El personaje de Tom Cruise en "La Momia" no se diferencia demasiado de aquellos que interpreta en la serie de "Misión Imposible". (Foto: Difusión/ UIP)
El personaje de Tom Cruise en "La Momia" no se diferencia demasiado de aquellos que interpreta en la serie de "Misión Imposible". (Foto: Difusión/ UIP)
Isaac León Frias

La Momia forma parte de la operación de transformación de personajes de novela o de cómic en superhéroes, cuando en su origen no fueron así. Es lo que ha ocurrido con Sherlock Holmes, convertido en una figura atlética y luchadora, cuando el personaje de las novelas era un detective que no utilizaba la fuerza, sino el ingenio y la capacidad deductiva.

El de La momia era un personaje del género terrorífico, del que ahora no queda más que el nombre, porque toda la historia es totalmente distinta. Ya no podemos hablar de reciclaje, sino de reconversión total. Los personajes se adaptan a los requerimientos del márketing y no nos sirve en absoluto la referencia a las célebres momias que interpretaron Boris Karloff o Christopher Lee.

Por otra parte, el personaje principal no es ya la momia (tampoco lo era en las películas que protagonizó Brendan Frazer) ni es un hombre, sino una antigua heredera del imperio faraónico, momificada en vida.

El héroe es ahora Nick Morton, interpretado por Tom Cruise, quien no se diferencia mucho de los personajes que tiene a su cargo en las series Misión imposible o Jack Reacher, porque lo que interesa no es darle una fisonomía propia a un personaje distinto, sino más bien mantener las características de los héroes que suele interpretar Cruise. Es verdad que aquí se insinúa un lado humorístico que los otros personajes suyos tienen en menor grado, y que aquí no es un investigador ni un espía, sino un traficante de antigüedades, pero eso no altera en lo fundamental la imagen heroica de Cruise, aunque a lo anterior se sume la adquisición de un poder sobrenatural.

Por otra parte, y aun cuando hay una variada sucesión de escenas que mantienen el patrón de una acción constante, la película está por debajo de las que dirigió hace algunos años Stephen Sommers, con Frazer, con una mayor capacidad imaginativa. Un dato que aparece apuntado, pero ahí nomás se queda, es el del fundamentalismo musulmán, porque en realidad el relato apunta a la elaboración de una fantasía pura y dura, sin mayores conexiones con referentes históricos. Una observación final: muy desafortunado el Jeckyll-Hyde que compone Russell Crowe. 

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