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Ricardo Belmont

Pertenezco a la generación que tiene (triste) experiencia en padecer el ultraje cívico. Señores muy famosos de estricto saco y corbata nos engañaron tanto como los desconocidos hombrecillos de camisa y casaca que los sucedieron. Hemos sufrido al político tradicional y al novedoso outsider.

De ambos, me causaban más inquietud los llamados outsiders. ¿Quién fue el primero, quién el fundador? ¿Por qué y cómo se convirtieron en los oportunistas que desde las funciones de alcalde o gobernador están depredando al Perú? Por supuesto, también están los presidentes de la República pero el libro El outsider, el origen de los aventureros en la política peruana se encarga de las dos primeras especies; la otra, la presidencial, requiere de una enciclopedia.
La investigación me condujo hacia dos personajes singulares: Genaro Delgado Parker y Ricardo Belmont Cassinelli. En el año 1983, Belmont había logrado la notoriedad que otorga la televisión: te conocerán todos, aunque no tengas méritos. La caritativa Teletón y un programa diario de preguntas y respuestas, El cielo es el límite, habían hecho de Belmont un personaje muy popular. Entonces, Genaro se planteó una idea: si convierto el rating en votos, ¿no tendría mi político propio? Encargó una encuesta privada y tuvo este hallazgo: la gente concedía a Ricardo Belmont un apoyo superior al de los políticos para el cargo de alcalde de Lima. Así, Genaro descubrió que un hombre sin formación para ocupar un cargo público recibía la confianza ciudadana por el simple hecho de ser famoso, locuaz y compadrero.

Los archivos de ese tiempo muestran a un Belmont que, además de la televisión, contestaba, infatigable, el teléfono en su emisora RBC para entregar a sus oyentes frases célebres con el nombre de “pastillas para levantar la moral”. Era un programa eterno cuyo nombre copió de una radio de Miami: Habla el pueblo. ¿Tenía Belmont otras aptitudes? En el libro El outsider se indaga en su biografía en el intento (vano) de hallar alguna preparación para la función pública. No hay ninguna. Fue timbalero de una orquesta, aprendiz de boxeador, empresario boxístico quebrado, locutor de radio en un local diminuto situado en una zona pendenciera del Callao, hasta dar el salto a la televisión. Después, con la fama y la audacia logró dos cosas: convencer a 107 mil ciudadanos de que le entregaran tres millones de dólares para instalar un canal de televisión, con la promesa de beneficios que nunca entregó; después ganó las elecciones en noviembre de 1989 y se convirtió en alcalde de Lima.

Este último hecho es el origen de una historia fatal para el Perú: Belmont demostró que se podía llegar a un cargo público sin tener ninguna preparación. Bastaba ser ‘criollo’, ‘tener calle’ y empaparse de simplezas para conquistar el voto popular. Cuando postuló a la alcaldía en 1989 tuvo siete contendores; en el siguiente proceso, en 1992, se anotaron 32 candidatos ‘independientes’. Los aventureros descubrieron que la política era una lotería que podía dar fortuna, incluyendo el premio mayor: en 1990 ganó la presidencia de la República el primer seguidor de Belmont, Alberto Fujimori, el más extenso de los outsiders.

El libro El outsider contiene un registro que retrata la barbarie iniciada por Belmont en la política peruana: han llegado a alcaldías y gobernaciones administradores de pollerías, choferes de transporte público, negociantes de tragamonedas, catedráticos sin título, ex curas y cuanto personaje se pueda imaginar. El resultado: en el período 2000-2018, 27 alcaldes y 13 gobernadores regionales se encuentran presos, procesados o prófugos por delitos que van desde bandas de crimen organizado, sicariato yextorsión, hasta enriquecimiento ilícito, lavado de activos y tráfico de influencias. Es el legado de Belmont.
Hay un detalle fatal en términos de país: el texto de El Outsider fue entregado a la editorial en mayo de este año. En ese momento, el candidato Belmont no existía. Ahora compite por la alcaldía de Lima. Se está replicando un escenario de hace 29 años y un sector de limeños piensa en él como opción, olvidando que Belmont dio origen a la infame saga de los outsiders, le señaló el camino a Fujimori y ahora trae al Perú a Donald Trump en la vulgar versión de xenofobia que el llamado ‘Hermanón’ exhibe sin pudor. //

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