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Shezhen
Rafaella León

Hace 40 años China se entregó a la economía de mercado empezando por el sur. Shenzhen era entonces una villa de 30 mil habitantes (otras cifras hablan de 100 mil) dedicados a la pesca y la agricultura. A inicios de los 80, el entonces presidente Deng Xiaoping instauró la llamada Zona Económica Especial a lo largo de tierras agrícolas en la frontera de Hong Kong. “Shenzhen fue especialmente separada como parte de este plan para convertirla en una ciudad del futuro. Tres aspectos la definen: comercio, innovación y tecnología”, explica Patricia Castro, sinóloga peruana afincada en China. 

Cuatro décadas después en Shenzhen viven unos 12.5 millones de personas, la mitad de ellas cantonesas. La otra mitad está conformada por ciudadanos de otras regiones de China y también del extranjero atraídos por la bonanza de esta tierra de emprendedores. Una burguesía naciente se percibe en sus calles, centros comerciales y en su corazón financiero: todos los chinos sueñan con irse a Shenzhen. 

La ciudad experimento del despegue capitalista del país más poblado del planeta es la cuna de la marca de telecomunicaciones y teléfonos inteligentes Huawei. Fundada con 3.500 dólares por el ex militar Ren Zhengfei en 1988, actualmente conecta a un tercio de la población mundial, sus productos están disponibles en más de 170 países, emplea a 180 mil personas en todo el mundo y factura 92 billones de dólares. 

Cerca de Shenzhen, en la zona de desarrollo de la industria de alta tecnología del lago Songshan, ciudad de Dongguan, provincia de Guangdong, se encuentran las instalaciones donde actualmente se fabrica la serie de teléfonos Huawei P20. Antes de ingresar a la fábrica hay que usar unas batas, gorras y zapatos especiales, además de dejar fuera accesorios que incluyan metales. Y, por supuesto, cámaras y celulares. La producción se organiza en líneas de veinte ingenieros que intercalan sus labores con robots y máquinas automáticas que realizan desde el montaje, prueba final y embalaje de los equipos. Veinte mil trabajadores -29 años es la edad promedio- hacen turnos de ocho horas con descansos de diez minutos cada dos horas, además de una hora y media para almorzar y echar una siesta sobre los teclados. Excéntrica y sana costumbre en toda China. 

La fabricante china de teléfonos inteligentes este año ha superado en ventas por primera vez a Apple (54, 2 millones de unidades vendidas frente a 41,3) y le pisa los circuitos a Samsung (71,5 millones). Y va por más: está experimentando con tercera dimensión, mientras que apuesta por un diseño de teléfono plegable. “El teléfono plegable aportará valor a los usuarios porque tendrá pantallas más grandes en menos espacio. Creo que ese es el futuro”, explica Dr. Wang, presidente del departamento de Ingeniería de software de Huawei.

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