En la escuela nos enseñan que fue Colón, o quizás Eric el Rojo y sus vikingos e incluso quizás los polinesios, los primeros en pisar tierras americanas. Henry Rider Haggard tiene otra tesis. fue un inglés, Hubert de Hastings.
En la escuela nos enseñan que fue Colón, o quizás Eric el Rojo y sus vikingos e incluso quizás los polinesios, los primeros en pisar tierras americanas. Henry Rider Haggard tiene otra tesis. fue un inglés, Hubert de Hastings.

En la escuela nos enseñan que fue Colón, o quizás Eric el Rojo y sus vikingos e incluso quizás los polinesios, los primeros en pisar tierras americanas. Henry Rider Haggard tiene otra tesis: fue un inglés, Hubert de Hastings, el primero en llegar al nuevo continente, más precisamente a las costas del Perú del siglo XIV, donde fue adorado como una divinidad y resultó clave en la guerra entre incas y chancas, además de ser el primer europeo en ganar el bien más precioso de estas tierras: una mujer peruana.

Sir Henry Rider Haggard y el interés británico por el Perú
Rider Haggard fue uno de los escritores más leídos de la Inglaterra victoriana. Autor de Las minas del rey Salomón, novela que le diera fama y fortuna, en casi cuarenta años escribiría más de una veintena de novelas, casi todas de aventuras en lugares exóticos, como La hija de Montezuma (1893) y La Virgen del Sol.

Como dice en su dedicatoria La Virgen es “una leyenda en la que, mucho antes que los españoles llegaran en su misión de saqueo y ruina, pudo haber surgido del mar un Dios Blanco que vivió y murió en aquellas tierras aún no descubiertas”. El interés por el Perú no es reciente; en el siglo XVII dos famosos escritores, John Dryden (La princesa india) y William Davenant (La crueldad de los españoles en el Perú) popularizaron historias ambientadas en las lejanas tierras peruanas con un objetivo propagandístico claro: presentar la imagen del español como el verdadero salvaje durante la conquista de América.

Las lecturas de aquellas piezas y probablemente de sus propias fuentes –Bartolomé de las Casas y el Inca Garcilaso, y seguramente la “Historia de la Conquista” de Prescott– inspiraron a Rider Haggard a escribir una ficción sobre el Perú. Sin embargo, lo curioso en esta novela es la ucronía propuesta: la presencia de un English Man en tierra inca.

Una novela de aventuras
La Virgen del Sol es una novela de aventuras que empieza con un manuscrito encontrado en el interior de una mampara adquirida a un curioso vendedor de antigüedades. Hubert de Hastings, el autor, dice escribir sobre piel de carnero, con tinta vegetal y plumas extraídas de una gran ave que existe en las tierras desde las que escribe: el país de los incas.

La primera parte presenta a Hubert de Hastings, joven caballero descendiente de una raza de guerreros nórdicos de los que ostenta su espada “ola de fuego” (waveflame) heredada desde el patriarca vikingo Thorgrimmer. En medio de una situación bastante confusa, Hubert rescata a un hombre, Kari, que viene de muy lejos –nadie sabe cómo ha llegado a Inglaterra– y dice ser descendiente legítimo de un rey poderosísimo llamado Inca Upanqui.

Tras una serie de peripecias románticas, Hubert termina casado –oh Fortuna– con la noble dama Blanche Alleys. Sin embargo, la Fortuna es cambiante como la luna: un primo de Blanche aparece y dice haberla desposado antes, por lo que busca obtener riquezas a costa de un inmoral chantaje. Ante esa situación, profetizada por Kari, quien recelaba sospechosamente de la dama Blanche, Hubert decide asesinar al infame primo; Blanche, presa de la desesperación no soporta la deshonra y se clava un puñal en el corazón. Ante la magnitud de la tragedia, Hubert y Kari parten en uno de los navíos propiedad de Hastings, pero a poco de zarpar la tripulación se amotina y huye, con lo que inglés e inca son dejados solos en plena travesía con rumbo desconocido. He aquí que la rueda de la Fortuna da otra vuelta y la insólita pareja naufraga en las costas de Pachacamac.

Perú: tierra de guerras entre hermanos
La princesa chanca Quilla está en el templo de Pachacamac para hacer una ofrenda antes de partir al Cusco a unirse con el príncipe inca Urco, el traidor hermano menor de Kari. Otra novela romántica empieza aquí.

Quilla y Hubert (rubio y, dicho inmodestamente por él mismo, grande, fuerte y guapo; la raza nórdica en su máxima expresión) se enamoran perdidamente pero Huaracha, padre de Quilla, no quiere romper el pacto hecho con el Inca Upanqui y enfrentárseles. Quilla llena de pena se despide de Hurachi (el nombre chanca que se le da a Hubert) y va al Cusco. Kari, por su lado, también va con Hubert al Cusco a reencontrarse con sus antiguos aliados. Allí, el anciano Inca Upanqui también se enamora de Quilla y la envía a un claustro donde están las Vírgenes del Sol.

Urco y un sacerdote canijo llamado Larico, complotan para que chancas e incas (que llevan como estandarte la “famosa” bandera de los siete colores de los incas) se destrocen en el campo de batalla. Urco, quien además no acepta que Quilla sea una virgen y no su mujer, intenta envenenarla pero la poción tóxica solo la deja temporalmente ciega. Hubert busca salvarla pero Urco y Larico le tienden una trampa; sin embargo, Hubert se sobrepone y tras una batalla crudelísima frente al gigante inca (sí, Urco es despiadado, monstruoso…y gigantesco) finalmente lo mata, ayudando de paso a su gran amigo Kari a recuperar el trono.

Hubert cree que es tiempo de volver con los chancas para hacer una vida feliz casándose con Quilla pero Kari Upanqui, ungido nuevo inca, no puede romper las leyes de su religión. Quilla como Virgen del Sol ya fue ofrecida al máximo dios andino. Contra su voluntad, Hubert tiene que retar en duelo a su amigo, a quien derrota pero finalmente perdona. Solo entonces regresa a territorio chanca lleno de gloria, es ungido sucesor de Huaracha, y desposa a Quilla, quien recupera la vista frente a su divino esposo.

Traición entre hermanos, aventureros, intentos de feminicidio, religión que busca poder. Cualquier parecido con la realidad…lean a Rider Haggard.

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