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Mistura
Nora Sugobono

A los 9 años Magaly Silva ya sabía envolver y amarrar los tamales que su madre preparaba para la venta del fin de semana. Había empezado a hacerlo como un juego. En la esquina de la rimense panadería El Manzano, la niña aprendería de su oficio temprano en la vida, y lo aprendería bien.

Hoy Magaly Silva puede preparar más de 30 versiones de tamales. Entre ellas, de pulpa de cangrejo, de cuy, de quinua con queso y de chicharrón de cerdo. No siempre fue así. “Éramos bien pobres en aquel entonces y lo seguíamos siendo aunque trabajásemos duro. Yo le pedía a mi mamá que innovemos, pero ella era fiel a la regla: los tamales se hacían de chancho o de pollo. No había lugar a más”, recuerda. El tiempo sabría darle una respuesta. Silva empleó astucia y paladar para desarrollar las versiones que han hecho de ella la soberana del bocado más buscado por los limeños las mañanas de domingo. Y el resto es historia.

Tal y como hicieran las mujeres que vinieron antes que ella, Magaly continúa vendiendo sus tamales cada fin de semana en una esquina del Rímac. Hasta el 5 de noviembre estará en Mistura, cuya ubicación coincide esta vez con en el distrito que la vio nacer. “A mi hija le digo siempre: si vendemos tamales, podemos hacer de todo. Podemos viajar, podemos salir adelante”, cuenta. Génesis, de 12 años, también ha aprendido a prepararlos como jugando.

BAJO EL PUENTE
En la misma panadería donde Magaly Silva vendió sus primeros tamales, Andrés Ugaz conoció lo que era el pan recién hecho. El recuerdo del tolete todavía lo acompaña y se escurre, imborrable, entre los panes de camote, papa amarilla y zapallo loche que ha convertido en su sello. “La primera patria es tu barrio”, sostiene el maestro panadero, quien vivió en el Rímac hasta los 18 años. “Cuando sales, te das cuenta de que creciste en un distrito histórico, donde todavía se respira tradición. Donde te encuentras a la anticuchera que tiene 40 años yendo a la misma esquina o los mismos lugares donde ibas a comer tus primeros cebiches. Eso es el Rímac”, añade.

Andrés forma parte de la organización de Mistura desde sus inicios. En esta edición repite rol como encargado de las cocinas regionales de la feria. Lo que más le entusiasma es la oportunidad de poner en valor la zona que todavía considera su hogar. “El Rímac nos marcó a la hora de tomar la decisión de ser cocineros, panaderos. Es algo que se te queda”.

Sin saberlo, Flavio Solórzano repite casi con exactitud la misma frase. Solórzano también creció en el Rímac. Su vocación, ha dicho en incontables ocasiones, se la debe a la influencia de una mujer clave en aquellos primeros años: su abuela Julia. Migas, sangrecita de cabrito, y cau cau. Eso era Julia para él. “Octubre es un mes muy limeño. El Señor de los Milagros, la feria de Acho. Los primeros recuerdos que tengo de mi abuela era acompañarla a la procesión, bien agarrado de su mano. Al final del recorrido llegábamos al turrón. La miel cayendo por los bastones de masa es una imagen que todavía tengo clara en mi mente”, dice Solórzano.

La memoria es un lugar donde sabores y sensaciones pueden vivir para siempre. Algo así es lo que viene a ser el Rímac. Un espacio eterno, mágico, que conserva entre sus calles, sus gentes y sus platos la esencia de una Lima con aromas de Mistura. Del puente a la alameda.

A MISTUREAR

  • Cuándo: del 26 de octubre al 5 de noviembre
  • Dónde: Club Revólver (El Rímac)
  • Entradas: lunes a miércoles: S/ 17 adultos y S/ 9 niños. Jueves a domingo: S/ 26 adultos y S/11 niños. A la venta en Teleticket.
  • Horario de apertura: Todos los días desde las 10:30 a.m.
  • Más info: www.mistura.pe

Lea la nota completa en la edición impresa de Somos este sábado.

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