:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/RFUGWJ2D2VGCBB4PIPW2AJCD2I.jpg)
:quality(75)/s3.amazonaws.com/arc-authors/elcomercio/9633a166-138e-42f0-9460-b89735464db9.jpg)
En junio de hace cuatro años, la actriz Vanessa Saba adoptó al perro con rayas de tigre que hoy duerme a su lado, que come de su mano (lechugas y zanahorias) y que acude a su regazo cuando siente que ella no está muy bien, que la tristeza la embarga, que el insomnio otra vez le ha jugado una mala pasada. La pandemia es así, una incertidumbre que se alarga. “Es difícil aun para una actriz, que vive en constante incertidumbre laboral”, dice ella, aunque por suerte le han encargado escribir una serie, está por retomarse la filmación de una película que quedó trunca el año pasado y, por las noches, “cuando logro concentrarme”, le da forma a un guion que quizá revele algo de sí misma.
Vanessa suele plantar cara a las crisis y levantarse. Tanto así, que al inicio de la cuarentena, en marzo pasado, era un huracán de emociones y a todos decía: “A mí no me para nadie”. Pero no siempre se puede ser de hierro y con el pasar de las semanas se fue deprimiendo. “Un psiquiatra me mandó unos antidepresivos muy suaves. ‘Se están vendiendo como caramelitos de limón’, me dijeron en la farmacia; a muchas personas les pasaba lo mismo que a mí”. La pastilla le ayudó, el trabajo también, pero sobre todo ‘Junio’.
LEE: Amor de patas: historias de peruanos cuyas mascotas los ayudaron a sobrellevar la cuarentena
Hallado en un callejón por un grupo de rescatistas de animales (Vanessa siempre apoya a los voluntarios), el perrito fue bautizado con ese nombre por Frank Pérez-Garland, esposo de la actriz. “Me pareció un nombre raro, pero luego me acostumbré”, dice ella, confirmando lo que muchos se preguntaban: “Sí, mi esposo y yo seguimos juntos”. No hay intranquilidad en su voz; al contrario, parece haber sido superado cualquier amargo episodio.
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/HEXS5PVR5VAV5MUCADC5Q4XPJ4.jpg)
La “pandemia personal” de Vanessa viene de más atrás, “desde el momento en que definitivamente supimos que no podría ser mamá”. Habían intentado muchos tratamientos, “un proceso desgastante, frustrante”, hasta que decidieron parar. “Dijimos ‘hasta acá, ya no se puede’. si Dios no quiere, si la vida no quiere por algo será, tal vez yo misma no quiero, no sé. Nunca sabremos”. Los intentos empezaron el 2018 y en ese proceso, el director de cine, dice ella, fue su gran soporte. “Queríamos ser papás juntos”, y fue doloroso comprobar que eso no sería posible. En la tarea de aceptarlo, “fue vital” la presencia de ‘Junio’. “El hecho de que el perro estuviera a nuestro lado fue importantísimo: sin él todo habría sido mucho más difícil”.
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/G4YLFZ35MNCFHNOO3GCXAMR7GY.jpg)
Cuando la angustia regresa, el perro lo percibe y trata de ‘curar’ a su dueña con lamidas en sus mejillas y robándose los cojines de la sala para que ella lo persiga y se distraiga riendo a carcajadas. “Cuando estoy triste y lloro, viene y me da besos, se preocupa, se angustia. Él sabe cuando necesito afecto, un abrazo. Es mi compañerito”. Lo dice con una alegría contagiosa a través del Zoom. “Cada día es volver a empezar… me gustan los inicios”.
“He aprendido a mirarme de otra manera”
En estos meses extraños, la crisis global nos ahoga a todos juntos, pero a la vez cada quién pelea como puede contra sus propios demonios. Alguien podría encender la cámara del teléfono a las 3 de la madrugada, poner una música bajita y empezar a grabarse bailando en pijama, con movimientos suaves y desesperados, como si quisiera atravesar la pared del comedor. Pocas personas pueden abrir el pecho y dejar salir un aullido. Hay que tener coraje para hacerlo, o quizá simplemente se trata de dejar ver su interior sin miedos.
Vanesa Saba pelea contra el insomnio, pero sin molestarse; más bien le baila y lo comparte con sus miles de seguidores en el Instagram. Al día siguiente mostrará un cutis perfecto, hasta la siguiente noche. Es muy noctámbula, ama la noche, trata de aprovecharla creativamente, pero sobre todo, a esas horas se observa con tranquilidad. “Como hemos estado encerrados, y lo estamos aún, no nos queda otra que mirarnos a nosotros, solo te queda mirarte a ti. La rutina diaria ya no te distrae, ves todo aquello que te duele”.
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/47FXG23UQFHF7POVGW67YY5JWQ.jpg)
Cuando empezó la cuarentena, el tema de la maternidad resurgió. Ha sido un tiempo de introspección y de volver a la terapia, nos cuenta. “He aprendido a mirarme de otra manera, como individuo y como mujer. Ya no puedo ser la persona que tiene hijos y cría, pero puedo ser otra cosa”. Los planes van cambiando y toca decidir quién quiere ser ahora, de qué identidad está hecha. En ese camino, el arte, la escritura, entran al juego. “En el arte, todo lo malo se vuelve útil, ahí es donde encuentro un espacio para poner aquello que me entristece, y adquiere un sentido que no lo tenía antes”.
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/FZCSLHBFKNBKTE7CEKPIIUSKEQ.jpg)
‘Junio’ parece ser especialmente susceptible a los estados de ánimo de su dueña, “estaba ahí acompañándonos, dándonos mucho cariño”. El solo hecho de sacarlo a pasear, ver la calle con él, hacerle cariño en el lomo o en su cabeza o jugarle se convirtieron en una terapia diaria. “Ha sido un soporte en todos los momento difíciles que he tenido, y luego con la pandemia. No sabes lo importante que él fue en el proceso de aceptar que no sería madre”.
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/RGU3APVBNRDVZPFPMQ3QSYIGIA.jpg)
Los perros absorben lo que nos pasa a los humanos, también ellos se pueden poner tristes o ansiosos, se desconciertan. Tampoco a ‘Junio’ le resultó fácil el confinamiento. Es un perro grande, acostumbrado a correr. “Tuve que comprarle flores de Bach para la ansiedad. Me sentía un poco ridícula, pero estaba demasiado inquieto, fastidiado”. Si el perro se convirtió en el colchón emocional de Vanessa este año, ella también lo fue para él. “Es una fuente de bienestar en cualquier situación, y en pandemia aún más. Es una sensación bonita saber que está protegido. No tiene mezquindad como las personas, solo quiere jugar, solo quiere dar cariño”.
VIDEO RECOMENDADO
:quality(75)/dvgnzpfv30f28.cloudfront.net/03-24-2020/t_e89d68c38b954703a7261308392716b8_name_Dynamic_Action_Sports_Youtube_Channel_Art__12__scaled.jpg)