Con la motivación adecuada, es posible redirigir la mentalidad fija hacia una de crecimiento, lo que redunda en un mejor desempeño. (Ilustración: Nadia Santos)
Con la motivación adecuada, es posible redirigir la mentalidad fija hacia una de crecimiento, lo que redunda en un mejor desempeño. (Ilustración: Nadia Santos)
Hugo Ñopo

Uno de los comentarios recurrentes de las últimas semanas ha sido el del cambio de actitud de la selección peruana. Más allá de estar a la altura del reto en lo técnico y en lo táctico, nuestro equipo sabe manejar mejor sus conductas. En contraste con la pusilanimidad que se ve en otras esferas de los designios patrios, nuestra selección se sabe parar bien frente a cualquier rival. La psicología explica una parte importante del nuevo Perú en las canchas.

Estas no son solo percepciones, hay data objetiva y verificable dando cuenta de ello. Tenemos un equipo capaz de enfrentar mejor la adversidad. De los 18 partidos que hemos jugado en estas eliminatorias sudamericanas hemos podido empatar cuatro y voltear el marcador en dos ocasiones. Ninguna otra selección sudamericana lo ha conseguido tantas veces durante estas eliminatorias. 

Además de enfrentar mejor la adversidad, el equipo peruano también sabe administrar bien los momentos de éxito. Los partidos que hemos empezado ganando los hemos terminado ganando. En ninguno de ellos nos han empatado o volteado el marcador. Nuestra selección juega concentrada durante mayor tiempo. El ahora clásico gesto de Gareca apuntándose las sienes tiene impactos.  

Atrás quedaron los tiempos en los que recibíamos muchos goles antes de los pitazos finales. Aquí las estadísticas: en los últimos diez minutos de juego de los mismos 18 partidos hemos hecho cuatro goles y recibido cinco. A modo de referencia, en las eliminatorias 2010 hicimos cuatro, pero recibimos ocho en esos minutos finales. En estas eliminatorias nuestra diferencia de goles postrimeros ha sido igual a la de Uruguay y Argentina, y superior a la de Chile (a quienes, recordemos, le ganamos por diferencia de goles para pasar al repechaje). 

Nuestro equipo demuestra tener mejores habilidades socioemocionales. Los avances recientes de la psicología y la economía conductual demuestran que estas habilidades se pueden desarrollar en personas de todas las edades. Sus beneficios pueden ser múltiples. Veamos dos que destacan.

Angela Duckworth, investigadora de la Universidad de Pensilvania, recibió en el 2013 “la beca para genios” de la Fundación MacArthur. Con esta beca ella ha indagado sobre la respuesta a una pregunta sencilla pero profunda: ¿Qué determina el éxito de las personas? 

Su conclusión ha sido sorprendente: tan o más importante que lo que genéricamente conocemos como ‘inteligencia’ es el grit. Esto último está definido como la combinación de pasión y perseverancia. Todo éxito importante en la vida de las personas se consigue sobre la base de esfuerzos sostenidos en actividades por las que se sienten apegos profundos. El talento cuenta, pero el esfuerzo cuenta el doble.  

Lo más optimista de los estudios de Duckworth es que el grit no es una cualidad innata, se desarrolla. Para esto ella y su equipo han propuesto escalas de medición y vienen diseñando estrategias para que personas de todas condiciones puedan avanzar en tales escalas. El crecimiento mental es posible para todos. 

Esto último descansa en los estudios de Carol Dweck y su equipo en la Universidad de Stanford sobre la mentalidad de crecimiento. Después de realizar múltiples investigaciones experimentales, ella ha propuesto una teoría en la que se distinguen dos tipos de mentalidades: la fija y la de crecimiento. Las personas de mentalidad fija tienden a estar de acuerdo con frases del tipo “yo soy bueno para A pero no para B”, o la comúnmente escuchada “las matemáticas no son para mí”. 

En contraste, las personas con mentalidad de crecimiento tienden a estar de acuerdo con una imagen en la que el cerebro puede ser visto como un músculo, que se puede entrenar. Según la mentalidad de crecimiento, toda meta razonablemente planteada puede ser alcanzable por casi cualquier persona: aprender matemáticas, tocar un instrumento, ser mejor miembro de un equipo de trabajo o, para el caso que nos convoca, estar en la selección e ir al Mundial de Fútbol. 

En este caso también, la mejor parte de la noticia es que las personas pueden aprender a moverse de una mentalidad fija hacia una de crecimiento, y esto viene con mejoras en los desempeños. Investigaciones hechas en todo el mundo dan cuenta de que, con las motivaciones apropiadas, tal cambio es posible. 

De hecho, una de esas múltiples investigaciones se viene desarrollando en el Perú. Alan Sánchez (GRADE), Ingo Outes (Oxford) y Renos Vakis (Banco Mundial) vienen probando el potencial de la mentalidad de crecimiento en estudiantes de primaria en diversas regiones del país con resultados prometedores en sus desempeños en matemáticas y comprensión lectora. 

Las habilidades socioemocionales han sido vistas, hasta hace poco, como secundarias. Tradicionalmente, han sido más importantes las habilidades cognitivas (esto es, las habilidades lógico-matemáticas, la comprensión lectora y la solución de problemas abstractos, entre otros). De ahí que algunos nombres que han recibido las habilidades socioemocionales hayan sido ‘no-cognitivas’ o ‘blandas’. La verdad es que de blandas tienen muy poco. Recientemente, la ciencia viene encontrándoles un espacio mucho más importante del que creíamos. 

James Heckman, de la Universidad de Chicago, recibió el Nobel de economía el año 2000 por sus trabajos en econometría. En ese entonces decidió iniciar una nueva agenda de investigaciones dedicada a las habilidades. Tal agenda, que ha venido desarrollando con un equipo grande de coautores, ya destila dos grandes resultados. El primero es que las habilidades socioemocionales pueden ser tan o más importantes que las cognitivas.  

El segundo es que mientras más temprano en el ciclo de vida de las personas se pueda invertir en el desarrollo de sus habilidades, mejor. El desarrollo temprano de algunas habilidades permite un mejor desarrollo de las otras. Por ejemplo, el desarrollar perseverancia a edades tempranas puede ser útil para el aprendizaje de las matemáticas.  

El creer que se puede, el soñar en grande, ha dado frutos a nuestros muchachos en las canchas. Pero el ejemplo de la selección también nos dice que hay que acompañar los sueños con trabajo duro y perseverante. Nos haría bien tomar esto como inspiración, llevando estas ideas a nuestro día a día. 

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