuta en el Bronx. Es fan de la fotografía, Andy Warhol y la serie de TV Friends.
  • Cuando regresó a Lima, seguía teniendo dudas existenciales. Por ello, acudió a unos religiosos que conoció en el pasado, con quienes terminó confirmando su vocación sacerdotal.
  • Hoy tiene 20 años como sacerdote. Los últimos 13 los ha dedicado a la Asociación de las Bienaventuranzas, la cual cuenta con dos locales en Villa María del Triunfo.
Omar Sánchez, sacerdote diocesano de la parroquia de Lurín y director del Hogar de las Bienaventuranzas. (Foto: Omar Lucas)
Omar Sánchez, sacerdote diocesano de la parroquia de Lurín y director del Hogar de las Bienaventuranzas. (Foto: Omar Lucas)
/ Omar Lucas


¿CÓMO APOYAR LA OBRA DE LA ASOCIACIÓN DE LAS BIENAVENTURANZAS?

Existe diversas maneras. Puede conocer el número de cuentas bancarias o cómo hacerles llegar donativos en físico


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