"Los huevos sobre la mesa", por Carlos Galdós. (Ilustración: Nadia Santos)
"Los huevos sobre la mesa", por Carlos Galdós. (Ilustración: Nadia Santos)
Carlos Galdós

Esta semana, un argentino conmocionó el Facebook en su país tras encarar a los machos de su sociedad con la siguiente frase: “Estamos acostumbrados a esperar que la responsabilidad de la anticoncepción esté a cargo de la mujer, sin tener en cuenta los riesgos de los métodos que ellas utilizan”. Dicha declaración puso en evidencia el machismo que se vive respecto al tema, y contó con el inmediato respaldo de 32 mil reproducciones.  

En Chile, una feminista planteó la siguiente pregunta en su cuenta de Twitter: “Si tú eres fértil solo tres días al mes, versus alguien que es fértil todos los días del año, ¿por qué eres tú la que toma anticonceptivos?” y generó en el acto un debate sobre la vasectomía. 

Con tres hijos, mi aporte a la población mundial está más que cubierta. Como quien conversa mientras preparaban a Carla para el parto de mi último suspiro, el médico me preguntó si ahí nomás me quedaba y le dije que sí, que no me daban ni el físico ni la billetera para más. En tono de broma el doctor me dice: “Aprovecha, te hago dos por uno: parto y vasectomía en el acto”, y la verdad no tuve que pensarlo demasiado. “¡En una semana nos vemos, doctor!” fue mi despedida de la sala de partos. 

Siendo tres un número que en estos días da que pensar y más aún cuando el segundo y el tercero no esperaron nadita, cada vez que alguien visitaba a Camile, acto seguido volteaban a ver a Carla y decían: “supongo que ahora te vas a cuidar”, “y ahora cerraras la fábrica, ¿verdad?”, “ahora pongan televisor en el cuarto, pues”, como si la responsabilidad de la concepción fuera exclusivamente femenina. “Carlos se va a hacer la vasectomía”. Silencio absoluto en la habitación, seguido unos segundos después de un “¿estás seguro de lo que vas a hacer?”, para cerrar con “¿y por qué si es más fácil que tú te cuides?”. 

Mi suegra y mi mamá, preocupadísimas por mi desempeño sexual, me dijeron lo mismo: “¿Y después de eso vas a poder tener erecciones?”. Un tío, de manera muy discreta y como quien tiene una ‘conversación de hombres’, me sacó de la habitación para decirme que había escuchado que después de esa operación el semen salía muy aguado. El esposo de una amiga me dio un golpecito de felicitación en el hombro y discretamente me dijo al oído: “qué pendejo eres, ahora te vas a poder vacilar en otras canchas”. Mis cuñados se burlaron e hicieron cacha de lo que yo mismo durante años vengo burlándome en la televisión: el tamaño de mi pene. “¡Si antes eras chipi, ahora vas a ser tico tico!”. Mi mejor amigo me contó el caso del amigo de un amigo que se quedó con un testículo colgando, a tal punto que tuvo que aumentar una talla de calzoncillo. Y para cerrar, otras dos personas por ahí me hicieron la clásica broma de “uuuuuy, no te vaya a gustar cómo te toca el médico”.

Todos de alguna manera mostraron su preocupación por mí, pero nadie pensó en mi esposa y menos aún en los efectos secundarios, por ejemplo, de una ligadura de trompas:

  • Trastornos menstruales.

  • Más dolores por cólicos menstruales.

  • Ovarios funcionando mal y embarazos ectópicos, que es cuando el embrión no se traslada al útero y esto genera la muerte de la madre.

  • Remoción del útero después de diez años por complicaciones quirúrgicas.

  • Depresión y ansiedad.

Los hijos son responsabilidad de ambos, padre y madre, ya bastantes pastillas toman las mujeres para no quedar embarazadas como para al final del camino exigirles también que sean ellas quienes tomen la decisión de esterilizarse. 

La vasectomía no duele, no te achica el pene, no te quita erecciones plenas, no te descuelga los testículos, no diluye el semen. A ver, señores, si de una vez por todas nos hacemos una y ponemos los huevos sobre la mesa. 

Esta columna fue publicada el 14 de abril del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

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