Uno de los aviones Mirage enviados por el Perú a Argentina durante la Guerra de las Malvinas. (Foto: Agencias)
Uno de los aviones Mirage enviados por el Perú a Argentina durante la Guerra de las Malvinas. (Foto: Agencias)
Jorge Chávez Noriega

El 5 de mayo de 1982, la jornada había transcurrido sin mayores sobresaltos para el teniente FAP Alberto Ramírez en la base aérea La Joya, en Arequipa, hasta que recibió una llamada del general Hernán Boluarte, Jefe del Comando Conjunto.

−Mire −le dijo el general Boluarte al teléfono− tengo una misión para usted y necesito que guarde la mayor reserva posible sobre esta situación. El señor presidente de la República (Fernando Belaúnde) ha visto conveniente apoyar a la Argentina en su defensa de las. En ese sentido, la Fuerza Aérea lo está encargando para dar instrucción al personal argentino en el uso de los misiles Strela 2.

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El Perú se mantuvo neutral en esta guerra hasta el dos de mayo, día en que cayó el crucero Belgrano a manos de la armada británica. A partir de ese momento, el gobierno peruano se comprometió en ayudar al presidente de facto Leopoldo Galtieri enviando aviones Mirage y armamento de origen soviético.

A Ramírez no le quedó otra opción que “cumplir con el deber”. No era la primera vez que iba a estar en una zona de conflicto bélico. Un año antes, en 1981, luchó en el Conflicto del Falso Paquisha, donde se enfrentaron los ejércitos de Perú y Ecuador. “Uno podía sentir cierto temor, pero finalmente nos habían entrenado para ir a la guerra”, cuenta.

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Tras recibir la orden del general Boluarte, Ramírez no pudo dormir esa noche. Sentía la adrenalina propia de un joven de 26 años que estaba a punto de embarcarse en una misión de alto riesgo. A la mañana siguiente, un avión Hércules aterrizó en La Joya para llevarlo a Argentina. La aeronave estaba cargada con cohetes, misiles y bombas, entre ellos 120 lanzadores portátiles tierra aire SA-7 Strela 2.

El coronel FAP (r) Alberto Ramírez relata que para ingresar al espacio aéreo argentino tuvieron que hacerlo a través de la frontera con Bolivia. Volaron a más de 33 mil pies de altura, evitando cualquier tipo de comunicación radial, para que la nave no sea detectada por los radares vecinos. Al ser una acción encubierta, en medio de una guerra declarada entre dos países, se podía generar una grave crisis diplomática para el Perú.

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Ramírez aterrizó el 6 de mayo en la base aérea de El Palomar, en Argentina. Fue recibido con emoción por sus pares argentinos, quienes no dudaban en expresarle su agradecimiento por estar allí, con ellos. Para realizar las acciones que le habían encomendado, tuvo que quitarse el uniforme militar peruano que llevaba y ponerse uno argentino. Hubo un pequeño detalle: en la solapa decía teniente Gutiérrez en vez de Ramírez. Y así fue como lo llamaron durante todo el viaje.

Finalmente llegó a la base militar de Comodoro Rivadavia, en medio de un ambiente frío y desolador, recuerda, desde donde partían las tropas de combate a las Malvinas. Allí capacitó a una veintena de oficiales en el uso de misiles durante cuatro días. “De un momento a otro se fueron. Me había ofrecido para acompañarlos, estando en el campo era mucho mejor poderles enseñar, pero no fue posible”, cuenta Alberto Ramírez. El soldado peruano se quedó cuatro o cinco días más esperando que llegue un nuevo grupo para brindarles instrucción, pero eso no sucedió.

Coronel FAP (r) Alberto Ramírez (derecha), el día que recibió la condecoración por parte de la Embajada de Argentina, en noviembre pasado.
Coronel FAP (r) Alberto Ramírez (derecha), el día que recibió la condecoración por parte de la Embajada de Argentina, en noviembre pasado.

Un avión privado lo trajo de regreso a Lima, donde se presentó ante el general Boluarte para contarle los detalles de la misión. Días después regresó a la base aérea La Joya a seguir con su rutina castrense de siempre. La guerra, en tanto, llegaba a su fin el 14 de junio tras la rendición de las tropas argentinas. “Algunos dicen que los misiles que llevamos nunca se utilizaron. Otros dicen que sí, pero calculo que fue con poca suerte, al no haber tenido el tiempo suficiente para dar una instrucción más práctica”, comenta.

Luego de 35 años de servicio, Alberto Ramírez se retiró de la FAP en el 2009 en el grado de coronel. En ese ínterin, fue llamado a tomar las armas en el Conflicto del Cenepa (pero esa es otra historia), siendo reconocido posteriormente como defensor calificado de la patria. En noviembre del 2019, además, la Embajada de Argentina realizó una ceremonia para condecorarlo a él y a otros militares peruanos que contribuyeron con su país en la Guerra de las Malvinas.

Porque a los héroes siempre hay que tenerlos en la memoria. //

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ACLARACIONESEste artículo fue publicado originalmente en junio del 2020

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