MDN
3d
Oscar García

Quienes trabajan en el estimulante mundo de las tecnologías de impresión en 3D han visto el futuro hace rato. Ellos avanzan contentos hacia allá con toda la confianza de sentirse los pioneros en un vasto campo abierto, de posibilidades infinitas por explorar. Saben que si bien lo suyo puede ser visto aún por muchos como un tema especializado, una cosa de geeks del diseño industrial o de la ingeniería, esta imagen estaría por cambiar muy pronto. La democratización de las impresoras 3D está a la vuelta de la esquina, si es que no ha llegado ya. 

El porvenir que han vislumbrado es este: en algunos años estas impresoras serán tan habituales en nuestras casas, como el horno microondas, el televisor o la computadora. Imagínese así todas las posibilidades que esto ofrece: ya no tener que comprar en la tienda, porque lo que queremos podría imprimirse a nuestro entero gusto, si contamos con el modelo 3D respectivo y el material específico: piezas de ferretería, menaje, muebles pequeños, juguetes, ropa, maquetas para estudiantes, joyería de fantasía, calzado, adornos y hasta comida. Puede tratarse de diseños preexistentes o la creación heroica del usuario que sepa manejar lenguaje CAD; el punto es que todo esto estaría al alcance de la mano en cuestión de horas, y por menor costo que en una tienda.  

La impresión 3D existe oficialmente desde los años 80, cuando el estadounidense Chuck Hull, vicepresidente de 3D Systems, patentó el proceso denominado estereolitografía. Este permitía la construcción de objetos tridimensionales que se obtenían mediante la adición de capas muy finas de resina, impresas una encima de otra. Desde entonces, las tecnologías que permiten la obtención de objetos de tres dimensiones han evolucionado en distintos formatos. Están las que usan filamentos o hilos de plástico como base, lo que se conoce como modelado por deposición fundida. El hilo de plástico se derrite cuando pasa a través de un cabezal caliente, a unos 210 grados de temperatura, y con lo que sale empieza a crearse un objeto en capas, algo así como quien decora una torta con una manga con crema. Otras tecnologías usan fotopolímeros, materiales que se solidifican ante el contacto de la luz ultravioleta y permiten que el objeto tenga un acabado mucho más fino, sin esa textura tipo ‘en escalera’ que resulta con el sistema anterior.  

Hoy se imprime no solo en plástico, sino también en metal y en un filamento de plástico con partículas de madera que le da al objeto resultante la áspera textura de esta última. En la Universidad Católica, en su sala de fabricación digital VEO 3D, creada hace cinco años, los alumnos de diversas carreras han creado sus propias impresoras 3D, que pueden hacer objetos en materiales experimentales como el cemento y hasta en chocolate, lo que abriría un singular campo para la repostería creativa. Cuentan, además, con una máquina que imprime panqueques. Y si una persona se escanea a sí misma y crea un modelo de su imagen mediante CAD, puede obtener en sus máquinas una réplica suya en tamaño pequeño, algo así como un busto en miniatura. 

“El proceso de modelado de un objeto en el sistema tradicional –es decir, el que se hace modo artesanal– podía costarte entre 30 mil y 50 mil dólares. Hoy, con una impresión en 3D puede costar 50 0 60 dólares. Los ingenieros o incluso los médicos pueden así crear modelos rápidamente y más baratos para poder validar sus diseños, si son buenos”, dice Marcela González, responsable del área de diseño y desarrollo de productos de la sala de manufactura digital VEO 3D, de la PUCP. Añade que con esta tecnología los médicos pueden hacer sus modelos quirúrgicos y prótesis, los dentistas pueden crear modelados de dientes en un mismo día, los ingenieros y diseñadores industriales pueden validar sus prototipos a una fracción del precio que les costaba antes.  

Una impresora de este tipo funciona con la misma lógica que una clásica impresora para sacar documentos. Hay que alimentarla con el diseño original para que pueda realizar el copiado. En este punto, es importante apuntar que no se necesita saber un lenguaje de programación CAD para poder imprimir. Existen en internet varias comunidades de diseño 3D que poseen un banco de objetos prediseñados en la nube. El interesado puede descargar el diseño que desee, sea este gratuito o de pago, según su complejidad. Esa es un ventaja, pero es también un motivo de debate, como ocurrió en Estados Unidos. En agosto pasado, un juez federal determinó que es ilegal publicar planos 3D para armas imprimibles. En efecto, se pueden construir pistolas de plástico y hasta fusiles que son indetectables a los actuales sistemas de control, además de no tener número de serie. El debate continúa allá.  

En la Católica se ofrecen actualmente talleres a profesionales y público en general para aprender a construir su propia impresora 3D y realizar sus modelos. Es parte de un sistema de cursos libres que dicha casa de estudios ha inaugurado esta semana, denominados Open PUCP ((https://open.pucp.edu.pe), en el quinto piso de Plaza San Miguel. 

Fabrica tu propia impresora

  • Open PUCP es un modelo de formación continua que ofrece más de 100 cursos, de libre elección, entre ellos el de Herramientas Digitales 3D.

  • El curso incluye un kit para poder construir y llevarse a casa su impresora.

  • Otras modalidades, más económicas, contemplan la posibilidad de aprender solo a ensamblar y manejar las maquinarias.

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