"Sobre la música criolla", por Pedro Suárez -Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
"Sobre la música criolla", por Pedro Suárez -Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
Pedro Suárez Vértiz

Mediante resolución suprema del 18 de octubre de 1944, el presidente Manuel Prado Ugarteche estableció el Día de la Canción Criolla para el 31 de octubre. Desde entonces esta festividad se celebra anualmente. El objetivo es recordar las riquísimas consecuencias musicales que trajo la llegada de los españoles a América. Y un poco de eso es lo que haremos a continuación. 

La mezcla de manifestaciones europeas, indígenas peruanas y de esclavos africanos es precisamente la génesis de nuestra música de bandera. Pero ojo, esta no es un género en sí, y eso es algo en lo que muchos se confunden. Como parte de la música criolla se considera al vals peruano, al huaino, la marinera norteña, el festejo, el canto de jarana y el tondero. Esos son los géneros. Recuerden que criollo significa ‘hijo de europeo nacido en America’.

Para los que confunden el tondero y la marinera, la diferencia está en su repetitivo tundete de guitarra. Martha Hildebrandt describe el tundete como aquel “sustantivo masculino que expresa el ritmo ternario, tocado generalmente en guitarra, que poseen piezas musicales como los valses criollos”. El festejo, por su parte, está clarísimamente definido en el tema Toro mata, el cual relata la subordinación de los negros. ‘Caitro’ Soto, en El duende de la música peruana, habla sobre Toro mata y dice: “Hacerle el quite es sacarle la suerte al toro, pero por ser el torero un negro, le quitan mérito diciendo que ‘el color no le permite hacerlo’. Por eso decían que el toro había muerto de viejo”.

Así, la cultura de nuestro país está fuertemente relacionada con esta música –como también con la comida–. Cabe decir que existen muchísimos exponentes de nuestro criollismo. Entre ellos José Escajadillo, Arturo ‘El Zambo’ Cavero, Eva Ayllón, Chabuca Granda, Lucía de la Cruz, Cecilia Bracamonte, Bartola y Óscar Áviles, más conocido como la primera guitarra del Perú. Y esos son solo los medianamente antiguos y contemporáneos, pues desde hace siglos se viene componiendo y cantando. Tanto así que existen miles de canciones anónimas a las que se considera como la ‘guardia vieja’. 

A pesar de los múltiples instrumentos utilizados en la ejecución de música criolla, como la guitarra, el piano y hasta el saxofón –el cual ha ganado reconocimiento gracias a profesionales como Jean Pierre Magnet–, existe uno que merece explicación aparte: el cajón peruano. El infaltable en toda jarana, recital o concierto y que proviene de la música afroperuana. Su invención es muy curiosa y representa el espíritu y la razón de ser de la música criolla. Se dice que a los esclavos africanos aquí se les prohibió el uso de sus tambores, pues la Iglesia católica los consideraba un instrumento pagano. De esta manera, todo tambor fue quemado, dejando a los africanos sin qué tocar. Ellos se vieron obligados a buscar otra alternativa y es así como se topan con las cajas de madera en las cuales se enviaba mercadería como frutas. Estas emitían sonidos percutivos parecidos a los de sus tambores y así apareció el famoso cajón peruano. Aquella teoría de que eran los cajones de los veladores es falsa. Hoy en día el cajón permanece intacto. En España le agregan cuerdas de metal dentro para generar mayor resonancia. Pero esa ya es una variación para relacionarlo sonoramente con el flamenco. 

El Día de la Canción Criolla, finalmente, tiene la paradójica suerte de compartir fecha con Halloween. Esta última es una celebración mundial que mediáticamente disminuye el impacto que debería tener nuestra festividad. Quizá si se celebrase en un almanaque distinto, los jóvenes tendrían más chance de acceder, consumir y disfrutar de la música criolla, andina y afroperuana. Miremos siempre hacia dentro y dejémonos enamorar por semejante tesoro. 

Esta columna fue publicada el 04 de noviembre del 2017 en la revista Somos.

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