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La ballena jorobada que quedó varada desde el martes en una playa del balneario de Bocapán, en la provincia de Contralmirante Villar (Tumbes), fue rescatada tras el esfuerzo conjunto de autoridades, pescadores, turistas y población.
Ana Núñez

Cada año, entre los meses de julio y octubre, la naturaleza nos regala un hermoso espectáculo en las aguas del norte del Perú: entre cinco y siete mil ballenas jorobadas llegan desde la Antártida –su zona de alimentación-, para iniciar sus danzas acuáticas de apareamiento y reproducción. Las escenas que pueden ser captadas incluso desde la costa son hermosas, pero el gran problema es que algunos pescadores tienden sus redes en espacios donde se produce esta migración. Como consecuencia, estos animales que de adultos pueden llegar a medir más de dieciséis metros y a pesar unas treinta toneladas, pueden morir enredadas en las mallas o, incluso, meses después de ser liberadas debido a ese gasto de energía adicional que condiciona su supervivencia. Sólo en la última semana, dos ballenas quedaron presas en esas redes. Esta es la historia completa de una de ellas, una ballena bebé de siete metros de largo, que agonizó encallada en las arenas de la playa Bocapán, Tumbes, por casi veinte horas, pero felizmente pudo ser devuelta al mar con vida.

La historia de la pequeña ballena comenzó la tarde del miércoles 31 de julio. Cerca de las 16:00 horas, algunos turistas se percataron que el joven cetáceo se había enredado en las mallas pesqueras y luchaba por liberarse. Provistos de cuchillos y tijeras, los visitantes corrieron a liberarlo, pero éste había perdido tanta fuerza en su lucha contra las redes, que poco tiempo después fue varada por el mar hasta la playa. Lo primero que hicieron los veraneantes fue llamar a la Marina de Guerra, los bomberos y hasta a las radios y medios para que envíen ayuda. Estaban en una lucha contra el tiempo. La pequeña ballena solo emitía fuertes suspiros. Como un lamento.

(Video: Vanessa Ríos)

Vanessa Ríos Baquedano fue una de las personas que marcó todos los números de emergencia posible para buscar ayuda. “Me decían que no podían hacer nada y que yo llame a alguna ONG. La Marina nunca respondió. Sólo me contestaron en el 105 de emergencia de la Policía, que envió dos miembros de salvataje. Pero se fueron y dijeron que volverían con más personas. Mientras tanto, visitantes y pescadores, seguíamos jalando a la ballenita. Sabíamos que debíamos devolverla pronto al mar”, cuenta.

A las 9 de la noche, uno de los dueños de un condominio cercano, puso los reflectores de su camioneta para ayudar a facilitar con el rescate. Los dos miembros de salvataje regresaron con una persona más, pero el peso del joven cetáceo era demasiado grande para poder ser empujado de vuelta a las aguas. Los intentos por volverlo a su habitad se prolongaron hasta pasadas las dos de la madrugada.

(Video: Vanessa Ríos)

“A la hora que desperté, fui corriendo a la playa. Todos pensábamos que ya había muerto. Eran las siete de la mañana. La encontramos con vida, junto a unas cuatro o cinco personas que no sabían qué hacer. Corrimos a buscar baldes. La gente sacaba sábanas para empaparlas con agua y cubrir el cuerpo de la ballena. Recién a las 10 y 30 de la mañana llegó personal de la Marina. El señor a cargo respondió una llamada telefónica y respondió a su intercomunicador que había estado ahí desde la noche anterior. Yo le grité: ¡Mentira!”, cuenta Vanessa Ríos.

A las once de la mañana, un número grande de personas se había congregado en la playa de Bocapán. Ya no eran solo los visitantes y pescadores de la zona, sino también gente de los pueblos cercanos, como Zorritos. Juntos hicieron infructuosos esfuerzos por salvar al pequeño cetáceo, que para entonces parecía resignado a morir. Felizmente, al medio día, veinte horas después de que encallara, llegaron tres bolicheras que se sumaron a las faenas de rescate: La joven ballena tuvo que ser remolcada desde dentro del mar y aunque su cuerpo sufrió algunas heridas por la presión de las cuerdas, entre las bolicheras y los hombres y mujeres reunidos, se logró hacerla volver a las aguas.

(Video: Vanessa Ríos)

“Con ayuda de un Kayac, llevaron una soga que ataron a la colita de la ballena. En la noche saltaba muchísimo y a las diez de la mañana llegó una máquina de carga, pero fue imposible rescatarla. Al final, pareció darse cuenta que la querían ayudar. Hacía ruidos muy fuertes, parecían gemidos. Era muy triste”, recuerda Ríos.

Vanessa dice que nunca olvidará esta anécdota ni la felicidad que sintieron todos en el momento que se logró regresar al mar el cetáceo. Sobre todo, porque la pequeña ballena pareció agradecer todo el esfuerzo que hicieron por liberarla. “Nos alegramos mucho cuando entró al mar, pero nos pusimos felices y dimos gritos cuando segundos después la ballenita dio unos pequeños saltos en el aire, como diciendo gracias, como diciendo adiós”, recuerda.

Así se despidió la ballena:

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