El día de la votación por la vacancia, algunos de los congresistas disidentes le informaron a la lideresa de Fuerza Popular que su voto en abstención por el pedido de vacancia contra Pedro Pablo Kuczynski obedecía a un clamor hecho directamente por el ex presidente Alberto Fujimori. Así se enteró Keiko Fujimori de la operación de canje.
Dos veces ha visitado Keiko a su padre en la clínica Centenario Peruano Japonesa. La primera por diez minutos y la segunda acompañada por sus hijas. En ninguno de los casos se habló siquiera veladamente de política. El golpe ha sido duro. No solo porque ha frustrado una expectativa política de Keiko Fujimori, sino porque se ha puesto de manifiesto una labor de zapa en su contra, digitada nada menos que por su hermano y su propio padre.
Kenji Fujimori ha lanzado dos tuits postindulto. En ambos insiste en que reconciliación es reestructuración, aunque en el primero fue más explícito al nombrar a los que a su juicio cargaban gran responsabilidad en la no liberación de su padre: los asesores de Keiko, Pier Figari y Ana Vega. El 27 de diciembre tuiteó: “Los señores Figari y Ana Hertz de Vega han conspirado por años, sistemáticamente, contra la libertad de @AlbertoFujimori. Hoy, ambos en la sombra continúan atentando contra la gobernabilidad del país. Ellos son el problema. Reconciliación = Reestructuración”.
La prensa ha subrayado su crítica al entorno de Keiko. Quizás deba destacarse cuando dice “continúan atentando contra la gobernabilidad”, aludiendo a una conducta persistente aun después de haberse producido la votación por la vacancia y el indulto humanitario a su padre.
El 3 de enero escribió: “Hoy me reuní con los ‘Avengers’, los héroes que salvaron la democracia y cambiaron la historia. Mi eterno agradecimiento por su valentía. #Reconciliación=Reestructuración”.
El sector de Kenji pide cambios importantes: que se elija nuevamente a coordinadores regionales y provinciales, que se evite medidas disciplinarias contra los disidentes, que se rehabilite a Kenji de la sanción impuesta, que se aparte a los mencionados Figari y Vega (la verdad es que hace tres semanas ambos ya salieron del Comité Ejecutivo Nacional –CEN– de Fuerza Popular), etc.
La reacción interna de Keiko ha pasado de ser iracunda a ser reflexiva, pero no por ello condescendiente con la posibilidad de ceder terreno político a favor de su hermano. No hay la intención de efectuar reestructuración alguna del partido y mucho menos de embarcarse en un apoyo que consideran suicida al gobierno de PPK. El comunicado del CEN del jueves ha sido bastante claro: además de persistir en un rol de oposición, se invita a los representantes del partido a declinar cualquier invitación del Gobierno.
Respecto del futuro inmediato, se ha tomado la decisión de mantener distancia política de cualquier acercamiento. En ese sentido, Keiko Fujimori ha soslayado cualquier consulta directa o indirecta respecto de la designación del nuevo gabinete ministerial.
Hay un profundo resquemor naranja. Ellos perciben una bicefalia política por parte del oficialismo. Anotan el papel proactivo de búsqueda de consensos por parte de la premier Mercedes Aráoz –con quien tenían antes muy mala relación– y lo contraponen a lo que entienden es una labor de reclutamiento de congresistas naranjas por parte del ex premier Fernando Zavala
–con quien antes tenían tan extraordinaria relación que Keiko Fujimori lo consideró como eventual integrante de la plancha presidencial en la jornada del 2011–.
Keiko tiene claro que su padre apostará por un fortalecimiento político de Kenji y en esa medida sabe que tiene un problema político a cuestas. Por lo pronto, la actitud de Fuerza Popular respecto de los diez congresistas disidentes (incluyendo a Kenji) si bien será la de someterlos a disciplina, no se piensa llevar la situación al extremo de su expulsión. Se tratará de mantenerlos, aunque a distancia: la herida abierta por su muestra de ‘independencia’ será difícilmente soslayada.
Keiko Fujimori estima que al menos 58 congresistas le son absolutamente leales y que, en el peor de los casos, Kenji podría arrastrar tras de sí a 15 parlamentarios.
Según una fuente allegada al entorno de Keiko Fujimori, “no hay claridad respecto de qué quiere hacer Kenji Fujimori en adelante. Supuestamente ya consiguió sus propósitos al conseguir el indulto a Alberto Fujimori, pero resta saber si mantiene en pie su pretensión de ser candidato presidencial en el 2021”.
En algún momento, el círculo cercano a Kenji Fujimori evaluó manejar como prenda la renuncia de Kenji a cualquier pretensión electoral en el 2021, a cambio de que Keiko se allanase a una reestructuración partidaria y a bajar las armas respecto del gobierno de PPK, pero esta opción fue rápidamente descartada.
A juicio del politólogo José Alejandro Godoy, “demoraremos mucho en ver un ‘abrazo de la reconciliación’ en la familia Fujimori y, por tanto, en Fuerza Popular. Lejos de ser ficticios, los pleitos por el poder entre Keiko y Kenji Fujimori son reales y distan mucho de estar resueltos. Por ahora, el benjamín tiene las de ganar, por haber conseguido el objetivo último de la familia y de una parte de la bancada. Tener una buena relación con el Gobierno le permite ofrecer facilidades para proyectos de ley e iniciativas de obras que no podían soñar con la férrea disciplina impuesta por Ana Vega y Pier Figari. Y él no tiene las abolladuras fiscales de su hermana. Paradójicamente, la mejor oportunidad para Keiko Fujimori está de la mano del sector al que más ha fustigado. Si el antifujimorismo logra, como parece ser, un triunfo en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, podría conseguir que el patriarca del clan vuelva a Tokio, donde su influencia será menor. Y ella podría convertirse en la opositora de un Gobierno donde su hermano es el principal sostén. Recuperaría capacidad de maniobrar vendiendo la idea de un fujimorismo opositor conforme se acerquen las elecciones. Por ello se entiende el repliegue y su silencio. Ella espera esta nueva oportunidad”.