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Pelé
Miguel Villegas

ACTUALIZACIÓN: El mundo está paralizado. El astro brasileño Pelé tuvo que ser hospitalizado en la pasada madrugada, poco después de haber mantenido un encuentro con el crack y campeón del mundo francés Kylian Mbappé. El exfutbolista, de 78 años, sufrió una crisis de tetania en la habitación del céntrico hotel de la capital en el que pasaba la noche, y fue trasladado a un centro hospitalario de la capital, señaló la radio RMC Sport.


Imagino que levitaba: solo así explico su facilidad para sortear rivales sin que nadie lo impida. Y solo explico así su salto para el primer gol de la final contra Italia en México 70. Las cámaras no han descubierto aún si era eso o andaba en patines.

Imagino la gambeta elegante de Pelé como la vida en otros planetas: existe sin que necesite explicación. Y también imagino su potencia de podadora: los videos –cada vez más– que existen en YouTube obligan a ampliar las palabras de los diccionarios. Antes de O’Rei, los buenos no elegían camiseta, no existía la monarquía y nadie sabía cómo llamar al mejor de todos. Luego, a todos ellos se les quiso decir Pelé.
Imagino a Pelé entristeciendo camarógrafos que nunca pudieron captar sus más de 1.000 goles y movilizando inventores a sus laboratorios para encontrar un HD que llegó recién 50 años después de sus tres mundiales.

Imagino Suecia 58 como en su película biográfica: un adolescente que vio llorar a su padre frente al televisor ocho años antes –el Maracanazo– y juró vengarlo, jugando al fútbol. La venganza –como el amor– cambia el mundo. Su padre, João Ramos do Nascimento ‘Dondinho’, el hombre que le enseñó a patear con mangos, es el segundo responsable de sus cifras de escándalo: 14 partidos en Mundiales, 12 goles, 9 asistencias. Su madre, la primera: el primer patadón fue en su barriga.

Imagino a un Santos diabólico: los registros históricos de El Comercio por su primera llegada a Lima, para jugar amistoso con la ‘U’ y Alianza en los setenta, delatan rostros de limeños pasmados. Como si en lugar de un futbolista que hace goles hubiera llegado alguien a repartir milagros.

Imagino a Pelé imposible. O como respondió Menotti, citado por Valdano en El miedo escénico y otras hierbas: “¿Cómo marcar a Pelé? Con una tiza”.

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